“Pueden hacerme cualquier pregunta salvo cuándo se abrirá el nuevo aeropuerto. Sobre esto lo que decimos en la empresa es que se hará a partir de la segunda mitad de 2017”. Con estas palabras de la guía comienza la visita turística que ofrece el aeropuerto Berlín Brandeburgo Willy Brandt (BER) a los interesados en saber más sobre el que se ha convertido en uno de los mayores fiascos de las obras públicas alemanas. Al oír esa afirmación, la reacción de la decena de asistentes son las risas. La veterana responsable de la visita guiada no bromea. Pero los presentes sí que se toman como un chiste la alusión al retraso que acusan las obras de esta mastodóntica infraestructura aeroportuaria situada al sur de Berlín.
Esta semana, Daniel Abbou dejó de trabajar como portavoz del aeropuerto después de haber hablado demasiado claro en una entrevista sobre las múltiples dificultades que atraviesan las obras del lugar. “Mi jefe técnico mantiene que hay una opción para conservar 2017” como fecha de apertura, pero “ningún político, ningún director de aeropuerto y ninguna persona que no sea adicta a medicamentos puede ofrecer garantías sobre este aeropuerto”, declaró el portavoz a una revista especializada en comunicación empresarial. El tono y el contenido crítico de la entrevista le ha costado a Abbou su puesto, al que llegó a finales del pasado mes de diciembre.
Este es el último capítulo de la desafortunada existencia del BER, un aeropuerto que parecía predestinado a ser de los mayores del mundo, en virtud de una superficie de unas 1.900 hectáreas - el equivalente a unos 2.000 campos de fútbol - y, entre otras cosas, gracias a una imponente terminal en forma de monumental edificio de cristal, acero y hormigón que eleva 23 de metros de altura.
Sin embargo, este lugar se ha convertido en uno de los mejores argumentos con los que desmontar el mito de la rigurosa puntualidad alemana. Tenía que estar terminado en 2011 y los hay que siguen dudando de las fechas oficiales que manejan los responsables de la infraestructura. El día 22 de este mes está previsto que la dirección de la empresa pública gestora del aeropuerto se pronuncie sobre la apertura definitiva.
Las fechas que plantearon los responsables en un principio no eran realistas y nadie hizo nada al respecto
Risas y comentarios jocosos acompañan esta visita del BER entre sus visitantes. En Berlín se ha hecho popular en las tiendas de souvenirs una cómica postal con la imagen del dirigente comunista Walter Ulbricht bajo la cita: “Nadie tiene la intención de abrir un aeropuerto”. En realidad, el otrora presidente del Consejo de Estado de la RDA había dicho “nadie tiene la intención de construir un muro” a escasas semanas de que se levantara la frontera que partió a la capital alemana en dos.
RETRASOS Y SOBRECOSTES
El BER, cuya construcción se acordó en la última década del siglo pasado, debía haber abierto sus puertas apenas cinco años después de que se colocara la primera piedra en 2006. La coronación de la terminal se celebró en 2010, marcándose la finalización de la estructura de las obras. Después llegarían las tareas de finalización del interior y el inicio del calvario que está suponiendo este proyecto para los responsables del BER, propiedad de los länder de Berlín, Brandeburgo y el Estado alemán. La apertura del aeropuerto se ha retrasado en cuatro ocasiones entre 2011 y 2015. No se descarta que pueda ocurrir una quinta vez.
“Las fechas que plantearon los responsables en un principio se pusieron a pesar de no ser realistas, y nadie hizo nada al respecto”, dice a EL ESPAÑOL Thorsten Metzner, reportero que lleva años cubriendo la evolución del BER para el diario berlinés Der Tagesspiegel. A su entender, “este drama” y sus “grandes errores” se explican, sobre todo, a través de la empresa del aeropuerto, Flughafen Berlin Brandenburg GmbH, cuyo Consejo de Vigilancia está presidido por el alcalde de Berlín, el socialdemócrata Michael Müller.
“En el Consejo de Vigilancia de la empresa ha habido, sobre todo, políticos, y los políticos sólo quieren que las cosas vayan rápido”, agrega Metzner. Müller recogió en 2014 el testigo de su compañero de partido Klaus Wowereit al frente de la capital germana y de la empresa pública responsable del BER. Para el ya exalcalde, lo ocurrido en las obras del aeropuerto fue el “gran fracaso” de sus trece años de gestión, según sus propios términos.
Y tanto. Los retrasos y los costes debidos a los cambios de planificación de las obras –a mitad del proyecto se decidió, entre otras cosas, ampliar la superficie de la terminal de 220.000 a 360.000 metros cuadrados– están valorados a día de hoy en 6.600 millones de euros. Inicialmente el coste del proyecto se estimaba en unos 2.500 millones de euros.
Se dijo que el retraso se debió únicamente al sistema de protección contra incendios, pero eso es una leyenda. En 2012 había una veintena de temas que impedían la apertura del aeropuerto
Quiénes conocen las obras de grandes dimensiones apuntan al amateurismo que ha provocado el encadenamiento de retrasos de la apertura del BER. “La industria de la construcción tiene sus propias reglas, y los aficionados no pueden comprender muchas cosas en esta industria. Por eso, como responsables de obra, si su nivel es de aficionado, no se ven cosas y se cometen errores”, afirma un jefe de proyecto cuya empresa ha estado vinculado a la construcción del aeropuerto berlinés y que prefiere mantenerse en el anonimato.
En el BER, sus responsables de comunicación descartan que el problema sea el exceso de cargos ocupados por responsables que han hecho carrera en política en lugar de haberlo hecho en constructoras. “Tenemos una estructural empresarial normal, se trabaja para terminar el proyecto porque todos en esta empresa queremos que el BER sea un éxito”, dicen.
Lo que ha apartado del éxito al BER hasta la fecha, según reconocen a este periódico en la empresa responsable del aeropuerto, “es la suma de un conjunto de factores”. Así, se citan “errores de planificación” o que varias empresas contratadas para realizar determinados trabajos en el conjunto urbanístico se “declararan insolventes a mitad del proyecto”. Lo que se describe como “gran desafío” es la correcta instalación del sistema de protección contra incendios. Que éste último no superara los estándares reglamentarios en los controles realizados en 2012 ha sido el motivo más evocado a la hora de explicar los retrasos del BER.
“Se dijo que la razón del retraso se debió únicamente al sistema de protección contra incendios, pero eso es una leyenda. En 2012 había una veintena de temas que impedían la apertura del aeropuerto. A saber: cuestiones relacionadas con insuficiencias en las puertas, las escaleras, las escaleras mecánicas o problemas con los cables en los muros”, mantiene Metzner, el periodista del Tagesspiegel.
A pie de obra, una cuadrilla de trabajadores que acaba de terminar su jornada laboral, asegura a EL ESPAÑOL haber hecho algunos de los controles técnicos del edificio en 2012. “Entonces había muchos errores”, recuerdan. Este año llevan un par de meses empleados haciendo otras comprobaciones. “Ahora mismo estamos con la megafonía, nos quedan muchas cosas por hacer”, señala el más veterano de este grupo. Muchos de los trabajadores de esta gigantesca obra evitan hacer declaraciones a la prensa aludiendo a “cláusulas de confidencialidad” en sus contratos.
TRABAJADORES ESCÉPTICOS
A los miembros de esta cuadrilla se les nota cansados. Acaban de terminar su semana de trabajo y se dirigen hacia su coche, aparcado frente al aeropuerto, en lo que se supone debería ver pasar cada año a cerca 45 millones de pasajeros. Pese al agotamiento, comienzan a reír cuando se les pregunta sobre si ven realista que el edificio esté terminado el año que viene. “Le quedan dos años. ¡Mínimo!”, estima entre risas uno de ellos.
“¿Terminado el año que viene? ¡Nooo!”, exclama otro veterano trabajador que se ocupa de hacer muros y techos. “Nosotros tenemos fechas de entrega previstas para 2019”, dice con perceptible buen humor. Por su parte, una trabajadora de seguridad afirma sonriente que, “mientras las obras sigan así, seguirá habiendo trabajo”.
OBRAS DE SANEAMIENTO
“Este ascensor está fuera de servicio”, responde una voz robótica a quien intenta tomar uno en el interior del recinto del BER durante la visita guiada. Nuevamente risas. En el vestíbulo de la terminal del aeropuerto, todo parece estar en su sitio y prácticamente listo, desde ascensores, pasando por paneles, escaleras a los 118 mostradores para facturar.
Sin embargo, hay partes aún con andamios, trabajadores terminando muros y, sobre todo, elocuentes aperturas con cables colgando en muros y en el falso techo que indican el tipo de obras que se vienen haciendo en este edificio de un tiempo a esta parte. “Se está trabajando en los problemas internos del edificio, que presentaba chapuzas en su cableado. Hace tiempo que dejó de construirse un edificio, estamos ahora ante una gran obra de saneamiento, un saneamiento de una zona de obras”, sostiene Metzer, el reportero del Tagesspiegel.
Al edificio le quedan dos años de obra. ¡Mínimo!
A los visitantes del BER se les deja ver únicamente el vestíbulo de la terminal. También se les lleva en autobús por los alrededores del aeropuerto y por la zona que debiera servir a los aviones para embarcar y desembarcar. En la zona para el aparcamiento de los coches, crecen las malas hierbas. Nadie aparca aquí, con excepción de los trabajadores y de los escasos visitantes que se acercan para conocer el lugar.
EL PRESTIGIO DEL 'MADE IN GERMANY'
Rolf y su mujer, una pareja residente en el Estado federado de Schleswig-Holstein (al norte), han venido a visitar a unos amigos berlineses y les han traído a las ya célebres obras del aeropuerto. “Se habla tanto del aeropuerto que hemos querido venir para hacernos una idea de lo que es”, dice Rolf. “Es increíble que los alemanes, que se jactan de ser un país puntero en las construcción, no logren terminar este aeropuerto”, señala perplejo este policía de mediana edad. Su mujer habla en tono irónico del fiasco en que se ha convertido el “perfeccionismo” alemán en el caso del BER.
Pese a todo, en el BER desestiman que lo ocurrido en las obras del aeropuerto vaya a afectar a la reputación alemana. “Es algo incorrecto relacionar la situación aquí con la de la reputación alemana en general. Alemania tiene muy buenos ingenieros, y aquí trabajan también ingenieros muy profesionales. No hay razón para dudar de los productos Made in Germany”, mantienen.
Es increíble que los alemanes, que se jactan de ser un país puntero en las construcción, no logren terminar este aeropuerto
A observadores como Metzer les consta que en los últimos dos años el actual equipo responsable de las obras funciona mejor y es más serio que el del pasado. Pero “los resultados, lo que la gente ve, por ahora, es que sigue retrasándose la apertura del aeropuerto”, dice este periodista. “Este caso hace claramente daño al Made in Germany, esto ocurre, en general, cuando se dan este tipo de obras con dificultades”, señalan las fuentes cercanas al proyecto consultadas por este periódico.
A Rolf, su mujer y sus amigos les hacen gracia las bromas sobre el BER. Pero Rolf se pone bastante más serio al apuntar el flaco favor que se le está haciendo a la memoria del ex canciller socialdemócrata Willy Brandt, que da nombre al aeropuerto. “Fue un premio Nobel de la Paz, no se merece este homenaje”, lamenta, señalando al edificio. Seguro que Rolf se indignaría aún más si supiera que, en el lado de la fachada de la terminal destinada al uso futuro de los aviones, se le han caído dos letras al nombre del edificio. Se lee “Aeropuerto Berlin Brandenburg Willy Brdt”.