Lleva una década dedicado a buscar la forma de que la guerrilla de las FARC y el Gobierno colombiano firmen la paz y ahora por fin parece estar al alcance de la mano, lo que lo convierte en el mediador internacional más experimentado en el conflicto (su modestia indica que La Habana lleva el mismo tiempo de garante que él). Dag Nylander, enviado especial y embajador de Noruega para los diálogos de paz en Colombia atiende por teléfono a EL ESPAÑOL desde República Dominicana durante un descanso de las negociaciones que se están llevando a cabo en La Habana en estos momentos.
Con voz pausada y perfecta dicción en español, este noruego evalúa para la situación actual que vive Colombia y ofrece una mirada de mediador a la guerra civil en Siria, el conflicto palestino-israelí o incluso ETA. Lamentablemente, la discreción que exige su profesión deja poco lugar a los detalles y exige leer entre líneas algunas de sus respuestas. Pero su larga y exitosa experiencia permite descubrir cuáles son las claves para que un complejo proceso de paz pueda llegar a buen término.
Abogado de profesión, hizo carrera diplomática en Naciones Unidas y el Ministerio de Asuntos Exteriores de su país. Ahora dirige a un equipo de seis noruegos en las conversaciones de paz en Colombia, más las ayudas puntuales que las circunstancias exijan.
Nylander explica que el trabajo noruego en Colombia viene de lejos, con su participación en los procesos de paz de Caguán y con la guerilla de ELN (Ejercito de Liberación Nacional) durante los años 2005-07. “Durante todos estos años hemos apoyado a diferentes actores de la sociedad civil, trabajado con el Gobierno [colombiano] y hemos mantenido el contacto para apoyar a Colombia en un eventual proceso de paz. Cuando se presentó esta voluntad con la elección de Juan Manuel Santos para la presidencia de Colombia y con la voluntad de las FARC, realmente lo vimos como una gran oportunidad para Colombia y ofrecimos nuestros servicios, apoyo y esfuerzos”, asegura. La perseverancia, la discreción y la disposición para involucrarse en un proyecto a largo plazo son elementos claves en asuntos tan delicados como éste.
“El proceso de paz en Colombia comenzó públicamente en octubre de 2012 en Oslo, después de seis meses de diálogos secretos en La Habana. Pero claro, los contactos iniciales y el involucramiento de Noruega vino aún más temprano”, confiesa con el tono pausado de alguien que elige muy bien sus palabras al otro lado del hilo telefónico.
Tareas pendientes en Colombia
¿Pero cómo acaba un equipo de noruegos siendo los garantes, junto a Cuba, de estos diálogos de paz entre las FARC y el Gobierno colombiano? “Puede ser que la distancia geográfica, cultural, política e histórica también dé un valor agregado. Es una señal de que realmente no tenemos intereses propios, nuestro interés es contribuir como facilitador independiente e imparcial”, afirma.
Dag Nylander dirige un equipo de alrededor de seis personas, entre quienes están basados en Oslo –como él mismo, que se desplazan para las conversaciones- más el apoyo de sus embajadas en La Habana y Bogotá. “Pero -claro- cuando hay necesidad, buscamos otros recursos dentro o afuera para apoyar la mesa de diálogo y a las partes”.
“Nuestro papel está basado principalmente en la confianza que se ha podido establecer con las partes. El mandato es flexible, y estamos para hacer todo lo posible para poder ayudar la mesa de diálogos. Dentro de ese confianza que nos han depositado las partes y con la perspectiva de ayudar a poner fin al conflicto amado a través del dialogo, empleamos todos nuestros recursos, desde apoyo logístico para desplazamientos o temas jurídicos hasta ayuda puntual en temas conflictivos para cerrar brechas”, describe.
Evita responder concretamente cuando al preguntarle si cree realista que en menos de seis meses se haya firmado la paz, como afirmó Juan Manuel Santos el día que firmó con Timochenko, líder de las FARC, el más importante acuerdo hasta el momento en el proceso, el de la llamada “justicia transicional”. Sí concede que “es un proceso en el que nunca las partes en Colombia han llegado al punto en que están ahora (…) y hay una gran oportunidad para Colombia para terminar el conflicto armado y comenzar a construir la paz dentro de la sociedad colombiana”.
Aún con todo, no son pocos ni sencillos los flecos que quedan por cubrir. El célebre acuerdo que firmaron ambas partes en La Habana deja pendiente concretar detalles polémicos como la privación de libertad en unas circunstancias especiales para responsables de “crímenes atroces”, como explicaba el diario colombiano El Tiempo. Nylander recuerda que las partes han acordado establecer un Tribunal Especial para la Paz, que ofrece sanciones “con la mayor función restaurativa y reparadora”, incluida una restricción de libertad de entre 5 y 8 años para los que voluntariamente cuenten la verdad y confiesen a delitos muy graves. Para los que no lo hagan y resulten culpables de delitos muy graves, irán a la cárcel hasta 20 años. Esta jurisdicción especial “incluye a todos los que han participado en el conflicto armado, incluido integrantes de las FARC y agentes estatales”, puntualiza el mediador.
El mecanismo de cese bilateral del fuego y para la dejación de armas (cuándo, dónde, cómo) además de definir cómo refrendar el acuerdo final e implementarlo, son otros elementos clave.
El papel de Noruega en el diálogo con ETA
Noruega ha participado en otros procesos de paz, como el de Israel- Palestina, Filipinas o Sri Lanka. Aunque hay otros de los que quizá nunca tengamos noticia, al menos no de manera oficial. “Mucho del trabajo que está haciendo Noruega tiene un perfil muy, muy bajo, [que] nunca llega a las páginas principales o al conocimiento del gran público. Tal vez porque es un trabajo riesgoso, muchas veces se fracasa en la fase inicial y secreta, cuando las partes tienen la necesidad de reunirse tranquilos y hablar entre ellos para ver si hay posibilidades de construir una agenda que pueda formar la base para una eventual paz. Muchas veces eso no es posible”, explica Nylander, que añade otra clave para una mediación exitosa: la "voluntad de entrar en un proceso manteniendo un perfil bajo y no buscando la publicidad ni para un proceso ni para Noruega como mediador de paz”.
No desmiente a la periodista cuando -en otro momento de la conversación- afirma que se llegó a solicitar la ayuda de Noruega para mediar con ETA durante el Gobierno de José María Aznar, pero el Ejecutivo español pidió a su país que no lo hiciera, como informó Vasco Press. Aunque se niega a aclarar si a Noruega le hubiera gustado poder aportar más en la mediación con el grupo terrorista, tira -una vez más- de una respuesta genérica en la que se divisa una aclaración al respecto “en nuestro papel en diferentes conflictos en el mundo necesitamos la buena voluntad de las partes y si no hay interés y un mandato para nosotros de las diferentes partes, en general ahí nosotros no tenemos mucho papel. Otra cosa es que sigamos trabajando en otros países, como cualquier otro país, en apoyo a la sociedad civil con diferentes actores en diferentes proyectos”.
Actividad por la paz en Oriente Medio
En la semana en que la Unión Europea ha acordado apoyar las negociaciones de Naciones Unidas con el dictador sirio, Bashar al Asad, el representante de Noruega -país extracomunitario- reconoce que “en general, nosotros tenemos evidentemente un interés y una actividad relacionada al tema del diálogo y la reconciliación de muchos de los conflictos del mundo, eso incluye los conflictos trágicos que se están desarrollando en Medio Oriente o en Afganistán. Nosotros estamos disponibles para tratar de ayudar a los que están participando en estos conflictos. Nunca descartamos posibilidades de mantener un diálogo con las partes de todo conflicto”.
Sin embargo, rechaza responder específicamente a si Noruega estaría ahí en caso de que Asad o la oposición les pidieran mediar en el conflicto. “Esa es una pregunta fuera de mi ámbito y prefiero no entrar en el tema”. Una vez más, la discreción, pero también la prudencia. Quién sabe, posiblemente ya estén en ello compañeros de Nylander, pues “en Noruega, con la tradición que tenemos de derechos humanos y reconciliación recibimos muchas veces preguntas desde países que necesitan ayuda para resolver sus conflictos armados”, como concederá en otro momento de la conversación.
El líder palestino Mahmud Abás renunció recientemente a los Acuerdos de Oslo de 1993 entre Israel y Palestina al considerar que el Gobierno de Benjamín Netanyahu no está respetando a la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Aquella fue una firma histórica la de Isaac Rabin y Yasir Arafat en la capital noruega y de la que aún hoy prevalece cuando menos precisamente la ANP y su reconocimiento internacional como representante del pueblo palestino. Ahora la escalada de violencia entre ambos pueblos hace que resuene el temor a una tercera intifada, mientras los compañeros de Nylander en el Ministerio de Exteriores noruego intentan calmar la situación. “En Medio Oriente, Noruega sigue teniendo un papel activo para ayudar a las partes a conseguir un diálogo”, reconoce.
Pacto de Estado y un 2% del presupuesto
Aunque existen voces críticas con el papel pacificador de Noruega, como la del renombrado noruego Johan Galtung, fundador del Instituto Internacional por la Investigación para la Paz en 1959, lo cierto es que sigue siendo un referente mundial. Este país nórdico dispone de un departamento específico para la paz y la reconciliación en su Ministerio de Exteriores. En él trabajan en total 14 mediadores y Noruega ha destinado este año un 1,98% de sus presupuestos anuales a su labor (651 millones de coronas noruegas de un total de 33.015 millones, lo que equivale a 70,48 millones de euros de 3.574 millones).
“Nosotros creemos en el diálogo [como] una herramienta central también en circunstancias de conflictos y desacuerdos fuertes; hablar con las partes para nosotros [poder] construir y entender el conflicto y las diferentes posiciones de las partes. En casi todos los casos, las partes necesitan algún tipo de apoyo imparcial que venga desde afuera y dentro de la comunidad internacional es exactamente donde es más fácil encontrar actores que puedan proporcionar esta independencia”.
A todo ello cabe añadirle la inversión en tiempo y el compromiso de los políticos, independientemente de su ideología. “En Colombia [como en otros conflictos] hemos mantenido nuestro interés y nuestra actividad cuando nadie creía en la utilidad de negociar el fin al conflicto armado”. Esta visión del largo plazo e imparcialidad solo es posible gracias a un tácito pacto de Estado por el que los diferentes partidos políticos noruegos apuestan por trabajar en temas de reconciliación en su política exterior. “Estamos ahí apoyando en tiempos buenos y malos”, destaca Nylander en un tono didáctico que le resta casi cualquier atisbo de pretensión. De hecho, subraya que no es solo mérito de los políticos o de su Ministerio, sino también de organizaciones civiles y del apoyo del pueblo noruego a este concepto pacificador.
Aunque para que un proceso de paz no fracase entran en juego muchos aspectos, el mediador más veterano del bien encaminado proceso de paz en Colombia enumera las características de un buen facilitador para unos diálogos fructíferos. “Lo más importante y complicado a la vez [es] entender dónde están las partes y cuál es la situación real de las negociaciones, porque si no entiendes esto no vas a poder jugar un papel balanceado en el conflicto [ni] empujar o sugerir salidas eficaces calibrando cuándo es el momento adecuado para intervenir, proponer, ayudar a las partes”. En ningún momento de la conversación ha hablado de terroristas o criticado a ninguna parte en conflicto. Y es que esa imparcialidad que recalca debe impregnar su labor en todo momento. Queda claro que aunque no sea garantía de éxito, su ausencia sí promete un fracaso.
*Puede seguir a Dag Nylander en Twitter bajo @DagNylander.