París

Una joven musulmana rompe a llorar y esconde la cabeza en el pelo de una amiga. Un pañuelo de color crema le envuelve el pelo negro y deja al descubierto unas facciones que delatan su origen magrebí. “¡Estoy harta!”, grita entre lágrimas. “¡No me siento ni árabe ni musulmana! ¡Soy francesa! Estoy aquí porque amo a esta gente y porque me he criado en este país”.

Es mediodía y un rayo de sol efímero asoma entre los nubarrones grises que cubren la plaza de la República. Cientos de personas han dejado sus empleos y se han acercado hasta aquí para observar un minuto de silencio en honor a las víctimas de los ataques de París.

Levantan la vista al cielo, encienden velas blancas o bajan el rostro en señal de respeto u oración. Están aquí porque esta plaza es el símbolo de los valores de la república, reflejados en la efigie de Marianne con una rama de olivo y en las estatuas alegóricas de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

París vuelve a ser París y este lunes el minuto de silencio lo profanan las sirenas de las ambulancias y los cláxones de los coches atrapados en el atasco de un día normal. Pero en torno a este altar laico se arremolinan cientos de ciudadanos atraídos por el dolor, la rabia y la indefensión después de los ataques del viernes. Alguno pinta palabras efímeras con una tiza o arroja un ramo de rosas blancas con una tarjeta manuscrita con un rotulador.

La Marsellesa arranca como un murmullo pero se acaba imponiendo a los pitidos del tráfico unos segundos antes del aplauso final. La muchedumbre se disuelve rumbo al tráfico o al transporte público. Pero en torno al conjunto escultórico de Léopold Morice queda un rosario de mensajes zarandeados por el viento. Los más insólitos, elocuentes o emotivos los reproduzco a continuación.

1. Se llamaba Maud

Al pie del león de bronce de la plaza, alguien ha dejado un folio con la fotografía impresa de una joven morena y sonriente. “Se llamaba Maud”, se puede leer debajo de su rostro. La mujer de la imagen se llamaba Maud Serrault y se acababa de casar. Estaba en la sala Bataclan con su marido, que la perdió de vista durante la huida en medio de la confusión. La búsqueda terminó en vano en una de las morgues de la ciudad.

Maud. Eduardo Suárez

2. Un león empapelado

El león que custodia la plaza está empapelado con mensajes sobre los atentados. “¡Somos la república! ¡Somos la libertad!”, dicen dos folios plastificados que ya estaban el sábado. “Debemos aprender a vivir juntos como hermanos”, dice otro más reciente. “Si no, moriremos todos como idiotas”. Al pie del animal, se distinguen varias portadas de Charlie Hebdo. Entre ellas una con un montón de inmigrantes ahogados y el título: “Mediterráneo: 4.000 ahogados pero todo bien”.

IMG_0033 Eduardo Suárez

3. No es el islam

El mensaje está escrito en inglés con un rotulador morado y sobre un folio blanco: “No en el nombre de mi religión, malvados”. Su autor lo pegó sobre una de Charlie Hebdo y justo debajo de los retratos de dos de sus dibujantes asesinados en enero: Charb y Oncle Bernard. Entre las velas y los ramos que se amontonan, una postal de La libertad guiando al pueblo de Delacroix.

El cartel sobre el islam.

4. Un acrónimo

Debajo de los relieves que representan escenas revolucionarias, hay pintadas de colores y frases pacifistas. “Los payasos nunca mueren”, dice una enigmática. “Adiós, Christopher”, te amo”, dice otra en tono fúnebre. Un cartel marrón incluye el símbolo creado por Jean Jullien pintado en rojo y convierte las letras de París en las iniciales de un acrónimo: “París, mi capital / el amor, mi alma / el sueño, mi corazón / la ebriedad, mi alegría / el símbolo, mi libertad”.

El acrónimo. Eduardo Suárez

5. Una familia irlandesa

No todo son mensajes ñoños o grandilocuentes. También hay ramos de flores con tarjetas discretas escritas a mano por personas que han querido rendir tributo a los muertos con cierta contención. “Somos una familia inglesa e irlandesa que vive en París”, dice una que envuelve un ramo de rosas. “Estamos con vosotros. Amamos París”.

El ramo. Eduardo Suárez

6. Un alma bella

Resguardado del viento por seis velas rojiblancas, un folio sencillo rinde tributo a una de las víctimas: “A la hermosa alma de Veronique”. La mujer a la que hace referencia es Veronique Geoffroy de Bourgies, abatida por los terroristas mientras cenaba en uno de los restaurantes de la rue de Charonne. Veronique era la presidenta de Zazakely Sambatra, una fundación humanitaria dedicada a mejorar la vida de los habitantes de Madagascar. Su muerte sorprendió en China a su esposo Stéphane, cuyo nombre aparece escrito con bolígrafo en el folio: “Valor a Melissa, Diego y a Stéphane”.

Veronique. Eduardo Suárez

7. Resistimos

Ni siquiera es una portada completa. Es un trozo rasgado de la primera página de la edición dominical del diario Le Parisien. Y sin embargo su título y sus colores transmiten un mensaje poderoso: “Resistimos”, dice el diario sobre el rostro de una chica que deja flores en uno de los escenarios del horror.

La portada. Eduardo Suárez

8. El marqués de Sade

La voz del libertino más célebre es quizás la última que uno esperaría encontrar en este memorial. Y sin embargo alguien ha dejado una de las frases que le escribió a su esposa en 1783. “La causa de mi desgracia no es mi manera de pensar sino la de los otros”, se puede leer junto a una bandera del Líbano que recuerda los ataques recientes de Beirut.

Sade. Eduardo Suárez

9. Un juramento florido

Los relieves de bronce de la plaza de la República representan 12 instantes decisivos del espíritu revolucionario francés. El sábado estaban casi intactos. Pero este lunes muchos se habían convertido en un vergel de flores frescas. Ninguno tenía más flores que el dedicado al Juramento del Juego de Pelota: el momento en el que los representantes del pueblo desafían a la corona y deciden redactar una constitución.

El relieve. Eduardo Suárez

10. El filósofo de la luz

En medio de un rosario de velas apagadas por el viento, alguien ha dejado un ejemplar del Tratado sobre la tolerancia de Voltaire. A continuación transcribo las primeras frases de su primer capítulo:

"Se olvida con facilidad aquella multitud de muertos que perecieron en batallas sin cuento, no sólo porque es fatalidad inevitable de la guerra, sino porque los que mueren por la suerte de las armas podían también dar muerte a sus enemigos y no caían sin defenderse. Allí donde el peligro y la ventaja son iguales, cesa el asombro e incluso la misma compasión se debilita; pero si un padre de familia inocente es puesto en manos del error, o de la pasión, o del fanatismo; si el acusado no tiene más defensa que su virtud; si los árbitros de su vida no corren otro riesgo al degollarlo que el de equivocarse; si pueden matar impunemente con una sentencia, entonces se levanta el clamor público, cada uno teme por sí mismo, se ve que nadie tiene seguridad de su vida ante un tribunal creado para velar por la vida de los ciudadanos y todas las voces se unen para pedir venganza".

Voltaire. Eduardo Suárez

11. La crueldad colonial

Hay un mensaje que destaca entre los demás porque no se refiere a los ataques del viernes. Alguien lo escribió a mano y lo dejó debajo de una vela negra: “Seis millones de muertos en la República Democrática del Congo como consecuencia de la política occidental en África”.

Sobre el Congo. Eduardo Suárez

12. Ebriedad contra la barbarie

Varias personas han dejado botellas vacías como un desafío a los terroristas, que asesinaron a personas mientras cenaban en los cafés y disfrutaban de la vida. Hay una botella naranja de Hoegaarden en medio de las velas y otra de vino con una etiqueta que dice: “¿Miedo? Jamás”. Unos metros más allá, una  mujer ha escrito unas líneas sentidas: “Un homenaje a las víctimas, a la juventud, a los artistas, a la libertad, a los placeres simples de los momentos que nos gusta compartir… Vosotros estáis vivos y no moriréis jamás en nuestra memoria ni en nuestro corazón”.

Una cerveza vacía. Eduardo Suárez

13. No todos laicos

Una vela religiosa. Eduardo Suárez

Muchos mensajes celebran la laicidad de la república. Pero es posible ver muchos símbolos cristianos esparcidos entre las flores de este altar. Alguien ha dejado un puñado de estampas con el rostro del Papa, un icono de la patrona polaca y una vela con la efigie de Santa Teresita del niño Jesús. A unos metros, una viñeta y un cartel advierten: “Defendamos cada día la laicidad”.

Una viñeta. Eduardo Suárez

14. Una constitución

Un ciudadano ha dejado una copia del preámbulo de la constitución aprobada por la Asamblea Nacional el 27 de octubre de 1946. Con un rotulador amarillo fluorescente, ha subrayado dos frases del primer párrafo:

“El pueblo francés proclama de nuevo que todo ser humano sin distinción de raza, religión o creencia posee derechos inalienables y sagrados. Reforma solemnemente los derechos y las libertades del hombre y del ciudadano consagrados por la Declaración de los derechos de 1789 y los principios fundamentales reconocidos por las leyes de la república”.

Una constitución. Eduardo Suárez

15. Orgullo de nieta

El rato está envuelto en un folio blanco firmado por una mujer llamada Patricia. El mensaje es directo y evoca el momento más dramático de la Francia del siglo XX: “Abuelo, tu sangre de resistente corre por mis venas”.

Un ramo para el abuelo. Eduardo Suárez

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