En el centro de reclutamiento militar de Vincennes en París, los jóvenes siguen llegando en masa desde el mes de noviembre. A Adrien S. le gusta el baloncesto. Nada profesional, dice, pero conoce al entrenador del pabellón de su barrio de extrarradio, y a veces le deja jugar un par de partidos con los chicos. Tiene casi 21 años y un objetivo que ha ido ganando fuerza en los últimos meses: “Quiero ser útil, servir a mi país”.
Los atentados que golpearon a la juventud parisina el pasado 13 de noviembre terminaron de convencerle de que había hecho lo correcto comenzando su proceso de selección para el Ejército de Tierra. “En septiembre tomé la decisión de alistarme”, cuenta. “En mi caso, los ataques de noviembre todavía no habían tenido lugar, pero sí me influyeron los de Charlie Hebdo”.
Su familia le apoyó. En cuanto a sus amigos, el joven confiesa que los que se mostraban escépticos después del verano parecen ver hoy con mejores ojos su iniciativa. “Creo que hasta los atentados de Charlie Hebdo, la imagen que el ciudadano tenía del Ejército era demasiado dura. Lo que está pasando en nuestro país les está llevando a desbloquearse un poco en este sentido”.
Cuenta que cuando aquel viernes de noviembre, mientras cenaba en familia encendió la televisión, supo que había tomado la decisión correcta y se sintió orgulloso de haber dado ya los primeros pasos para formar parte del Ejército de Tierra. “Tuve que hablar durante más de tres horas por teléfono con un amigo americano que se escondía en un bar cerca del Carrillon [una de las terrazas situadas junto al Canal Saint Martin afectadas por el tiroteo]. Intentaba explicarle qué pasaba ahí fuera, pero me di cuenta de que ni yo mismo lo comprendía”, recuerda.
A Adrien le gustaría combatir al autodenominado Estado Islámico desde una de las plataformas que más favorece su expansión: internet. “Si consigo pasar todas las pruebas, mi candidatura irá a los puestos de informático. La guerra contra la propaganda yihadista es esencial para paliar este problema”, dice.
Asegura que no tiene miedo. Sabe que a pesar de su deseo de especializarse en la informática dentro del Ejército, su contrato especifica que puede ser enviado en misión en cualquier momento: “Para eso estoy aquí, para que me formen y ser útil en cualquier terreno, pero la guerra electrónica es la que más me interesa”.
Es lo único que puedo hacer
Adrien no piensa que la militar sea la única vía de erradicar el yihadismo, aunque la considera ineludible. “Sé que hay medidas políticas que tomar. Pero si yo decido alistarme, es porque a nivel individual esto es lo único que puedo hacer”.
Hoy Adrien viene al Centro de Reclutamiento de Vincennes, París, a someterse a las pruebas físicas. Espera al oficial que se va a encargar del examen, y mientras contesta las preguntas de EL ESPAÑOL, mira continuamente nervioso el reloj y la puerta. Hace unos días validaron su evaluación médica y la próxima semana realizará los tests psicotécnicos, los más importantes para el puesto que desea ocupar en el futuro. Si todo sale bien, dice, dentro de algo más de un año será un soldado preparado para combatir el terrorismo. Éste ha sido el aliciente que ha servido de detonante para miles de jóvenes franceses desde noviembre.
Así lo ratifica el coronel Dosseur, que recibe a este periódico en su despacho del Fuerte de Vincennes, donde está situado uno de los múltiples centros de reclutamiento que se vieron desbordados desde el lunes siguiente a los atentados de París. “A nivel nacional, antes el Ejército de Tierra recibía entre 100 y 150 jóvenes interesados en convertirse en soldados”, explica. “Lo que pasó el mes de noviembre fue un récord histórico. Jamás habíamos visto algo así. Las semanas que siguieron al 13 de noviembre, cada día, más de 1.700 jóvenes franceses venían dispuestos a alistarse”.
Dosseur insiste en que el proceso es más complicado de lo que muchos de estos candidatos imaginan. “Es una de las razones por las que un porcentaje de las candidaturas se queda en el camino. Son jóvenes, y en ocasiones vienen con una idea fija de cómo servir a su país. Francotirador, piloto... Cuando se dan cuenta de que hay un estudio de su candidatura, una comisión, unas pruebas físicas y psicológicas, y que a raíz de ahí se les asigna la misión que corresponde a su perfil...” -el coronel ladea la cabeza- “ya le digo: son jóvenes”.
Todos quieren salvar su país
Aunque Dosseur no quita mérito a la intención de estos candidatos, reconoce que a muchos de ellos les ha movido la emoción. He ahí la misión de su organismo: filtrar. Cuenta además que no sólo los jóvenes se desplazaron a los centros de reclutamiento tras el 13 de noviembre. También militares jubilados, o simples ciudadanos con un interrogante común: “¿Qué puedo hacer?”
El coronel comprende esta llegada masiva de candidatos, que hoy se ha estabilizado en torno a los 800 al día a nivel nacional. “Han tocado su país, y a diferencia de lo que sucedió con Charlie Hebdo, han atacado sus calles, sus bares, sus costumbres”. También asegura que desde noviembre ha escuchado un sinfín de veces el argumento “quiero ser útil”, un hecho que en sí mismo, dice, es de admirar. “Pero en algunos casos dará lugar a la formación de excelentes soldados, y en otros se quedará en las simples ganas de salvar a su país”.
Aunque más de 170.000 jóvenes se han informado sobre su posible alistamiento en 2015 (frente a 120.000 en 2014), el coronel Dosseur precisa que tan sólo 35.000 candidaturas han llegado a buen puerto. El año más sangriento del hexágono también ha marcado un aumento de los efectivos: 15.000 puestos frente a los 10.000 del año anterior. Además, el presidente François Hollande anunciaba esta misma semana la creación de 2.300 más en 2016 y su intención de incrementar la cifra de reservistas en 12.000 efectivos. “Son medidas de seguridad que tranquilizan al ciudadano después de los atentados”, explica Dosseur. Y matiza: “Lo que no se sabe es que el proceso de selección y formación de estos soldados hace que éstos no ejerzan como tal hasta dentro de un año o un año y medio”.
No estamos acostumbrados al aplauso
Pero este éxito no siempre ha acompañado a la imagen de los militares. El coronel Dosseur recuerda el momento en que, tras los atentados de enero de 2015, millones de manifestantes se fundieron en un aplauso multitudinario ante la llegada de las fuerzas del orden. “Muchos compañeros venían a comentármelo. Jamás habíamos visto algo así. Siempre ha existido esa distancia entre el ciudadano y el militar o el policía”, cuenta. “Parece que ya no se nos ve desde la represión. Los atentados han roto esos muros”. Dosseur confiesa sonrojado que desde hace dos meses, los más de 10.000 soldados que vigilan estaciones y lugares turísticos del país no han cesado de recibir palabras de reconocimiento.
“No estamos acostumbrados al aplauso”, ríe. “Se agradece, pero es nuestro trabajo. Velar por la seguridad de los franceses. Ahora nos ven más, porque estamos por las calles de París, Marsella, Lyon... Pero también hemos estado protegiéndolos cuando no nos veían y estábamos en misión exterior”. A este respecto, las últimas medidas anunciadas por Hollande esta semana venían acompañadas de su reconocimiento a los más de 100.000 militares, esto es, la mitad de los efectivos a nivel nacional, que han dedicado en 2015 más de 200 días en misiones exteriores e interiores. “Más de seis meses fuera de sus domicilios. Pocos oficios son tan exigentes”, precisaba Hollande en rueda de prensa.
Este éxito también se ha traducido en una esfera más próxima a esos jóvenes interesados en alistarse: las redes sociales. La página de Facebook del Ejército de Tierra sumaba poco más de 400.000 seguidores antes del mes de noviembre; hoy supera los 480.000. Algo parecido sucede con LinkedIn, donde el organismo ha pasado de 2.000 contactos a más de 10.000.
Antes de Charlie Hebdo, los militares no éramos prioritarios
“¿Hasta cuándo va a durar esta nueva etapa en el Ejército? Eso es siempre la incógnita. Antes del atentado en Charlie Hebdo estábamos en deflación de efectivos. Éramos un poco la variable de ajuste entre ministerios, allí donde se recortaba un poco más para que salieran las cuentas. No éramos prioritarios”, confiesa el coronel Dosseur.
Tan sólo un 30% de los miembros del Ejército de Tierra tiene estatus de funcionario. El restante 70% es reclutado bajo contratos renovables de 2, 5 o 10 años. Esta situación es la que permite a los ministerios de Interior, Defensa y Asuntos Exteriores reducir o ampliar personal en función de las necesidades de seguridad del momento.
“Nos dirán, como en el caso actual, que necesitan un Ejército más numeroso, o que quieren reducir personal... Algo que evidentemente es mucho más fácil cuando el estatus es un contrato de un año que un puesto de funcionario”. Dosseur no esconde su asombro al ver que la seguridad de los ciudadanos en un contexto como el actual sigue dependiendo de lo que él llama “la guerra de presupuestos entre ministerios”.
Pero la nueva actitud de Hollande hacia las fuerzas del orden no es anodina. Si bien es cierto que ésta responde a un contexto jamás atravesado en el país, Dosseur recuerda que la nueva política del Ministerio de Defensa sirve, por extensión, al Ministerio de Empleo. “El Gobierno ha comprendido que crear puestos de trabajo en el Ejército también les ayudará a terminar la legislatura con algo menos de paro”.