“Vivir en Siria genera una ansiedad constante”, eso es lo que transmite a EL ESPAÑOL Aitor Zabalgogeazkoa, ex jefe de Misión de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Siria, que estuvo atendiendo a la población civil en Alepo desde 2012 hasta finales de 2014.
Estamos en 2016 y la guerra continúa. En este tiempo, más de 470.000 personas han perdido la vida de manera violenta, según un reciente informe del think tank Syrian Center for Policy Research (la ONU ha situado el balance en más de 250.000). Y son más de 11 millones los que se han visto obligados a abandonar sus casas, peregrinando dentro y fuera del país.
Muchos se refugian en países vecinos como Turquía, Líbano y Jordania. Decenas de miles de personas refugiadas sirias también han huido a Europa, a menudo arriesgando sus vidas en el proceso. En total, unos cinco millones han dejado su tierra para buscar asilo en el exterior desde el inicio del conflicto.
“La congoja permanente que se pasa viviendo en Siria es tremenda. La población de Alepo pasa los días asustada, esperando que pase un avión o un helicóptero y lance un nuevo ataque”, asegura Zabalgogeazkoa. “Cinco años mirando al cielo todos los días puede volver loco a cualquiera”, remata.
Zabalgogeazkoa explica que “la gente ha perdido las casas y los ahorros”. “Estamos hablando de refugiados que cada vez son más vulnerables. Las redes familiares están exhaustas y todo esto se va sumando y no se resuelve el día que la guerra acabe, sino que va a tardar mucho tiempo en normalizarse”, insiste.
LOS NIÑOS, LOS MÁS AFECTADOS
La población más afectada y la más desprotegida son los niños. Unicef estima que 8,4 millones de menores –más del 80% de la población infantil de Siria– se han visto afectados por el conflicto, incluyendo tanto a los que están dentro del país como a los que viven refugiados en países vecinos.
“En cinco años de guerra, millones de niños han tenido que crecer demasiado rápido y antes de tiempo”, comenta Peter Salama, director regional de Unicef para Oriente Medio y Norte de África. “Mientras continúa la guerra, los niños están luchando un conflicto de adultos, tienen que abandonar la escuela, y muchos se han visto obligados a trabajar o a casarse a una edad temprana”, añade.
“En Siria, la violencia se ha convertido en algo habitual y ha llegado hasta los hogares, escuelas, hospitales, clínicas, parques, zonas de juego y lugares de culto”, afirma Salama.
En MSF llegan a la misma conclusión y estiman que en 2015, las mujeres y los niños constituyeron entre el 30 y el 40% de las víctimas de la violencia, lo que indica que las áreas con población civil fueron atacadas de forma continuada mediante bombardeos aéreos y otros métodos.
“EN ESTA GUERRA NO SE HA RESPETADO NADA”
Según esta misma organización, durante el año pasado hubo 154.647 heridos de guerra y 7.009 muertos a causa del conflicto atendidos en hospitales que reciben apoyo de la organización humanitaria. El informe es sólo una muestra a pequeña escala de lo que ocurre en Siria, ya que los heridos y fallecidos que no logran llegar a las estructuras de salud de MSF no están incluidos en él.
Aitor Zabalgogeazkoa es consciente de que las cifras hay que cogerlas con pinzas pero considera que que los datos que se están conociendo “empiezan a dar una idea de la magnitud de lo que está pasando en Siria”. "Lo que está ocurriendo hacía muchísimo tiempo que no pasaba. Hay que volver a la intensidad de la guerra de Chechenia en los años 90 o a la II Guerra Mundial para hacernos una idea de la magnitud de la tragedia en Siria”, asegura.
E intenta transmitir el terror que vive la población siria contando que “en Alepo la mayoría de los ataques eran desde helicópteros lanzando barriles bombas. Se trata de bombardeos que tienen un carácter absolutamente indiscriminado. Se atacan mercados, paradas de autobús, de taxi, escuelas, hospitales… En la guerra de Siria no se ha respetado absolutamente nada”, concluye.