Entre los soldados que todavía quedan en la base de Herat, en Afganistán, se escuchaban comentarios emocionados tras retirar la última bandera española. “Misión cumplida”, se felicitaban, dándose palmadas en la espalda, al concluir un acto cargado de simbolismo para las Fuerzas Armadas: con este gesto se pone fin a una misión que se ha prolongado durante casi 14 años a más de 6.000 kilómetros de distancia de nuestro país.
La despedida, no obstante, fue amarga. Porque en las operaciones efectuadas en Afganistán han perdido la vida 102 efectivos. “No podemos olvidar que veníamos a una guerra que exige esfuerzo y sacrificio -apuntó Soraya Sáenz de Santamaría, en su breve discurso frente a las tropas-. Un centenar de nuestros mejores hombres y mujeres han dejado su vida cumpliendo con su deber. Nos han dejado una impagable deuda de gratitud que nunca podremos llegar a colmar adecuadamente”.
La vicepresidenta del Gobierno asistió al acto en sustitución de Pedro Morenés, al encontrarse el ministro de Defensa en Gran Canaria para coordinar las labores de búsqueda de los tres militares españoles accidentados en el Atlántico. El viaje de Sáenz de Santamaría, no obstante, se retrasó catorce horas por una avería que sufrió el avión en el que viajaba, un Boeing 737 de la compañía Air Europa en el que debían regresar 88 efectivos de las Fuerzas Armadas. Los 149 restantes lo harán en otra aeronave que partirá desde Afganistán este martes, 27 de octubre.
Con este acto se puso fin a la presencia española en la base de Herat y, por consiguiente, en Afganistán. O casi. Porque un contingente compuesto por 25 militares permanecerá en el Cuartel General de Kabul, desde donde la OTAN coordina la misión Resolute Support en la lucha contra el terrorismo.
"Afganistán: un antes y un después"
Las Fuerzas Armadas pisaron suelo afgano por primera vez en enero de 2002. Con 350 efectivos, España se sumó a la misión que las Naciones Unidas desplegó sobre el país. El objetivo: contribuir en la estabilización de la región -tomada por los talibán- y dotar al Gobierno local de estructuras suficientes para reconstruir el país. En 2003, la Alianza Atlántica asumió el poder de la operación, que se prolongó hasta finales de 2014.
Los militares españoles que han participado en las diferentes misiones que se han desarrollado en Afganistán -en total, 17.223 personas han viajado al país desde 2002- reconocen que el conflicto ha marcado un antes y un después en el modo en el que se desarrollan las operaciones. “El peligro podía venir de cualquier lado, el enemigo era invisible”, comenta a EL ESPAÑOL un soldado de un regimiento de Cazadores de Montaña que prefiere mantener su identidad en secreto.
Su afirmación está respaldada en la cifra de efectivos españoles que han perdido la vida en estas operaciones: 102. Del total, 82 lo hicieron en accidentes aéreos o terrestres; 11, en ataques o atentados perpetrados contras las tropas; 8, al estallar minas o artefactos enterrados; y 2, por causas médicas o naturales.
La experiencia "enriquecedora" de Afganistán
El Ministerio de Defensa, en un dossier sobre la intervención española en Afganistán, asegura que el escenario "ha enriquecido considerablemente la experiencia operativa de nuestras Fuerzas Armadas": "Otro aspecto destacable ha sido la progresiva modernización y adecuación que ha ido sufriendo el material desplegado a zona de operaciones".
Además, se han puesto en marcha varios proyectos de ayuda humanitaria bajo el paraguas de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI). Destaca la labor efectuada en Bagram, donde una unidad médica ha atendido, desde finales de 2002, a 1.756 miembros de la coalición internacional y a 10.818 civiles afganos.