"¡Macri sos un cagón! ¡Macri sos un cagón!" vociferó la multitud cristinista que despidió a su jefa, Cristina Fernández de Kirchner, la noche del miércoles en un mitin en la Plaza de Mayo de Buenos Aires. Y, con igual fervor que muestran las aficiones del fútbol en los estadios, advirtió al resto de los argentinos: "¡Ooooh, vamos a volver, a volver, vamos a volver!".
Esos cánticos de seguro que llegaron como avisos filosos a los oídos del nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri, un liberal de centroderecha rompedor de costumbres. Pues no pertenece a los dos partidos políticos tradicionales -el peronismo populista y el radicalismo- y tampoco es abogado como sus antecesores, sino ingeniero.
Antes de que se aupara al poder ya ha visto 'las orejas al lobo' del peronismo en su versión del siglo XXI, el kirchnerismo-cristinismo. Desde su irrupción hace 70 años en la política de Argentina -va a la zaga del PRI mexicano a corta distancia- es el partido dominante y nunca cooperó cuando le tocó el papel de oposición.
Prueba de ello es que ningún gobierno no peronista logró concluir su gestión desde el surgimiento de esa fuerza en 1945. Los presidentes radicales Arturo Frondizi (1958-1960) y Arturo Illia (1963-1966) fueron derrocados por golpes militares, avalados por el visto bueno del entonces líder y general Juan Perón, desde su exilio en un chalé de Puerta de Hierro de la España franquista.
Al presidente emblema de la democracia tras la peor dictadura en la historia argentina, el radical Raúl Alfonsín (1983-1989), el peronismo y su brazo sindical, la CGT, lo castigaron con 13 huelgas generales. A la vez Carlos Menem, quien después sería presidente (1989-1999), alentó a los militares ultraderechistas 'carapintadas', que propinaron cuatro 'cuartelazos'.
Alfonsín debió entregar seis meses antes el poder a Menem en medio de olas de saqueos a hipermercados y una subida disparada de la inflación. En 1999 el radical Fernando de la Rúa sucedió a Menem y ni siquiera superó el ecuador del mandato. En 2001 huyó de la Casa Rosada en helicóptero ante las protestas populares y dejó un tendal de 30 muertos por la represión.
Aquello representó el peor naufragio de Argentina en su historia. Se sucedió una procesión increíble de cinco presidentes provisionales en sólo ocho días, la quiebra de las cuentas del Estado y el corralito bancario. De aquel pozo emergería en 2003 el kirchnerismo-cristinismo, que gobernó tres legislaturas, el ciclo político más prolongado en democracia.
Fernández quiere posicionarse como la jefa de la oposición. Por eso dio un portazo y el jueves no concurrió al juramento de Macri ni le entregó los atributos del mando -la banda y el bastón-. Y su hijo diputado, Máximo, junto al bloque de parlamentarios más cristinistas también se ausentaron de la asamblea legislativa.
Hebe de Bonafini, titular de la asociación Madres de Plaza de Mayo y cristinista, ha sido obediente a su jefa. "Macri es un cagón y tiene un miedo bárbaro de asumir porque no sabe qué hacer con la Presidencia" disparó. Y acampada en la plaza de Mayo llamó a "resistir este proyecto de explotación y de marginación para trabajadores y estudiantes".
Con el precedente de los cuatro presidentes no peronistas que no pudieron concluir sus mandatos y consciente de la oposición salvaje que amenaza con caerle, Macri se anticipó en su primer discurso tras jurar el jueves como jefe de Estado delante del rey emérito de España Juan Carlos I, y los presidentes latinoamericanos.
Gobernar será un "desafío"
"Ya pasaron las elecciones, y ahora es momento de unirnos y mejorar para que nuestro país avance", instó. Y reconoció que gobernar será un "desafío" luego de "tantos años" de "prepotencia y enfrentamientos inútiles", en referencia a la presidente saliente y sus confrontaciones con todos, desde los Estados Unidos hasta Jorge Bergoglio antes de que fuera el Papa Francisco.
Macri recordó que los argentinos "a lo largo de la historia hemos vivido muchas divisiones, pero la confrontación nos ha llevado por caminos errados. Tenemos que sacar al enfrentamiento del centro de la escena y poner en ese lugar al encuentro, el desarrollo y el crecimiento". Y se entusiasmó: "Estoy convencido que si los argentinos nos animamos a unirnos seremos imparables".
El flamante mandatario resaltó la necesidad de "diálogo y respeto" a temas como la legalidad, la justicia y la transparencia: "La ley debe ser respetada. Una cosa es tener distintas visiones, ideas y propuestas, otra avasallar instituciones con ideas personalistas y hacer uso del poder en beneficio propio", alertó.
De cara a la gobernabilidad inmediata, Macri tampoco lo tendrá fácil con el peronismo que en el Congreso y el Senado tiene la primera minoría. Pero la división de ese cuerpo en tres partes -legisladores del cristinismo puro del Frente para la Victoria- tal vez lo ayude a entenderse con algún sector.
"No va a haber un peronismo unido en la oposición. Claramente se ven fragmentaciones. Por eso Cristina Fernández necesitó 'actuar' hasta el último minuto que domina la escena. Quiere erigirse como líder opositora. Pero está por verse si lo consigue. Pareciera que emergen nuevos liderazgos peronistas" dijo a EL ESPAÑOL la politóloga Graciela Rhömer.
Acaso entusiasmado con que Fernández no vuelva más, Macri auguró desde el balcón de la Casa Rosada ante una multitud reunida en la plaza de Mayo que "empieza una etapa maravillosa". Se asomó por el mismo balcón al que Perón y su segunda esposa, Evita, hablaban a los 'descamisados'. Todo un símbolo de que el peronismo aún marca a Argentina.