“Aunque parezca mentira nos daba ánimos”. Roque Pascual Salazar, de 55 años, es uno de los pocos occidentales que conoció a Mojtar Belmojtar, de 43 años, jefe del grupo terrorista que reivindicó el viernes el asalto al hotel Radisson de Bamako que causó 21 víctimas mortales. Pascual, contratista de obras, el único ex rehén español que ha narrado su trágica experiencia, estuvo secuestrado cerca de nueve meses, de noviembre de 2009 a agosto de 2010, por Belmojtar junto con otros dos catalanes, el arquitecto Albert Vilalta y la funcionaria de la administración de Justicia Alicia Gámez.
Al Morabitún, el grupo que fundó Belmojtar, reivindicó el ataque a través de Twitter y de un archivo de audio que dio a conocer la televisión qatarí Al Jazeera. Asegura haberlo “llevado a cabo en coordinación con nuestros hermanos de Al Qaeda en el Magreb Islámico”. Belmojtar se escindió de AQMI en 2012 para fundar su propia organización terrorista, pero ahora habría vuelto a colaborar con sus antiguos compañeros de armas. El ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, también declaró en una entrevista a la televisión TF1 que Belmojtar era “probablemente” el cerebro del golpe terrorista de la capital de Mali.
Si se confirma será un poco su resurrección. Desde marzo de este año no había vuelto a dar señales de vida. Hace cinco meses las autoridades libias de Tobruk anunciaron que había muerto durante un bombardeo de precisión de la fuerza área de Estados Unidos en Libia, pero el Pentágono se resistía a confirmar que su ataque hubiese alcanzado todos sus objetivos. Dos años antes, en abril de 2013, el presidente de Chad, Idriss Déby, también afirmó que tenía “pruebas de su muerte”. El ejército chadiano combatía entonces, junto al francés, a los yihadistas en el norte de Malí.
Este argelino que luchó en Afganistán tiene las manos manchadas de sangre, pero no fue un cancerbero despiadado con sus cautivos españoles. Cuando les visitó, por primera vez, en aquel lugar perdido del desierto del norte de Malí donde les mantuvo presos, les pidió que se lo tomasen con tranquilidad. “Dijo que estaríamos en sus manos entre cuatro y ocho meses; que no pensásemos en nuestra liberación; que ya llegaría en su momento, y que mientras tanto no nos preocupásemos; que intentáramos estar allí lo mejor posible”, recordaba Roque Pascual unos meses después de que concluyese su secuestro. Nunca les amenazó con matarles.
El cerebro de tantos atentados se preocupó incluso de que Alicia Gámez, su prisionera, dispusiera de sucedáneos de compresas por si le venía la regla. Pidió a uno de sus hombres que cortase a jirones algunas ropas recién lavadas que colgaban de una cuerda para secarse y se las dio a la mujer. Belmojtar se dirigía a ellos en árabe, uno de sus hombres traducía al francés sus palabras y Albert Vilalta, el único que hablaba ese idioma, repetía en español a los otros dos cautivos lo que había escuchado.
“Hablaba en voz baja y marcaba silencios sepulcrales en la conversación”, recordaba Roque. “Nadie osaba discutirle nada excepto uno de sus suegros”, Omar Hanane, que más tarde se pasó a otro grupo terrorista. Belmojtar ha llegado a tener hasta cuatro esposas. A veces se quedaba algunos días en el pequeño campamento donde permanecían sus presos, pero no solía participar mucho en las conversaciones que los tres catalanes mantenían con Hanane para romper la monotonía dela vida en el desierto. Al Andalus, la etapa en la que la península Ibérica estuvo en manos de los musulmanes, era uno de sus temas predilectos. Por algo su grupo se llama Al Morabitun, es decir los Almorávides, unos monjes-soldados provenientes del Sáhara y que interpretaban el islam de manera rigorista.
Convertirse al Islam
Otro tema recurrente de charla consistía en explicar a los rehenes las virtudes del Islam partiendo de un Corán en francés que les habían regalado. Cuando aparecía por el campamento, Belmojtar siempre les preguntaba si se habían convertido al islam. Al cabo de siete meses de cautiverio Vilalta le dijo Belmojtar al verle llegar: “Mire, Roque ya sabe rezar”. El senior de los rehenes estaba en aquel momento prosternándose para cumplir así con la oración, el segundo pilar de su nueva religión. Belmojtar no se preguntó entonces si las coacciones habían obligado al cautivo a abrazar el islam. Se le saltaron las lágrimas al ver a Roque de rodillas, según contó el catalán. Tras su “conversión” empezaron a recibir mejor trato. “Nuestra libertad de movimientos fue algo mayor, las raciones de comida más generosas y el agua que nos daban estaba más fresca y sabía menos a carburante”.
Cuando Belmojtar perpetró aquel secuestro era uno de los dos jefes de AQMI en el norte de Malí, pero dependía de su máximo líder, Abdelmalek Droudkel, cuyo cuartel general estaba probablemente en la Cabilia Argelia. Belmojtar nació en Gardaia (Argelia) en 1972 y apenas un cuarto de siglo después ya emigró a Afganistán para ponerse a las órdenes de Osama Bin Laden contra el invasor soviético. Perdió un ojo en combate y por eso recibió el apodo de Belaouer (El Tuerto).
Tras adquirir una formación bélica regresó a su Argelia natal que en los años noventa estuvo sumida en una especie de guerra civil larvada. Belmojtar se incorporó a los Grupos Islámicos Armados y, más tarde, se pasó al Grupo Salafista de Predicación y Combate que, a finales de 2006, se declaró vasallo de Bin Laden y se convirtió así en la rama magrebí de Al Qaeda. En 2012 fundó Al Morabitún y desde el año pasado han corrido constantes rumores sobre su afiliación al Estado Islámico siguiendo los pasos de otros muchos grupos que operan en el norte y noroeste de África empezando por el nigeriano Boko Haram, el más poderoso de la región. En los foros yihadistas en Internet él siempre lo ha desmentido.
Secuestros, asesinatos de clientes de restaurantes, colocación de bombas... Belmojtar tiene a sus espaldas un historial sangriento. Su principal hazaña ha sido la toma, en enero de 2013, de la planta gasística de In Amenas en el sureste de Argelia. Con más de 800 rehenes es el mayor secuestro de la historia de África. En el asalto del Ejército argelino murieron 38 civiles, casi todos trabajadores extranjeros de la planta, y 29 terroristas. Los daños causados en la instalación provocaron una disminución durante meses del 6% del suministro de gas argelino a España y del 14% a Italia.