La tregua ha durado poco más de un año. La posible independencia de Flandes vuelve a estar en la agenda de la política belga. El partido independentista flamenco N-VA, dirigido por Bart De Wever, ganó las elecciones de 2014. Pero en lugar de insistir en sus demandas secesionistas, decidió integrarse en el Gobierno federal belga, en una coalición a cuatro bandas con los liberales valones -cuyo líder, Charles Michel, es el primer ministro- y los liberales y democristianos flamencos. La condición era no plantear nuevas reformas del Estado en toda la legislatura, es decir, hasta 2019.
Pero desde principios de este año, el debate secesionista ha vuelto a reactivarse. La primera piedra la lanzó la ministra flamenca de Asuntos Sociales, Liesbeth Homans. En un programa de televisión sobre predicciones de lo que ocurrirá en los próximos cinco años, Homans dijo que 2020 es demasiado pronto para la separación de Flandes y Valonia. “Espero que Bélgica deje de existir en 2025”, agregó.
Pocos días después, el propio De Wever publicó un comunicado en el que apostaba por reactivar la reflexión sobre la reforma del Estado belga, con el fin de avanzar hacia un modelo confederal, con la mayoría de poderes cedidos a las regiones (Flandes y Valonia) y mínimas competencias en el gobierno central. El líder de la N-VA respondía así a las críticas del Movimiento Flamenco, una organización equiparable a la Asamblea Nacional Catalana, por haberse olvidado de la independencia tras llegar al Gobierno.
De Wever admitió que las críticas estaban “en parte” justificadas, y encargó a dos dirigentes del partido, Hendrik Vuye y Veerle Wouters, que preparasen propuestas para avanzar hacia el confederalismo. La pausa en la reforma del Estado “no significa que el movimiento flamenco deba detenerse; y mucho menos que la batalla de ideas deba interrumpirse”, escribió el líder de la N-VA en una declaración que ha revolucionado al Gobierno belga. El primer ministro, Charles Michel, se ha visto obligado a recordar que hasta 2019 no habrá más descentralización y el líder de los socialistas valones, Elio di Rupo, le acusó de gobernar con los que quieren destruir el país.
¿Un movimiento estratégico?
Entre 1970 y 2011, la estructura del Estado belga se ha reformado seis veces, todas ellas hacia una mayor descentralización y autonomía para Flandes y Valonia, con la capital, Bruselas, como invitada incómoda. La región flamenca, más rica y con mayor potencia comercial, se queja de tener que financiar a los valones, con menor renta y en proceso de reconversión industrial. La apoteosis del enfrentamiento se vivió tras las elecciones de 2010, cuando Bélgica batió todos los records al tardar 541 días en formar Gobierno.
La reactivación de las demandas independentistas por parte de De Wever es un “movimiento estratégico” y prácticamente un “show político” que “no debe cegarnos”, según explica a EL ESPAÑOL el director del departamento de Ciencia Política de la Universidad de Gante, Carl Devos. La N-VA ha evolucionado en los últimos años desde un partido puramente separatista hacia una formación de carácter liberal-conservador que ofrece a los votantes propuestas en materia de inmigración, reforma económica o defensa. Su objetivo es ampliar su base electoral, ya que el independentismo sólo atrae a entre el 10%-12% de los electores en Flandes.
¿Por qué se reactiva entonces el debate secesionista? Para Devos hay varios motivos. En primer lugar, De Wever quiere acallar las crecientes críticas del Movimiento Flamenco. De paso, resuelve un problema político, ya que el encargado de preparar las propuestas confederales, Hendrik Vuye, abandona la dirección del grupo parlamentario de la N-VA, donde era cada vez más contestado. Finalmente, intenta frenar la caída en los sondeos y el trasvase de votos a la extrema derecha del Vlaams Belang.
“A la N-VA le gusta retratarse como un partido diferente a los demás. Y al entrar en el Gobierno han perdido parte de su atractivo, de su frescura. Ya no parecen tan diferentes. Y una forma de reinventarse, de recuperar esa imagen de partido político rebelde, es referirse de nuevo al confederalismo”, explica el politólogo belga. A su juicio, el hecho de que las reformas no se activen de inmediato sino que la única iniciativa sea estudiar posibles medidas para el futuro demuestra el escaso entusiasmo de la N-VA sobre esta cuestión.
La influencia del proceso catalán
El proceso independentista en Cataluña influye en el Movimiento Flamenco, que se queja de estar quedándose atrás, pero los dirigentes de la N-VA intentan desvincularse de lo que sucede en Barcelona. Ninguno de ellos ha propuesto en público a Cataluña como ejemplo a seguir, ni ha planteado un referéndum unilateral ni convertir las próximas elecciones regionales en un plebiscito sobre la independencia, resalta Devos. “La influencia está entre extremadamente limitada e inexistente”, apunta.
El único líder nacionalista importante que se ha referido expresamente al caso catalán ha sido el ministro del Interior, Jan Jambon. El ministro ha dicho en una entrevista al periódico De Morgen que una independencia unilateral de Cataluña supondría un problema “muy difícil” para el Gobierno belga, que incluso podría provocar su caída. La N-VA se aprestaría a reconocer al nuevo estado catalán, mientras que los liberales valones de Charles Michel se negarían a menos que el Gobierno español aceptara la secesión.