La puesta en escena parecía más propia de una celebración de noche electoral, aunque en este caso no se sabe quién era el vencedor. En el balcón del último piso de un edificio en Sao Bernardo do Campo, en Sao Paulo, Lula da Silva, su esposa, Marisa Letícia, y Dilma Rousseff saludaban a los trescientos simpatizantes reunidos en la calle. El expresidente, vestido con un polo rojo del Partido de los Trabajadores (PT), levantó el brazo de la presidenta y juntos regalaron una sonrisa al objetivo del fotógrafo que los acompañaba.
La imagen explica la enorme repercusión política de la acción de la justicia contra Lula, que el viernes declaró ante la policía por las sospechas de haber incurrido en varios delitos relacionados con el caso de corrupción en la empresa Petrobras. 24 horas después, el símbolo del PT recibía en su propia casa la solidaridad de su ahijada política, y al mismo tiempo fijaban juntos una posición de unidad respecto a los movimientos que debe seguir el gobierno de Rousseff. Hasta el viernes era una presidenta en apuros; ahora es tan frágil como un castillo de naipes en medio del huracán provocado por Lula.
Todo ello ocurre en medio de una polarización extrema: el lugar donde eran ovacionados funcionó, un día antes, como ring improvisado para las peleas entre partidarios y detractores del expresidente. Esta vez solo los petistas gritaban al unísono frases recurrentes en las últimas horas: “Lula, guerrero del pueblo brasileño” y “No va a haber golpe”, en referencia a un posible impeachment o impuganción del mandato de la presidenta.
El sábado también amaneció con pintadas en el Instituto Lula, otro de los lugares registrados por la policía, con mensajes explícitos. “Luladrón, basta de corrupción”, repitiendo los eslóganes que se escucharon durante la noche anterior en varios puntos de Brasil durante la convocatoria de un aplauso simultáneo en todo el país a la acción comandada por el juez Sérgio Moro.
Precisamente el responsable de la investigación del caso Lava Jato emitió una nota el sábado en la que dice que los autos solo tenían una meta: encontrar la verdad, y “no significan una anticipación de culpa del expresidente”, y lamenta que las diligencias “hayan llevado a enfrentamientos en manifestaciones políticas inflamadas y agresiones a inocentes, exactamente lo que se pretendía evitar”. Dice Moro que que la democracia reclama “tolerancia con las opiniones divergentes”, pero el efecto de su investigación ha sido el contrario. Y en el horizonte aparecen las manifestaciones contra Lula y Rousseff, convocadas para el próximo domingo, en las que quedarán dibujados los dos países dentro de uno que se reflejan también en el Congreso de Brasilia.
Politizar la investigación contra Lula
El PT ha mostrado rapidez de reflejos para intentar arrimar el ascua a su sardina. Según fuentes próximas al partido, la estrategia es clara: politizar al máximo la investigación contra Lula. Así fue explicitada el sábado por el presidente del partido, Rui Falcao, quien habló a través de un vídeo de las redes del PT para pedir a los militantes que se movilicen: “Vamos a entrar en proceso electoral y Lula va a iniciar viajes por todo Brasil desde Brasil y todos tenemos que contribuir. Nuestra militancia es la que marca la diferencia”.
Falcao incluso repercutió lo que se escuchó ayer de boca del propio Lula en un acto multitudinario en el sindicato de bancarios de Sao Paulo. Allí sacó a pasear su lado más socarrón, irónico y de verbo encendido. Dejó un rosario de titulares y terminó llorando al recordar los logros sociales durante su mandato: “Soy el mejor presidente de Brasil y el mejor del inicio del siglo XXI en el mundo” asestó. “No pienso rendirme”.
Si el PT trata de sobrevivir al ‘caso Lula’, la oposición trata de capitalizarlo: para la semana prepara un bloqueo a las votaciones en el Congreso para acelerar la instalación de la comisión de impeachment, parada desde finales del año pasado.
Al mismo tiempo, tratan de aproximarse al ala contraria a Rousseff dentro del mayor partido aliado, el PMDB, que será clave en la partida de ajedrez que se juega a partir de ahora. Si 2015 había terminado con un respiro para la presidenta y la esperanza de que 2016 comenzaría con nuevos bríos, la acción contra Lula la deja más que nunca a expensas de un legislativo demasiado endeble y de nuevas revelaciones en la justicia.
En medio de la debacle, en cambio, los mercados sonríen como nunca en los últimos meses: tras el interrogatorio a Lula, la bolsa de Sao Paulo subió un 4% y el dólar bajó más de un 2%, señales de que en el parqué se suspira por una salida rápida del PT.