La campaña para que Reino Unido salga de la UE ha cobrado impulso gracias al respaldo de Boris Johnson, uno de los políticos británicos más carismáticos y populares. Su correligionario y primer ministro, David Cameron, que apoya la pertenencia a la Unión, ha contraatacado cuestionando los auténticos motivos del alcalde de Londres. “No me presento a la reelección. No tengo otra agenda que no sea defender lo que es mejor para nuestro país”, ha dicho Cameron este lunes durante un debate en el Parlamento británico. Acusa así a Johnson de apoyar el ‘Brexit’ sólo para desbancarle como líder de los conservadores británicos.
La perspectiva del ‘Brexit’ asusta a los mercados. La libra ha marcado su nivel más bajo respecto al dólar en siete años por la inquietud sobre la posible salida de Reino Unido de la Unión. Y la agencia de calificación de riesgos Fitch ha avisado de que la victoria de la opción de dejar la UE provocaría costes económicos a corto plazo y tendría además importantes riesgos a largo plazo si Londres queda finalmente fuera del mercado único.
¿Pero cuáles serían los escenarios alternativos si se consuma el divorcio? ¿En qué situación quedaría Londres en su relación con sus exsocios comunitarios? El Tratado de Lisboa, que se firmó en 2007, introduce por primera vez un procedimiento para abandonar la Unión. Si Reino Unido decide irse, el resto de socios no podrá frenarlo ni retrasar la salida. Londres debe notificarlo a Bruselas y negociar con sus socios un acuerdo de retirada, que debe aprobarse por mayoría cualificada. Si no se llega a un compromiso, la salida se producirá automáticamente al cabo de dos años.
Las alternativas que tendría Londres si deja la UE han sido examinadas en detalle por uno de los padres del Tratado de Lisboa, Jean-Claude Piris, en un estudio publicado recientemente por el think tank Centre for European Reform. El análisis es especialmente significativo porque Piris fue director del servicio jurídico de la Unión entre 1988 y 2010. Su tesis es que, si quiere participar en el mercado interior, Londres tendrá que seguir aplicando las reglas comunitarias e incluso contribuir al presupuesto de la UE, pero se quedará sin ningún poder de decisión. Estos son los cuatro principales escenarios que contempla Piris para Reino Unido tras el ‘Brexit’.
1. El modelo de Noruega
La primera alternativa de Londres sería adherirse al espacio económico europeo, que se creó en 1994 y agrupa a los países de la UE más Noruega, Islandia y Liechtenstein. De optar por el modelo noruego, Reino Unido podría participar en el mercado interior sin tener que estar en otras políticas comunitarias como la agrícola, la pesquera, la exterior o la de interior y justicia. No obstante, quedará obligado a aplicar las reglas europeas en materia de mercado interior o de ayudas públicas. Y no podrá influir en su elaboración, ya que no contará con representantes en los consejos de ministros de la UE o en la Eurocámara.
Londres debería además aceptar la libre circulación de trabajadores y seguir realizando aportaciones al presupuesto comunitario comparables a las de un estado miembro. De hecho, la contribución por habitante de Noruega a las arcas de la UE es sólo un 17% inferior a la británica.
Una alternativa intermedia sería que Reino Unido negocie un acuerdo a medida con la Unión Europea. Pero su grado de acceso al mercado interior dependerá de lo que esté dispuesto a ceder en materia de libre circulación de trabajadores, aportación al presupuesto de la UE y aplicación de las reglas comunitarias, sin tener voz ni voto.
2. La opción de Suiza
Suiza tiene en estos momentos alrededor de 120 acuerdos bilaterales con la UE. Participa en la libre circulación de bienes pero no en la de servicios. Si Reino Unido opta por este modelo, los mayores perjudicados serían así los servicios financieros de la City de Londres. Los suizos están obligados a aplicar las normas comunitarias en materia de mercado interior, a aceptar la libre circulación de trabajadores y a contribuir al presupuesto de la UE, aunque su aportación per cápita es alrededor de la mitad de la británica.
En todo caso, este modelo no gusta en Bruselas por su complejidad. Cada vez que se actualizan las reglas comunitarias debe negociarse de nuevo con Suiza. Por eso, la Comisión quiere cerrar un nuevo acuerdo que obligue a los suizos a incorporar de forma automática las nuevas directivas. Además, la relación entre la UE y Ginebra está en crisis. En 2014, los suizos aprobaron en referéndum imponer cuotas a los inmigrantes europeos. El Ejecutivo comunitario amenaza a Suiza con privarle del acceso al mercado interior si pone en práctica esta medida. Dos años de negociaciones no han servido para alcanzar un acuerdo.
3. La alternativa turca
Turquía tiene un acuerdo de asociación con la UE que incluye la unión aduanera. Si Reino Unido opta por esta alternativa, no debería pagar aranceles cuando exporte a la UE y tendría acceso al mercado de bienes pero no de servicios. Los fabricantes británicos estarían obligados a cumplir los estándares comunitarios y a aceptar un gran número de reglas, así como la política europea de competencia. Además, Londres tendría que aceptar el arancel exterior impuesto por Bruselas, sin poder influir a la hora de fijarlo.
Al igual que ocurre en los modelos de Noruega o Suiza, si Londres escoge la opción turca no podrá beneficiarse de los acuerdos de libre comercio que firme la UE, por ejemplo el que está negociándose con Estados Unidos. Tras el reciente pacto comercial firmado por Bruselas y Corea del Sur, los exportadores turcos no tienen acceso al mercado coreano, mientras que los exportadores coreanos sí pueden entrar automáticamente al mercado turco.
4. Un acuerdo de libre comercio
Para Piris, esta es la opción “más probable” si Reino Unido sale de la UE, y podría pactarse ya en el acuerdo de retirada. Sin embargo, también tiene muchas limitaciones. Incluso en los acuerdos de libre comercio más avanzados que ha firmado la UE, como el de Canadá, la liberalización no es total: excluye los servicios financieros o los contratos públicos y no suprime todas las barreras no arancelarias. Si Londres quiere ir más allá, sus exsocios le exigirán que aplique los estándares europeos y acepte la libre circulación de trabajadores.
La otra alternativa es que Reino Unido se relacione con los Estados miembros aplicando las normas de la Organización Mundial del Comercio. Eso significa que se impondría un arancel a sus exportaciones a la UE, que se restringiría el acceso a la City de Londres y que los británicos tendrían el mismo trato que China o Rusia. Por ejemplo, los aranceles comunitarios para los motores son del 10% y varias plantas de Reino Unido envían este tipo de piezas al continente. Londres tendría que restablecer controles aduaneros en sus fronteras con la UE, lo que afectaría especialmente a Irlanda.
La UE a la carta de Johnson no es una opción
Ninguna de las alternativas a la pertenencia a la UE resultan atractivas para Londres porque o bien suponen una cesión de soberanía sin a cambio poder de decisión o limitarían el comercio de Reino Unido con sus socios, según el análisis de Piris. El exresponsable de los servicios jurídicos europeos ve además imposible la opción que parece preferir Boris Johnson: que Reino Unido participe en el mercado interior y en la toma de decisiones que le afecten y se desentienda del resto de políticas de la Unión.
Esta pertenencia “a medias” a la UE que propugna el alcalde de Londres no está contemplada en los Tratados, y el resto de Estados miembros no aceptarán que se dé a Reino Unido este trato privilegiado, alega Piris. Abriría una caja de Pandora que podría destruir la Unión y por tanto no es una alternativa realista para los británicos.