Encerrados en uno de los búnkeres de la embajada de Kabul, los supervivientes españoles se enteraron de las primeras palabras de Mariano Rajoy. "Han sido liberadas todas las personas que trabajaban como funcionarios en la embajada española en Afganistán", dijo el presidente en Orihuela antes de un acto electoral del Partido Popular.
La primera reacción del presidente atemorizó a quienes estaban en el búnker, que creyeron que el Gobierno español pensaba que estaban a salvo y que nadie iba a ir a rescatarles. "Decían que todos habían sido liberados y ellos se asustaron porque creyeron que se habían olvidado de ellos y que iban arrasar con todos", dice una persona que ha hablado con los supervivientes de Kabul.
El asalto duró 12 horas durante las cuales varios españoles aguantaron en un búnker cuya puerta no cerraba bien por el efecto de la explosión inicial. Los rescataron soldados americanos y fuerzas especiales noruegas en torno a las seis y media de la mañana.
"La embajada parecía un campo de guerra", explica un español que vivió el ataque en Kabul. "Ha sido la peor noche de nuestra vida. Había cadáveres y coches calcinados y las explosiones habían roto todo el perímetro. El edificio quedó inservible. Lo que hemos vivido aquí es culpa de mucha gente. La embajada estaba aislada sin seguridad ninguna en la peor zona de la ciudad".
Así ocurrió todo
El ataque contra la embajada española empezó cinco minutos antes de las seis de la tarde de Kabul cuando un terrorista suicida estrelló un coche bomba contra uno de los muros de la legación. Por el hueco se coloraron otros tres asaltantes, que entraron armados en el complejo y sembraron el terror hasta que fueron abatidos al amanecer.
Durante el ataque fueron asesinados dos policías españoles: el granadino Jorge García Tudela y el leonés Isidro Gabriel Sanmartín. Al primero lo mataron al entrar en su habitación, que estaba en la planta baja del edificio. Su compañero Sanmartín salió a ver si lo encontraba y fue abatido a tiros en el patio de la embajada, donde los talibanes lo dejaron agonizando con la intención de disparar contra quien fuera a rescatarlo.
Un tercer policía español intentó convencer a los agentes afganos de que debían salir a rescatar a Sanmartín, que estuvo gritando en el patio durante tres horas. Los afganos le dijeron que fuera primero él, que conocía al herido. Cuando empezaron los disparos, los afganos dejaron solo al español, al que los talibanes arrojaron una granada que lo hirió un pie.
El agente logró sacar del ángulo de tiro al agente Sanmartín, que falleció unos minutos después.
"Detonaron un coche bomba contra la puerta que arrasó media manzana y un minuto después entraron al asalto", explica uno de los españoles que sobrevivió al ataque talibán. "Nos refugiamos en el búnker aunque no era seguro porque una de las puertas no cerraba por los daños de la explosión. Han sido 12 horas esperando que entraran a rematarnos. Al final los americanos los neutralizaron. Pero el ataque era contra nuestra embajada y quien diga lo contrario miente".
Al menos 10 personas murieron durante el ataque y nueve civiles fueron trasladados a un hospital cercano. Los talibanes llegaron a disparar desde la azotea del edificio y sabían cómo era el complejo por dentro. Los supervivientes sospechan que alguien pudo hacer llegar información detallada a los asaltantes sobre cómo es el interior de la legación.
Un lugar inseguro
La embajada española se ubica en el barrio de Sherpor, uno de los vecindarios más concurridos de Kabul. La embajada la forman tres edificios conectados por un patio común y situados a sólo unos 10 metros del muro que los separa de una calle donde hay atascos frecuentes. Uno de los tres edificios se usa como embajada y consulado y los otros, como residencia de los policías, los intérpretes y el personal diplomático español.
La Unión Federal de Policía (UFP) denunciaba este sábado la seguridad defectuosa de la legación española: "La cercanía entre las casas y la calle es tal que algunas de sus terrazas tocan casi con el muro exterior del recinto, sin ningún tipo de distancia de seguridad. Eso hace que puedan ser fácilmente atacadas desde el exterior con un simple cóctel molotov".
Lo que solía ser la puerta principal está tapiada y se entra y se sale por una puerta lateral protegida por un portón de chapa sin ningún blindaje exterior. "Esa puerta se abría por medio de un portón eléctrico", dice la UFP. "Pero al romperse, el policía tenía que bajarse del vehículo. Mientras lo empujaba con la espalda, seguía apuntando con el arma. Dicha práctica se había hecho tan común que habían puesto una especie de tela en una parte del portón para evitar resbalarse al empujarlo".
A esa entrada se accedía por una calle lateral que no se había asfaltado y que estaba en muy mal estado. Los vehículos no podían circular a más de 30 kilómetros por hora.
El embajador español no reside en la legación sino dentro de la llamada zona verde: el perímetro protegido junto a la embajada de Estados Unidos en Kabul.
En el complejo de la embajada viven 17 personas: ocho encargadas de la seguridad, seis funcionarios administrativos y tres intérpretes afganos. El perímetro lo controlan entre 10 y 12 guardas afganos contratados por el Gobierno español.
El sindicato policial asegura en su nota que el personal diplomático que ha vivido y trabajado allí temía un ataque como éste: "Pensaban que si explotaba un coche bomba no iba a quedar nadie vivo dada la escasa distancia que separa la calle del edificio".
Esa impresión la refrendan varios diplomáticos consultados por EL ESPAÑOL, que recuerdan los balazos que recibió la embajada durante el ataque a un edificio cercano de la ONU en octubre de 2009.
Justo después del ataque, la periodista Mónica Bernabé entrevistó al diplomático español Carlos Lozoya, que mostraba en un vídeo los impactos de bala en su ventana y en la puerta de su salón. "Me han despertado unos fuertes tiroteos en la calle recién amanecido y los GEO nos han conducido al sótano de la vivienda", explicaba Lozoya, que ya no trabaja en la legación.
Después del ataque de 2009, el cónsul Marco Peñín admitía los problemas de seguridad: "La embajada se encuentra en un punto de la ciudad en el que carece de un complejo que le dé una protección externa. Por tanto el riesgo es evidente. Nos encontramos en un momento de remodelación tanto de los edificios como de la seguridad".
A pesar de estas deficiencias, el Gobierno español no trasladó la embajada a otro punto de la ciudad.
La reacción de Rajoy
Al principio Rajoy aseguró que el atentado no era "contra nosotros". Este sábado el Gobierno admitió en una nota que sí "fue un ataque contra España y contra su colaboración en la consolidación de la democracia en Afganistán".
Los diplomáticos consultados por este periódico atribuyen el ataque a la seguridad deficiente de la misión española, la única embajada occidental que no se encuentra dentro del perímetro de máxima seguridad de Kabul.
Los diplomáticos creen que la masacre marcará un antes y un después en la seguridad de las embajadas españolas en lugares peligrosos y recuerdan que nuestra misión en Bagdad también está fuera del perímetro de máxima seguridad.
Fuentes de la diplomacia española explican que la situación en Afganistán se ha deteriorado muy deprisa en los últimos meses y recuerdan una cifra: la partida del Departamento de Estado para la seguridad de las embajadas de EEUU es igual que el presupuesto total de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores.
Los talibanes dirigieron el ataque contra la embajada occidental peor protegida de Kabul.