En 2009, Barack Obama llegó con dos promesas a la Casa Blanca: transformar al país y cerrar la brecha partidaria, uniendo a demócratas y republicanos. A punto de dejar la presidencia, Obama puede decir que ha cumplido sólo una de ellas.
“Es uno de los pocos remordimientos de mi presidencia”, ha dicho Obama, en su último mensaje al Congreso de Estados Unidos, “que el rencor y la desconfianza entre los partidos haya empeorado, en lugar de mejorar.”
Obama ha dedicado su séptimo discurso del Estado de la Unión a describir el legado de su presidencia –una de las más progresistas de la historia moderna de Estados Unidos–, y ofrecer una visión optimista sobre el futuro del país. Obama ha insistido en uno de sus pilares políticos: la llamada a la unidad de los estadounidenses. Pero también ha acusado a los republicanos de promover el miedo y distorsionar la realidad, con lo que ha dejado al descubierto las divisiones que han paralizado Washington.
En 2017, Barack Obama dejará un país más igualitario y con una economía mucho más sólida que la que recibió de George W. Bush, jaqueada por la crisis financiera global. Pero también dejará un país mucho más polarizado.
Obama se ha preocupado en su discurso de destacar la recuperación de la Gran Recesión que siguió a la debacle financiera del otoño de 2008. El contraste con su primer discurso ante el Congreso, a principios de 2009, no podría ser mayor: la economía de Estados Unidos, que perdía más de 800.000 empleos por mes, ya ha creado más de 14 millones de puestos de trabajo.
“Cualquiera que diga que la economía está en declive, vende ficción”, ha toreado el mandatario, en una línea dirigida a los republicanos.
La recuperación económica y el salvamento a la industria automotriz fueron dos grandes logros domésticos. Su éxito más importante, sin embargo, fue su reforma de salud, la iniciativa más detestada por los republicanos, que permitió a 17 millones de estadounidenses acceder a un seguro de salud. Hoy, por primera vez en la historia, más del 90% de la gente tiene algún tipo de cobertura.
No fue todo. Obama reformó a Wall Street, impulsó medidas para favorecer la igualdad de género, respaldó el matrimonio igualitario y permitió el avance de la legalización del cannabis. Fue un férreo defensor de elevar el salario mínimo, y redujo las desigualdades del sistema impositivo al elevar los impuestos a los más ricos.
Su política exterior, para muchos, el flanco más débil de su presidencia, dejó varios logros: terminó la guerra de Irak; quebró a Al Qaeda y eliminó a su líder, Osama Bin Laden; descongeló el vínculo con Cuba –y, por defecto, se acercó a América latina–; firmó el acuerdo climático de París y un acuerdo nuclear con Irán. Optó por la diplomacia antes que por el uso del poder militar, que restringió a costa de críticas, sobre todo, por la guerra civil en Siria.
Sus logros, que lo convirtieron en uno de los presidentes más progresistas de la historia de Estados Unidos, no desterraron la división que el jefe de la Casa Blanca provoca en los estadounidenses: un 45% aprueba su gestión, contra un 50% que la desaprueba, según la encuestadora Gallup. Su popularidad es superior a la de George W. Bush, que dejó el país con dos guerras, hundido en la peor crisis desde la Gran Depresión, pero inferior a la del demócrata Bill Clinton y el republicano Ronald Reagan.
Durante su presidencia, la opinión que los demócratas tienen de los republicanos y los republicanos de los demócratas empeoró. El país se polarizó, un fenómeno que tuvo como máximo símbolo el surgimiento del movimiento ultraconservador Tea Party.
Esa polarización se reflejó en Washington. Pese a promover la unidad, Obama rara vez ha logrado conciliar con los republicanos en el Congreso: fracasó con la reforma migratoria, el aumento del salario mínimo o la ampliación de controles a las armas de fuego. Una y otra vez, los republicanos intentaron aniquilar su reforma de salud.
Ayer, Obama ha insistido en que el futuro del país depende de “arreglar la política”, y ha dejado en claro que la inclusión debe prevalecer por sobre la exclusión si Estados Unidos desea seguir siendo un líder global.
“Han habido quienes nos han dicho de temer al futuro; quienes afirmaron que podíamos frenar el cambio de golpe, prometiendo restaurar la gloria pasada si sólo ponemos a algún grupo o una idea que amenazaba a Estados Unidos bajo control. Y cada vez, superamos esos miedos”, ha afirmado el mandatario.
“Hicimos que el cambio funcionara para nosotros, extendiendo siempre la promesa de Estados Unidos hacia el exterior, a la próxima frontera, a más y más gente. Y debido a que lo hicimos, porque vimos oportunidades donde otros sólo veían peligro, salimos más fuerte y mejor que antes”, ha completado.
Fue uno de los mensajes dirigidos a los republicanos, en particular, los dos candidatos presidenciales que lideran las encuestas, Donald Trump y Ted Cruz.
Obama no ha dejado de lado su deseo cooperación entre partidos pese a esos ataques.
“Una mejor política no significa que tengamos que estar de acuerdo en todo –ha afirmado. Pero la democracia requiere de lazos básicos de confianza entre sus ciudadanos”.