“¿Ves esto?”, dice Abdur Rahman, de 60 años, mientras sostiene una larga lámina de metal doblado. “Es una pieza del coche que usaron en el ataque… ¡Y llegó hasta nuestro patio!”. Rahman, que trabaja en una oficina a un bloque y medio de la embajada de España en Kabul, cuenta a EL ESPAÑOL que se estaba sentando a la mesa para cenar con otras tres personas cuando ocurrió la explosión. “Ya te puedes imaginar lo grande y destructiva que fue”.
Al menos diez personas han muerto tras una batalla de 12 horas en la capital de Afganistán entre las fuerzas de seguridad locales y combatientes talibanes que atentaron el viernes contra un edificio adyacente a la embajada de España en el país.
Cuatro asaltantes perecieron, según el portavoz del Ministerio del Interior afgano, Sediq Sediqqi, junto con cuatro agentes de policía. Entre las bajas se encontraban también dos policías españoles, Isidro Gabino Sanmartín Hernández y Jorge García Tudela, según el Ministerio del Interior de España. Se trata del último episodio en una cadena de ataques por fuerzas insurgentes en Afganistán en la última semana.
La operación de los talibanes comenzó justo antes de las 18 hora local, cuando uno de los atacantes hizo estallar un coche bomba en frente de la embajada española y las casas de huéspedes. La potente onda rompió en un radio de tres bloques de edificios. Dañó viviendas, negocios e incluso una mezquita y bloqueó el acceso a las casas de huéspedes. La explosión vino acompañada de incesantes tiroteos entre fuerzas de seguridad y asaltantes.
El distrito de Shirpoor de Kabul, donde se produjo el atentado, acoge numerosas embajadas, ONG, hostales para extranjeros y afganos adinerados, así como la residencia del vicepresidente del país.
Cuando este diario se acercó alrededor de las 8 de este sábado hora local al lugar de los hechos, las autoridades estaban arrastrando los cuerpos de tres de los atacantes talibanes. Un soldado con cara de enfado pateó repetidamente la cabeza de uno de los talibanes muertos. El ambiente en la zona se ha distendido al extenderse la noticia de que el asalto había terminado, pero los vecinos y el personal de seguridad se hallan visiblemente desbordados por los acontecimientos que golpearon una de las zonas más seguras de la ciudad o incluso del país.
Con varios atentados recientes, incluido un ataque esta semana al aeropuerto de Kandahar, en el sur del país, en el que fallecieron cerca de 70 personas, las declaraciones del portavoz talibán debilitan más todavía las débiles condiciones de seguridad en Afganistán.
El presidente, en la cuerda floja
El atentado del viernes ha puesto más presión todavía sobre el presidente afgano, Ashraf Ghani. Los hechos ocurrieron momentos después de las reuniones del ‘Corazón de Asia’ en Islamabad, capital de Pakistán. Ghani confiaba en que las reuniones contribuyeran a revivir las conversaciones de paz entre el Gobierno paquistaní y los talibanes.
Tras los atentados junto a la embajada española, el Ghani ha recalcado que “no hay un movimiento talibán unido”. El presidente afgano ha subrayado también que es importante saber distinguir las distintas facciones de talibanes que compiten entre sí y “cuál está dispuesta a aceptar la paz y cuál no”.
Una posible ‘victoria’ para el presidente de Afganistán, que actualmente se enfrenta a una baja popularidad entre sus conciudadanos, fue la respuesta de las fuerzas especiales afganas, que lograron rescatar a 47 personas que estaban atrapadas en los edificios próximos al epicentro del ataque. Una docena de extranjeros se encontraban entre ellas, informa la agencia de noticias local Pajhwok.
Con la campaña contra el Estado Islámico en el norte, las crecientes amenazas a intereses locales y extranjeros en Afganistán, la reciente dimisión del jefe de los servicios de inteligencia afganos, Rahmatullah Nabil, y su popularidad cayendo en picado, Ghani se halla como la mayoría del país: desesperado y vulnerable.