Donald Trump, de la broma al fenómeno político del año
El candidato xenófobo termina 2015 al frente de los sondeos para las primarias republicanas y ha hecho trizas la política de EEUU.
30 diciembre, 2015 01:38Noticias relacionadas
Al principio, parecía sólo una broma, un espectáculo destinado a unas semanas, o, como mucho, unos meses de vida. Ahora, es en serio: Donald Trump, la figura más polarizadora de todas las que compiten por la Casa Blanca en las primarias de republicanos y demócratas ha sido el fenómeno político del año en Estados Unidos.
Amado y odiado, sin medias tintas, Trump ha cerrado 2015, su año, a la cabeza de las encuestas de preferencias entre los candidatos republicanos que pujan por la nominación presidencial. Tiene más seguidores en Twitter (5,47 millones) y Facebook (5,07 millones) que cualquier otro candidato, incluida la demócrata Hillary Clinton (4,99 millones en la primera red social; 2,1 millones en la segunda). Nadie más ha recibido tanta atención, y de nadie más se ha hablado tanto como de él. Su campaña, ridiculizada al principio –el Huffington Post comenzó a cubrirla en la sección de entretenimiento–, dejó hecho ruinas el escenario político.
Trump ha sabido capitalizar el hartazgo con el establishment de Washington y la frustración de la gente con su retórica populista. Ha insultado a todos: mujeres, mexicanos, musulmanes, Hillary Clinton, y a cada uno de sus rivales republicanos. Contra el terrorismo yihadista, su propuesta parte de prohibir la entrada a todo musulmán al país.
Para la inmigración irregular, su solución es una "gran muralla" de Estados Unidos con México y que la pague el país vecino.
En Google, la búsqueda “Donald Trump insultos” (en inglés) arroja 3,7 millones de resultados. La revista Time creó un “generador de insultos” en su página web: basta escribir un nombre, y la página devuelve un insulto a esa persona escrito como un mensaje de Trump en Twitter, su canal predilecto.
Nada de eso ha golpeado su popularidad. Después del presidente, Barack Obama, Trump ha sido, junto al papa Francisco, el hombre más admirado de Estados Unidos este año, según la encuestadora Gallup. Su caída, predicha una y otra vez, nunca llegó, y la misma pregunta sobrevive desde hace meses a todo lo que dice: ¿hasta dónde llegará?
El avance de Trump ha dejado al descubierto las divisiones latentes en Estados Unidos. Alan Hans, un veterinario de 67 años, miraba atónito un domingo a mediodía a unas personas que se gritaban durante una manifestación en contra de Trump en la Quinta Avenida, a las puertas de la Trump Tower. Una mujer, partidaria del empresario, sostenía una pancarta: “Detengan la invasión, cierren la frontera”. Le gritaba a dos mexicanos; uno de ellos alzaba otro cártel: “Mantengan la calma, no soy un terrorista”.
“Es triste. Estoy avergonzado de Estados Unidos, y de esta gente que muestra tanto odio. Estaba enterrado, pero Trump lo está revolviendo”, dice Hans a EL ESPAÑOL. “Primero, fue un chiste. Ahora da miedo. Es cada vez más grave, y estoy empezando a preocuparme”, cerró.
A unos pasos, Graham Haskins, 61 años, apoyaba al empresario usando una gorra blanca con el ya mítico eslogan de campaña del empresario: "Make America Great Again" ("Vuelva a hacer grande a EEUU"). Haskins ofrece un argumento repetido para explicar el ascenso del excéntrico magnate: “Dice lo que todo el mundo piensa. Obliga a que la gente diga si o no, corta a través de la corrección política. Ésa es su mayor fortaleza”.
Las divisiones que ha provocado Trump han llegado incluso al mundo del espectáculo. El cineasta Michael Moore le dedicó una extensa crítica en las redes sociales y fue a la Torre Trump por cuentra propia con un cártel que decía: “Somos todos musulmanes”. Kenny Rogers, leyenda viva de la música country, icono cultural de la primera potencia global, reconoció su devoción por el empresario en una entrevista con el Guardian: “Realmente me gusta. Creo que su problema es que dice lo que todos quieren oír, pero no lo dice bien. Me encanta lo que dice, tengo que admitirlo”.
Otros piensan distinto. Creen que la apelación de Trump al miedo y al odio sólo dañará al país al profundizar en las divisiones que han estado latentes a lo largo de la historia de Estados Unidos, y que otros líderes –entre ellos, el presidente Barack Obama– han intentado atenuar.
Jaime González, 48 años, cocinero, mexicano, y el hombre en la manifestación de la Quinta Avenida que afirmaba no ser un terrorista, es uno de ellos. El rechazo a los inmigrantes y la obsesión por la frontera han sido dos alfiles de la campaña de Trump. Cerca de González, una mujer agitaba a gritos otro cartel: “Hasta el cielo tiene puertas”.
“Nos odian, y los mexicanos sólo trabajamos”, defiende Gónzalez. “Trump no es una amenaza política, pero está haciendo que las personas saquen su odio. Está despertando su odio. Eso es lo más berraco”.
El economista Paul Krugman aseguró en el New York Times que el fenómeno Trump no es casual. “Es importante darse cuenta de que [Trump] no es alguien que se entrometió desde un universo alternativo en la política del partido republicano. Él, o alguien como él, es hacia donde el partido se ha dirigido por mucho tiempo”.
Pocos se atreven a pronosticar hasta dónde llegará el magnate inmobiliario. Su candidatura ya ha tenido un efecto concreto: el senador por Texas, Ted Cruz, favorito del Tea Party y con una retórica tan divisiva como la de Trump, ha ascendido en las encuestas hasta posicionarse en el segundo puesto, seguido de cerca por el senador por Florida, Marco Rubio. Quién de ellos tres se quedará con la nominación es una pregunta que los votantes comenzarán a responder en Iowa en febrero.