Bruselas se ha convertido este sábado en una ciudad fantasma, tomada por tanquetas del ejército y policías, tras decretarse el nivel máximo de alerta terrorista. El metro no circulará al menos hasta las 15:00 horas del domingo, las grandes tiendas y centros comerciales han ido cerrando a lo largo de la mañana, se han cancelado todos los partidos de fútbol y conciertos programados y los bares y restaurantes del centro de la ciudad han cerrado sus puertas a primera hora de la noche. Los pocos que quedaban abiertos apenas tenían clientes.
Este cierre sin precedentes de la capital de la Unión Europea se produce porque la amenaza de atentados es “grave e inminente”, según ha dicho el primer ministro belga, Charles Michel. Las fuerzas de seguridad belgas disponen de “informaciones relativamente precisas de un riesgo de atentados como los que se han producido en París”. “Estamos hablando de la amenaza de que varias personas con armas y explosivos lleven a cabo ataques en varios lugares quizá al mismo tiempo”, ha dicho Michel.
Los objetivos de los terroristas son, según el Gobierno belga, los grandes acontecimientos deportivos y culturales, centros y calles comerciales y el transporte público. De ahí la decisión inmediata de paralizar el metro y cancelar los conciertos, entre ellos el que tenía previsto dar el rockero francés Johnny Hallyday, así como los partidos de fútbol. También han cerrado los multicines de Bruselas, casi todos los museos y atracciones turísticas como el Atomium.
Se busca a dos terroristas, según la prensa belga
El Gobierno belga no ha querido dar ningún detalle sobre el carácter de la amenaza o la procedencia de las informaciones que han llevado a aumentar la alerta del 3 al 4, el nivel máximo. Según el diario Le Soir, la policía busca al menos a dos terroristas, uno de los cuales podría llevar un chaleco explosivo similar al utilizado por los kamikazes de París. El ministro del Interior, Jan Jambon, no ha confirmado esta información y sólo ha dicho que “la amenaza no está únicamente ligada al caso de Salah Abdeslam”, el octavo terrorista de París que sigue huido.
Tras los atentados del 13 de noviembre, Salah Abdeslam logró escapar con la ayuda de dos cómplices, que fueron a buscarle a París y le llevaron a Bruselas. Los cómplices, Mohammed Amri y Hamza Attou, fueron detenidos el sábado pasado. Uno de ellos ha asegurado que el terrorista no llevaba armas pero sí un chaleco explosivo. “Según las últimas declaraciones de mi cliente, Salah estaba extremadamente nervioso, y quizá dispuesto a hacerse estallar”, ha dicho su abogada, Carine Couquelet.
Desde la masacre de París, la policía belga ha realizado múltiples redadas en Bruselas y sobre todo en el barrio de Molenbeek, de donde procedían varios de los terroristas. En el domicilio de uno de los detenidos este viernes, las fuerzas de seguridad han encontrado varias armas, pero no explosivos ni tampoco chalecos explosivos.
Bruselas, desierta
La alerta terrorista ha hecho que las calles de Bruselas se vaciaran progresivamente de gente hasta quedar casi desiertas durante la noche. Aunque el Gobierno belga no ha querido desvelar el número de efectivos, el despliegue de militares y policías en el centro de la ciudad no tiene precedentes. Tanto la puerta del ayuntamiento de Bruselas, en la Grand Place, como la antigua bolsa están protegidas por tanquetas y coches de policía.
A última hora de la tarde del sábado se podían ver una quincena de militares y policías en la Rue Neuve, la calle comercial peatonal del centro de Bruselas. Algunas de sus tiendas han abierto a primera hora de la mañana, pero a mediodía ya habían cerrado casi todas. La tienda de Primark era de las últimas que pedía a sus clientes que salieran. La calle, por la que apenas se puede andar a empujones en esta época del año, estaba semidesierta. El frío y la lluvia también ayudaban a que la gente se quedara en sus casas.
También había militares apostados a la puerta de los grandes hoteles de Bruselas, como el hotel Amigo, al lado de la Grand Place. Ni la amenaza terrorista, ni la lluvia ni el frío han disuadido a los turistas de contemplar cómo se montaba el árbol navideño gigante ni de hacerse fotos delante del Manneken Pis, pero la ciudad ha seguido vaciándose a medida que avanzaba el día.
Su alcalde, Yvan Mayeur, ha pedido a los bares y los restaurantes del centro de la ciudad que cerraran a las 18:00 horas. El toque de queda ha dejado sin gente las calles y las terrazas de Saint Géry, el barrio de copas del centro de Bruselas que está a tope de jóvenes el sábado por la noche. Los restaurantes de la turística plaza de Sainte Catherine estaba o cerrados o sin clientes. El Gobierno volverá a evaluar la situación a primera hora del domingo.