Los acuerdos de la minicumbre sobre la crisis de refugiados celebrada el domingo no han durado ni tres días. Presionados por el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, los líderes de la Unión Europea se comprometieron a coordinarse y no tomar nuevas medidas unilaterales de cierre de fronteras que perjudiquen a los vecinos. Pero ante el incremento de la presión migratoria, Austria ha anunciado este miércoles, sin informar a Bruselas, que construirá una barrera en su frontera con Eslovenia.
La valla de Austria ha vuelto a provocar un efecto en cadena en los países vecinos. Eslovenia ha avisado de que se plantea construir una barrera con Croacia. Y también aumenta la tensión y el cruce de acusaciones entre Austria y Alemania. La lentitud de la respuesta de la UE a la crisis de los refugiados ha llevado a que cada país actúe por su cuenta y a que se imponga el modelo de Hungría. El Gobierno del populista Viktor Orbán fue duramente criticado por algunos socios comunitarios cuando construyó en septiembre una valla en la frontera con Serbia. Ahora acaba de cerrar otra en su frontera con Croacia pero, lejos de criticarle, otros gobiernos siguen su ejemplo.
La valla de Austria con Eslovenia supone en todo caso un salto cualitativo porque será la primera entre dos estados miembros del espacio sin fronteras Schengen (Serbia y Croacia no forman parte). El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ya ha avisado esta semana de que la crisis de refugiados “tiene el potencial de destruir logros como la libre circulación sin fronteras entre los países Schengen” y de provocar “cambios tectónicos en el paisaje político europeo y no precisamente a mejor”.
Al Gobierno de Viena, que censuró en septiembre a Hungría por su tratamiento de los refugiados, le cuesta hablar de valla y utiliza como eufemismo “medidas técnicas de seguridad en la frontera”. “El objetivo no es cerrar totalmente la frontera”, explica a EL ESPAÑOL el portavoz del Ministerio del Interior austríaco, Karl-Heinz Grundboek. “Las medidas técnicas deben permitir un procedimiento más organizado para los que llegan” y “se ajustan a las reglas de Schengen”, defiende Grundboek. Las nuevas barreras podrían estar en posición en un plazo de diez días, según la prensa del país.
Tras conocer el anuncio de Austria, Juncker ha llamado por teléfono al canciller austríaco, Werner Faymann. “El presidente y el canciller han repetido su posición común de que las vallas no tienen ningún lugar en Europa”, ha asegurado el Ejecutivo comunitario en un comunicado. Bruselas está convencida de que los planes de una barrera en la frontera austro-eslovena no saldrán adelante.
Por su parte, Eslovenia ha avisado de que si la situación se deteriora y los acuerdos de la minicumbre del domingo se incumplen, está dispuesta a introducir “medidas adicionales en la frontera” con Croacia. Su ministro del Interior, Bostjan Sefic, ha hablado expresamente de “obstáculos, vallas o barreras”. El Gobierno esloveno ya ha desplegado al ejército para ayudar a la policía en el control de fronteras y está “abierto a la cooperación con la OTAN o con otros países”, según señala un portavoz a EL ESPAÑOL. “Eslovenia es la frontera de Europa y tiene una frontera Schengen y es nuestra obligación proteger la frontera en beneficios de Eslovenia y de otros países europeos”, resalta.
Hungría, modelo a seguir
Desde que Hungría completó su valla con Croacia el pasado 17 de octubre, toda la presión migratoria se concentra en Eslovenia, ya que es la única ruta que queda abierta a los refugiados para llegar desde los Balcanes hasta Alemania, el destino final que quieren alcanzar la mayoría de ellos. Un total de 86.500 personas han entrado en los últimos días, de los cuales casi 60.000 ya se han ido, según los datos del Gobierno. Los países de la UE, entre ellos España, se han comprometido a ayudar a Liubliana enviado 400 guardias de fronteras.
La crisis de los refugiados también está provocando choques entre Austria y Alemania pese a los estrechos lazos entre los dos vecinos. El ministro del Interior alemán, Thomas de Maizière, ha acusado al Gobierno de Viena de enviar refugiados a su frontera común durante la noche. Y el primer ministro bávaro, Horst Seehofer, aliado de la canciller Angela Merkel, ha amenazado con consecuencias políticas y legales si no se limita la entrada de demandantes de asilo. Las autoridades austriacas responden que Berlín acepta a pocos refugiados y que ni Austria ni Eslovenia los empujan a Alemania, sino que van allí porque se sienten invitados.
El resultado de este caos en la gestión de fronteras es que los refugiados se están viendo condenados a deambular de un país a otro de la UE en condiciones cada vez peores de frío y mal tiempo. En la minicumbre del domingo, los líderes acordaron crear de manera urgente hasta 100.000 plazas de acogida en campos de refugiados, la mitad en Grecia y la otra mitad en la ruta de los Balcanes. Pero la lentitud y la descoordinación entre los estados miembros amenazan con retrasar también esta iniciativa, como ha ocurrido con la distribución de los demandantes de asilo llegados a Italia y Grecia.
Mientras tanto, el Gobierno húngaro, pese a haber iniciado este movimiento en cadena, sostiene que no le gusta construir vallas pero que son eficaces para frenar el flujo de refugiados. “Todo el mundo sabe que están funcionando. Pero a la mayoría de creadores de opinión o periodistas no les gusta”, ha dicho a EL ESPAÑOL su portavoz, Zoltan Kovacks. Hungría alega además que su valla no es la primera sino la quinta porque también las hay en España (en Ceuta y Melilla), Bulgaria, Grecia y Turquía.