El derribo de un cazabombardero ruso por parte de las autoridades turcas ha precipitado unos acontecimientos que amenazaban con estallar desde hace tiempo. “La acción tendrá consecuencias muy serias (…) Es una puñalada por la espalda de los cómplices de los terroristas”, ha valorado Vladimir Putin en conferencia desde la localidad de Sochi. En Bruselas, a 2.800 kilómetros de distancia, la OTAN también emitía su veredicto: “Doy la bienvenida a los contactos entre Moscú y Ankara para resolver este conflicto”, ha señalado Jens Stoltenberg, secretario general de la organización.
El polvorín en el que se ha convertido Siria y la gestión de las diferentes potencias sobre este conflicto han conducido a este aumento de tensión. Hace ya dos años y medio que Bashar al Asad, en una entrevista con un medio turco, afirmó: “Una batalla en Siria afectaría a todos los países de la región y, tal vez con un efecto dominó, afectará también a países lejanos”. Esa advertencia con aires de amenaza parece haberse cumplido con el tiempo.
La intervención que Rusia está llevando a cabo en Siria no está siendo bien vista por Occidente. Lo mismo podría decirse de la percepción que Putin tiene sobre los bombardeos que, bajo el liderazgo de Francia y Estados Unidos, se llevan a cabo sobre el territorio de Bashar al Asad. Y eso que, en principio, el objetivo principal de las dos partes es el mismo: acabar con el poder con el que el Estado Islámico actúa en la región. Pero bajo esa afirmación se oculta una amalgama de matices y diferencias notorias sobre el conflicto; fundamentalmente, qué hacer con el mandatario sirio.
Los atentados de París parecían acercar posturas entre OTAN y Rusia sobre una intervención conjunta en Siria. El episodio del cazabombardero ruso derribado en la frontera turca amenaza con dinamitar un posible acuerdo.
Otros antecedentes recientes
Si hubo un momento en el que se encendieron todos los pilotos fue con la crisis de Ucrania. La tensión política derivó en enfrentamientos directos y tiroteos en el corazón del país. Vladimir Putin apeló al sentimiento nacionalista ruso e instó a crear un Estado en el este de Ucrania. Actores que participaban en el conflicto denunciaban que Moscú armaba a los prorrusos, extremo que no llegó a confirmarse.
“Si Rusia interviene militarmente en Ucrania, habrá costes”, señaló entonces Barack Obama. “Lo que Rusia está haciendo ahora en Ucrania viola los principios de la Carta de las Naciones Unidas. Es una amenaza para la paz y la seguridad en Europa”, agregó Anders Fogh Rasmussen, secretario general de la OTAN. Ban ki-Moon, líder de la ONU, también urgió a Rusia a establecer un diálogo directo con las autoridades ucranianas.
“Ucrania, en el tablero de ajedrez que conforma todo el mosaico postsoviético, es una pieza muy importante”, considera Jesús López-Medel, abogado del Estado Jefe en la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. “ La prolongación de las tensiones en la zona oriental de Ucrania tiene el riesgo de prolongarse, enquistarse y hacer que, con el tiempo, su resolución sea más compleja”, considera el experto en un informe publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE). Hoy, la situación en el este del país está lejos de la estabilidad, donde todavía se registran algunos enfrentamientos y sabotajes.
Los escudos antimisiles
En un lenguaje tácito, tanto Rusia como la OTAN han efectuado algunos movimientos que servían para contrarrestar el poder armamentístico del otro. Siempre bajo la premisa de “prevención ante nuevas amenazas”, la Alianza Atlántica ha puesto en marcha proyectos como el del escudo antimisiles, que todavía está en fase de desarrollo. Sus bases: Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Europa.
Vladimir Putin, por su parte, valoró este proyecto en su tono habitual. El presidente ruso aseguró que su país desarrollaría sistemas de defensa similares a los desplegados por la OTAN, pero, antes, se crearían “sistemas ofensivos capaces de superar cualquier escudo”. En otra ocasión, señaló: “Tenemos todos los medios para reaccionar de manera adecuada”.
El fantasma de la Guerra Fría
Según la organización Global Firepower, que analiza el potencial armamentístico de cada país de acuerdo a sus presupuestos de Defensa, unidades y material, Estados Unidos y Rusia tienen los ejércitos más poderosos del mundo. En los últimos años, ambos han tratado de demostrar esa fuerza. En junio, Estados Unidos desplegó 250 tanques y más de mil vehículos de infantería en países como Polonia, Rumanía, Bulgaria, Estonia, Letonia y Lituania.
“Es una respuesta a las provocaciones rusas”, justificó Ashton Carter, secretario de Defensa estadounidense. Estos países -que forman parte de la Alianza Atlántica- ya habían manifestado su intranquilidad por la situación que se estaba viviendo en Ucrania. Esta fue la primera vez desde el fin de la Guerra Fría que Estados Unidos estacionó armamento pasado en los países que estuvieron bajo el área de influencia de la Unión Soviética.
En realidad, el fantasma de la Guerra Fría sigue presente en las valoraciones que Vladimir Putin efectúa sobre el juego de Estados Unidos en el escenario internacional. “Existe la impresión de que los llamados vencedores decidieron llevar la situación al límite, crear un mundo a su gusto y para sus intereses -señaló el dirigente ruso hace un año en declaraciones públicas-. La Guerra Fría terminó, pero no se firmó la paz”.