Muchos interrogantes y un año después, Argentina todavía ignora si el fiscal Alberto Nisman (51 años), se voló la cabeza de un pistoletazo o fue víctima de un magnicidio en enero de 2015, después de haber acusado a la entonces presidente peronista Cristina Kirchner de complicidad con Irán en un atentado terrorista.
Tanto para la juez y como para la fiscal del caso, Fabiana Palmaghini y Viviana Fein, respectivamente, no hay indicios suficientes de que haya sido un asesinato, se trata de una muerte dudosa. Sin embargo, la mayoría de los argentinos, según las encuestas de opinión, está convencida de que a Nisman lo ejecutaron.
Más allá de la pesquisa judicial -lenta y con rodeos-, la gente cree en la ‘verdad’ mediática. Y opina que nunca se sabrá qué le pasó a Nisman, igual que sucede con el atentado a la mutual judía AMIA, que en 1994 causó 85 muertos y 300 heridos pero dos décadas más tarde aún sigue impune.
En las tertulias de las cafeterías de Buenos Aires pueden oírse toda clase de hipótesis conspiratorias. Desde que ha sido una operación del Mossad o la CIA hasta un sicario de Teherán, pasando por espías de la central de inteligencia cesados que tomaron revancha contra la presidenta.
Los hechos
Nisman acusó en 2006 a un ex presidente y siete ex altos cargos de Irán de idear y organizar el ataque a la AMIA, supuestamente ejecutado por un terrorista de Hezbollah que se habría inmolado chocando una furgoneta bomba contra el edificio de la mutual, en la calle porteña Pasteur al 600.
El chófer suicida que iba al mando de la Renault Traffic habría sido el libanés Ibrahim Hussein Berro y trozos de tejido humano suyo habrían aparecido entre los restos de la furgoneta, según un informe elaborado por agentes del FBI que viajaron a Buenos Aires.
Teherán negó aquella imputación y se mofó de Nisman, acusándolo de copiar y pegar informes de Estados Unidos e Israel. No obstante, el fiscal consiguió que la Interpol emitiera órdenes de busca y captura contra cinco de los iraníes, con los consiguientes problemas para ellos si querían salir de su país.
Ante la parálisis de la investigación, en 2012 el gobierno de Kirchner y su par de Irán suscribieron un acuerdo para que el juez del caso AMIA pudiera interrogar a los sospechosos en Teherán. Pero la iniciativa nunca se implementó porque el parlamento persa no la aprobó.
Tres años después de aquel convenio, el 14 de enero de 2015, Nisman presentó una denuncia en Buenos Aires contra la presidenta Cristina Kirchner y varios ministros de su gobierno. Los acusó de "decidir, negociar y organizar la impunidad de los prófugos iraníes en la causa AMIA, con el propósito de fabricar la inocencia de Irán" en base a "intereses geopolíticos y comerciales”, es decir, montar negocios.
De inmediato los diputados opositores convocaron a Nisman a la comisión de Legislación Penal, para el lunes 19 de enero, a dar detalles de la denuncia contra la Jefa de Estado. El entonces ministro de Exteriores, Héctor Timerman, cuestionó al fiscal y exhibió un mail de un ex director de Interpol que confirmaba que el pedido argentino de busca y captura contra los iraníes seguía vigente.
El sábado 17 de enero Nisman permaneció encerrado en su piso del barrio Puerto Madero preparando su alocución en el parlamento. Hablo por teléfono con periodistas, políticos y miembros de la comunidad judía. Y recibió a su colaborador informático, Diego Lagomarsino, quien luego aseguró que le llevó una pistola a petición del fiscal para la seguridad de sus hijas cuando volviera al país, pues estaban de vacaciones en Europa.
El fiscal, que vivía en la planta 13 de una lujosa torre, Le Parc, indicó a dos de los diez escoltas que le había puesto el gobierno, que pasaran a recogerlo al día siguiente a las 11 de la mañana. Los policías Armando Niz y Luis Miño le llamaron a esa hora del domingo 18 y el fiscal no respondió.
Aunque tenían la misión de proteger al funcionario judicial, dejaron que pasara el tiempo. Por la tarde subieron hasta la planta 13 a golpear la puerta de Nisman y no hubo respuesta. Por la noche llamaron a la madre del fiscal, Sandra Garfunkel, y a un cerrajero que allanó el acceso.
Al ingresar, encontraron a Nisman muerto. El cadáver estaba tendido en el piso del cuarto de baño, sobre un gran charco de sangre y apoyado en parte sobre la puerta, por lo que debieron empujarla. El cuerpo presentó un disparo en la cabeza. La pistola que le había entregado Lagomarsino y un proyectil aparecieron al costado.
La necropsia estableció que la distancia del disparo fue a un centímetro del cráneo, detrás de la oreja. Las pericias aseguraron que no había huellas de ninguna otra persona en el cuarto de baño: Nisman estuvo sólo al morir.
Kirchner reaccionó con un mensaje por cadena nacional. Aseguró que al fiscal lo asesinaron para perjudicarla a ella: “Estoy convencida de que no fue suicidio. No tengo pruebas pero tampoco tengo dudas”, dijo a pesar de que se supone que sabe, como abogada, que no debiera hablar sin probanzas.
Y a la vez la mandataria apuntó al informático Lagomarsino, que, según dijo, la criticaba en las redes sociales. También reformó la Secretaría de Inteligencia y cesó a un espía jefe, Antonio Stiusso, un veterano que provenía de la época de la dictadura (1976-1983) y trabajaba con Nisman en el caso AMIA.
Los interrogantes
La hora de la muerte de Nisman es aún un enigma. Los análisis de los forenses oficiales aseguran que ocurrió en la mañana del domingo. Pero los peritos de la querella -ex esposa e hijas- sostuvieron que fue el sábado por la noche, con lo cual Lagomarsino quedaría comprometido.
La recogida de elementos en el piso de Nisman es una fuente de contaminación porque no se resguardó la escena del hecho. Aquella noche pasaron unas 30 personas por el piso. Incluso el secretario de Seguridad, Sergio Berni, llegó antes que la fiscal.
La pistola marca Bersa, del calibre 22, que Lagomarsino aseguró haber prestado a Nisman y apareció junto al cadáver, según las pericias, no dejó rastros de pólvora en las manos del fiscal, pese a que ese tipo de arma habitualmente los deja en quien dispara.
Tampoco se encontraron huellas en la pistola ni el piso de Lagomarsino, que concurrió dos veces al lugar a pedido de Nisman. Aunque parece un personaje central, el informático sólo está imputado de un delito menor: haber prestado el arma registrada a su nombre al fiscal.
La fiscal Fein había anunciado a mediados de 2015 que emitiría su dictamen tras las elecciones presidenciales del 25 de octubre. Pero nunca se pronunció. En diciembre, la juez Palmaghini la apartó y se hizo cargo de conducir hacia adelante la pesquisa.
Para Sandra Arroyo Salgado, juez federal y ex esposa de Nisman, que sostuvo fuertes enfrentamientos con la fiscal Fein y viene reclamando que intervenga la justicia federal, a su ex marido “lo mataron, fue un magnicidio" por sus investigaciones en la causa AMIA.
Así, en medio del océano de preguntas en que naufraga el caso Nisman, el nuevo presidente de Argentina, el liberal Mauricio Macri, ha querido dar una señal de confianza a la población. Este sábado recibió en su casa de fin de semana a las hijas del fiscal, Iara y Kala Nisman, de 16 y 11 años.
Y les expresó a ambas chicas “su intención de hacer justicia" con la memoria de su padre, así como "el reconocimiento del Estado por la labor que realizó desde que fue puesto al frente de la investigación que continuó hasta el momento de su muerte, que trata de esclarecerse", según indicó un comunicado de la Casa Rosada.