"¿Qué puede decirme sobre una compañía llamada Wintris?". Esta inesperada pregunta ha llevado a la dimisión del primer ministro (más tarde matizada en forma de cesión temporal del cargo) de Islandia, Sigmundur David Gunnlaugsson, en apenas 48 horas.
El líder islandés se quedó de piedra cuando la cuestión surgió durante una entrevista con SVT y Reykjavik Media emitida el domingo como preludio a la revelación de los papeles de Panamá.
“Fue puesta al cuidado de un banco y el banco hizo algún arreglo y esta compañía fue el resultado", se justificó, confundido, el premier. "No sé cómo funcionan estas cosas. Pero todo está declarado...”.
Sobrepasado, Gunnlaugsson terminó levantándose del asiento para abandonar el encuentro. “Me ha engañado con esta entrevista con falsas pretensiones”, aseguró.
Este martes, el islandés se ha convertido en la primera cabeza en rodar por las filtraciones de Panamá, que afectan a otros líderes políticos como el presidente argentino, Mauricio Macri, o su homólogo ruso, Vladímir Putin.
Los documentos muestran que, por el año 2007, Gunnlaugsson y su mujer establecieron Wintris en el paraíso fiscal de las Islas Vírgenes Británicas a través de la firma panameña Mossack Fonseca, el epicentro del escándalo.
Dos años más tarde, Gunnlaugsson vendió su mitad de la empresa offshore a su esposa, Anna Sigurlaug, por tan sólo un dólar. El New York Times informa de que estaba a punto de entrar en vigor una ley que le habría obligado a declarar su participación como miembro del Parlamento.
Las críticas pidiendo la dimisión del primer ministro no tardaron en llegar. El dirigente insistió en que no había evadido impuestos en Islandia, pero la oposición lo acusaba de mantener un conflicto de intereses y el lunes presentó una petición para realizar una moción de confianza contra el líder.
El líder político y su mujer depositaron en la sociedad unos 4 millones de dólares en bonos de tres bancos islandeses que cayeron con la crisis financiera de 2008. Como primer ministro, Gunnlaugsson ha negociado la deuda de las entidades con los acreedores.
Gunnlaugsson ascendió al poder en 2013, cinco años después de que Islandia dejara caer a sus bancos, quebrados por la recesión. Lo hizo con la promesa de plantar cara a los acreedores para que aliviaran la presión sobre los bolsillos de los islandeses, cuyos ánimos se han incendiado por causa de las revelaciones del fin de semana.
Pese a todo, Gunnlaugsson se resistió a dimitir en un principio. El lunes, dijo a los medios que no tenía pensado irse. “Es importante que el Gobierno pueda terminar su trabajo”, dijo a la cadena privada Channel 2. “Escucharé la opinión de la gente en las siguientes elecciones”.
Más de 30.000 personas en un país de unos 330.000 habitantes han firmado una petición electrónica para lograr la dimisión de Gunnlaugsson. Miles se concentraron frente al Parlamento islandés el lunes para exigir un cambio y este martes volvieron a salir a las calles. La ex primera ministra Johanna Sigurdardottir también instó a Gunnlaugsson a dimitir a través de Facebook.
Este martes, el líder islandés amenazó con celebrar de nuevo elecciones si no recibía el apoyo de su socio de gobierno, el Partido de la Independencia. “Si los parlamentarios de la formación no apoyaran al Gobierno, disolvería el Parlamento y llamaría a las urnas lo antes posible”, dijo Gunnlaugsson en redes sociales.
El Partido Progresista de Gunnlaugsson y el Partido de la Independencia ocupan 38 escaños de los 63 que tiene el Parlamento islandés, el Althing. Cada uno de ellos tiene 19 asientos en la institución.
Poco después de plantear la idea de convocar comicios, ante un inminente voto de confianza, solicitó al presidente de Islandia la disolución de las Cortes, pero éste no procedió.
Finalmente, la noticia del ocaso de Gunnlaugsson como primer ministro llegó por boca del ministro de Agricultura y dirigente del Partido Progresista, Sigurdur Ingi Johansson. "El primer ministro ha dicho a su grupo parlamentario en una reunión que dimitiría como primer ministro y yo lo relevaré", anunció. Gunnlaugsson continuaría, con todo, como líder de la formación de centro-derecha, cargo que ocupa desde 2009.
Lejos de estar satisfechos con la dimisión de Gunnlaugsson, la oposición quiere ir a elecciones. “Es obvio que nuestra demanda de nuevas elecciones se mantiene”, dijo Katrín Jakobsdottir, líder del Partido Verde, a Reuters.
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