“Comparado con Guzmán, Al Capone parece un aficionado”. Con estas palabras se refirió en 2013 el presidente de la organización contra la delincuencia Chicago Crime Commission a Joaquín Guzmán Loera, conocido como El Chapo, el narcotraficante más buscado del mundo que este viernes fue capturado en México tras seis meses a la fuga.
Ese mismo año, el grupo y la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) otorgaron a Guzmán, líder del mexicano cártel de Sinaloa, el título de enemigo público número uno de la urbe, un "reconocimiento" que sólo había recibido el notorio gánster de la época de la ley seca Al Capone.
“Pese a que Chicago está a 1.500 millas de México, el cártel de Sinaloa está tan enraizado en la ciudad que las fuerzas de seguridad locales y federales se ven obligadas a operar como si estuvieran en la frontera”, dijo entonces Jack Riley, agente especial encargado de la división local de la DEA.
Guzmán perdió el título del principal enemigo público de Chicago en 2014 cuando fue detenido y encarcelado en la prisión de máxima seguridad de El Altiplano, en México. No tardó en recuperarlo. Al poco de fugarse del penal el pasado julio a través de un túnel de kilómetro y medio de longitud, la llamada Ciudad del Viento volvió a situarlo a la cabeza de su lista negra.
Guzmán afronta cargos en el estado de Illinois, que alberga a Chicago, y en otros como Nueva York, Florida, Texas o Arizona. El tribunal federal en Chicago lo ha acusado formalmente dos veces. Pero, por ahora, El Chapo no ha puesto pie en un tribunal estadounidense. Aunque eso podría cambiar. El domingo, México inició procedimientos formales de extradición. Las autoridades informaron de que Interpol había entregado al narcotraficante dos órdenes con fines de traslado a Estados Unidos. México ha advertido, sin embargo, que la extradición podría demorarse hasta un año.
Los documentos de acusación del tribunal federal para el distrito norte de Illinois y otras cortes federales describen con detalle la actividad de Guzmán en Chicago y el conjunto del país. Los delitos por los que lo reclama Estados Unidos van desde el tráfico de drogas hasta la obtención ilegal de armas y la comisión de todo tipo de actos violentos.
El Chapo, líder de la facción Guzmán-Loera del cártel de Sinaloa, dirigía la red de tráfico desde México junto a su socio Ismael Zambada García, líder de otra facción. La droga llegaba de América del Sur a México por todo tipo de vías, desde submarinos a aeronaves. Luego, toneladas de narcóticos pasaban al otro lado de la frontera, a través de coches, camiones o túneles, describe un escrito de acusación de 2013.
El hijo de El Chapo, Alfredo Guzmán Salazar, conocido como Alfredillo, formaba parte de la trama. “Actuaba como coordinador logístico, coordinaba envíos de kilos de cocaína y heroína a los Estados Unidos en representación de Joaquín Guzmán Loera y la facción Guzmán-Loera, así como la entrega de grandes cantidades de dinero estadounidense a Joaquín Guzmán Loera y la facción Guzmán-Loera de sus clientes en Estados Unidos”, indica otro auto de acusación de 2008.
Conexiones locales
El Chapo tenía un importante distribuidor en Chicago que lo ayudaba a vender su mercancía en la ciudad y en otras localidades del país: los hermanos gemelos Pedro y Margarito Flores y sus secuaces, la Flores Crew. “En algunos momentos durante la conspiración, la Flores Crew obtuvo y distribuyó desde Chicago, Illinois, y otros lugares entre 1.500 y 2.000 kilos de cocaína al mes de media”, describe el documento de 2008.
En ciertas ocasiones, los Flores recibían envíos en Los Ángeles, California, donde sus conductores de camiones transportaban cocaína y heroína al área de Chicago para su distribución. Allí, usaban almacenes para guardarla.
Chicago se convirtió en un centro de distribución de droga para El Chapo. “La Flores Crew vendía la heroína y la cocaína a clientes mayoristas en el área metropolitana de Chicago así como a clientes en las áreas de Detroit, Michigan; Cincinnati, Ohio; Philadelphia, Pennsylvania; Washington; Nueva York, Nueva York; Vancouver, Columbia Británica (Canadá); Columbus, Ohio; y otros lugares”, dice el auto de acusación. “Los clientes mayoristas en estas áreas distribuían la cocaína y heroína a otras zonas”.
El dinero recaudado viajaba luego hacia el sur a través de la frontera y acababa en los bolsillos del Chapo y el cártel de Sinaloa, cuyos ingresos anuales fueron en 2013 más de 3.000 millones de dólares, según la revista Forbes.
La documentación indica que los subordinados del Chapo usaban la violencia para controlar a sus distribuidores en Estados Unidos, como los hermanos Flores, si hacían negocios con cárteles rivales.
Los hermanos Pedro y Margarito Flores, sin embargo, decidieron cooperar con las autoridades estadounidenses, grabando incluso llamadas telefónicas del propio Chapo, según el Chicago Tribune. La colaboración de los traficantes de Chicago llevó a la acusación de numerosos líderes del cártel de Sinaloa, incluido el hijo del principal socio de Guzmán.
El escrito de acusación de la Corte Federal en Chicago de 2013 describe cómo el dinero se blanqueaba en Estados Unidos antes de emprender la ruta hacia América Central. Los métodos para enviarlo de vuelta a México incluían el “tráfico en efectivo, depósitos bancarios [o] transferencias”.