“La posición de reservas internacionales del Banco Central de Islandia es buena en el presente, por lo que hay margen para reducir las deudas de corto plazo denominadas en moneda extranjera”. Así explicaba la autoridad monetaria del pequeño país Atlántico la decisión de amortizar, de forma adelantada, los 300 millones de euros que restaban del rescate que recibió el país del Fondo Monetario Internacional en 2008.
En el último año, el país aumentó su posición de reservas internacionales en más de un 20%, hasta sumar un colchón de más de 4.000 millones de euros al cierre de septiembre. Todo el ajuste interno y la devaluación de la divisa realizados durante los años de crisis permitieron al país ajustar lentamente su posición externa. De tener un déficit por cuenta corriente del 25% del PIB en el tercer trimestre de 2008, el país ha conseguido cuadrar lentamente sus cuentas hasta volver al superávit en 2013. Esto significa que vuelven a entrar divisas internacionales en el país y, por tanto, vuelve a tener capacidad para pagar sus deudas y, además, financiar al exterior.
Mucho ha cambiado Islandia en estos años, hasta el punto de devolver todo el rescate del FMI de 2008, algo inimaginable para los países de la eurozona. España todavía debe a la troika el 86% del rescate financiero que recibió en 2012, en total 35.700 millones de euros. Mucho más grave es el caso de Grecia, que es impensable que empiece a pagar un solo euro en años.
Gigante con los pies de barro
Todo estalló en septiembre de 2008. Y no sólo fue en la economía internacional con la quiebra de Lehmahn Brothers, Islandia también pasó uno de los peores meses de su historia. La banca islandesa tenía un tamaño por activos que superaba en siete veces el PIB del país, un montante totalmente inasumible para el país. Las entidades tenían una posición de pasivos en divisa extranjera muy elevada, lo que hacía que cualquier problema con la corona provocaba inmediatamente un fuerte aumento de sus deudas. ¿Cómo ocurrió esto? Los acuerdos de Islandia con los países de la Unión Europea permitían que muchos ahorradores de sus vecinos tuviesen depositado sus ahorros en el país. Estos depósitos se contabilizan como pasivos en el balance de los bancos, ya que tendrían que devolverlos algún día, pero esto nunca llegó a ocurrir.
La corona empezó a sufrir al inicio del año. Sólo en los ocho primeros meses del año, la divisa se había desplomado un 30%, un deterioro que era la condena definitiva para los bancos del país. Las cuatro entidades tenían una necesidad de divisas extranjeras que el banco central no podía asumir con sus reservas, los gigantes con pies de barro se tambaleaban sobre Reikiavik. Unos días después, cuando el sistema financiero estadounidense se vino abajo, Islandia simplemente se cayó con él.
El 29 de septiembre el Estado tuvo que intervenir el banco Glitnir; tomó el control del 75% de su capital y las acciones perdieron tres cuartas partes de su precio en los mercados. No sirvió de mucho, ya que todo el sistema financiero estaba herido de muerte. Dos semanas después, Islandia anunciaba la nacionalización de otro banco, el Landsbanki, pero ya no había nada que hacer, salvo repartirse los pasivos.
¿Quién asume estas deudas?
Las ruinas de los bancos islandeses eran sólo activos totalmente depreciados y unos pasivos que alguien tenía que asumir. Pero ¿quién? Esto fue lo que preguntó Islandia a sus ciudadanos en referéndum: si el Estado se haría cargo de los depósitos de los extranjeros, o si no se devolverían y se perderían para siempre. La comunidad internacional presionó a los ciudadanos y amenazó con que quedarían excluidos de los mercados internacionales, pero los votantes decidieron que el su administración pública no se haría cargo de las deudas del sistema financiero.
Esta elección trajo años complicados en el país. En el último trimestre de 2009, su PIB vivió un desplome histórico que llegó hasta el 7,6% interanual. El desplome de su divisa encareció los productos de importación y vació las arcas del banco central. En un solo trimestre llegaron a salir hasta un 25% del PIB trimestral en reservas internacionales. El paro se disparó, hasta niveles del 9%, una situación más que extraordinaria para el país. Fueron unos años muy complicados para los ciudadanos, pero lentamente, consiguieron salir del pozo.
Libertad
"Si estuviéramos fijados al euro, (…) simplemente tendríamos que sucumbir a las leyes de Alemania y Francia". Estas fueron las palabras de Davíð Oddsson, el presidente del Banco Central de Islandia. En efecto, el país pudo realizar un impago masivo de su deuda externa y así superar su mayor problema de endeudamiento, cosa que no pudieron hacer los países de la eurozona. En estos, el Estado tuvo que hacerse cargo de las deudas de los bancos.
Las características del país permitieron tomar una decisión tan radical como esta, en especial, su baja dependencia de la energía externa. La geotermia aporta la mayor parte de las necesidades del país, por lo que no tiene que importar petróleo, que es uno de los principales elementos de presión a nivel internacional. Las autoridades pidieron asistencia financiera al FMI para compensar el deterioro de su balanza exterior. Fueron necesrios 1.600 millones de euros para conseguir estabilizar su economía.
También la no pertenencia al euro permitió realizar el ajuste del país de forma rápida, aunque fuese muy dolorosa. La divisa se depreció más de un 50%, lo que encareció las importaciones, pero hizo más competitivo al país. Otros países de la eurozona, como es el caso de los del Sur, viven anclados a un euro muy fuerte para sus economías, por lo que han tenido que realizar un ajuste interno muy lento que todavía dura.
Islandia consiguió reajustar su balanza externa y las monedas extranjeras volvieron a entrar. Actualmente, el paro ha caído hasta niveles del 4%, su economía avanza a ritmos superiores al 5,5% y encara el futuro con mejores expectativas, ya sin los hombres del FMI de vigilancia en Reikiavik. "La recuperación islandesa ha sido impresionante. Es el país que ha mejorado de una forma más rápida y sólida de los que han sido golpeados por la crisis", afirmó en septiembre el secretario general de la OCDE, Ángel Gurría.