El secreto contra la radicalización se esconde en una ciudad belga
El alcalde de Malinas explica cómo ha conseguido que ninguno de sus jóvenes se haya unido al Estado Islámico en Siria.
20 abril, 2016 01:41Noticias relacionadas
El Parlamento Europeo cita el modelo de Malinas (Mechelen, en flamenco) como ejemplo a seguir en la prevención de la radicalización de los jóvenes europeos. Unos 5.000 ciudadanos del Viejo Continente se han unido a las filas del autodenominado Estado Islámico en Siria y Bélgica es nido de estos terroristas. No sólo procedía de ahí la célula de los atentados de París del 13 de noviembre pasado y los de Bruselas, sino que es el país con la más alta proporción de combatientes extranjeros de la Unión Europea en el grupo terrorista, con un total de 562 según datos de febrero de 2016, según el Real Instituto Elcano.
Pero Malinas se libra de la tendencia -de momento, advierte su alcalde en esta entrevista realizada durante su reciente visita a Madrid para compartir su experiencia-. Bart Somers lleva 15 años al frente del municipio de 84.000 habitantes, con una compleja sociedad en la que conviven nada menos que 124 nacionalidades distintas y donde el 50% de los jóvenes nacidos en la ciudad son de origen extranjero (las comunidades mayoritarias son la marroquí, holandesa, armenia, española y polaca, por este orden).
Somers mismo advierte al principio de la conversación que no todo es color de rosas: también ha ejercido mano dura, pues al asumir el bastón de mando su ciudad era la que tenía una mayor alta tasa de criminalidad del país.
¿Qué le hizo decidirse a instaurar una política específica contra la radicalización en su ciudad?
Cuando comencé como alcalde Malinas tenía una pésima reputación en cuanto a criminalidad, antes de los problemas de radicalización, una ciudad muy multicultural… Así que sabía que mi primera obligación como alcalde era intentar cambiar el ambiente en mi ciudad, que era muy negativo. La extrema derecha era el partido mayoritario… [Somers es liberal demócrata]. Era consciente de los problemas de una sociedad multicultural y de la criminalidad y trabajé en ello.
Pero hace tres años me di cuenta -junto a los alcaldes de Amberes y Vilvoorde, que tiene la más alta tasa de Europa de gente que fue a Siria- de que estaba surgiendo un nuevo problema en nuestras calles: el problema de jóvenes que abrazaban un pensamiento muy totalitario [SIC] y a los que reclutaban para luchar en Siria. De mi ciudad nadie se ha ido en dos años. Y eso es muy especial, porque de Amberes se fueron 93, de Bruselas 200 y de Vilvoorde -a sólo 5 kilómetros de mí- se fueron entre 30 y 40 personas de una población de 43.000.
A lo mejor es que tengo suerte, pero también tiene que ver con las políticas que seguimos. No hay una varita mágica, pero hay unos cuantos elementos, ladrillos que pueden ayudar a construir un muro contra la radicalización, la radicalización violenta y los grupos terroristas.
¿Cuáles son esos ladrillos?
Hay dos vías que trato de poner en práctica. La primera, inclusión. Y la segunda, intentar crear una sociedad donde el Estado de derecho existe. A veces dicen que es un poco atípico, es una combinación de políticas de izquierdas y de derechas, pero creo que funciona mejor que en otros sitios.
¿Y por qué hago eso? Porque hay que entender muy bien lo que pasa con alguien que se está radicalizando. Es un proceso de aislamiento y da a la persona algo muy importante, porque vivimos en una sociedad muy compleja donde a menudo es un “perdedor”, alguien frustrado que no se ve a sí mismo como parte de la sociedad.
Pero al ser radicalizado, obtiene un nuevo papel, una nueva identidad, la de héroe. [Y lo hace] en un papel que ya no es complejo, sino muy simple: es negro o blanco y él está en el lado blanco y todos los demás se equivocan. No tiene que encontrar excusas para lo que hace.
Se trata de un proceso de aislamiento donde comienzan a decirte que tus amigos y tu familia no son buenos, porque no son buenos musulmanes. Acaban siendo como un pajarillo para un gato: pueden hacer contigo lo que quieran.
Lo que debes hacer es intentar llegar en las tempranas etapas de la radicalización.
¿Qué medidas concretas ha tomado para esta prevención?
Debes estar muy cerca. Necesitas una sociedad muy inclusiva, donde padres, amigos, escuelas, mezquitas… vengan a ti y te digan: “Ali o Mohamed tiene ideas extrañas, se está radicalizando, tenemos que ayudarle”. Encuentra a alguien, muy cercano a él, que puede ser un amigo, un profesor de boxeo, un imán… cualquiera que pueda traerle de vuelta de ese proceso de radicalización.
Los musulmanes son víctimas por partida doble: del terrorismo, como yo, pero también porque sus orígenes son secuestrados
Así que intenté abrazar la diversidad. En mi país rememoraron 50 años de migración; nosotros lo celebramos. Yo no creo que, porque mi familia haya vivido durante 14 generaciones en Malinas, tenga algún tipo de derecho de los “primeros nacidos”. Cualquiera que nazca en nuestra ciudad, tiene el mismo estatus. Veo a los musulmanes (un 15% de la población de Malinas) como unas víctimas por partida doble: víctimas del terrorismo, como yo, pero también víctimas porque sus orígenes son secuestrados por los terroristas.
Tengo una retórica, pero también es importante crear una ciudadanía compartida. Y tienes que entender que luchar contra la discriminación es un elemento en el que el gobierno tiene que ser justo con todos.
¿Me podría dar un ejemplo de esa inclusión social?
Sharia4Belgium (“Sharia o ley islámica para Bélgica”) empezó en Amberes y mucha gente dijo que eran unos payasos, pero empezaron a reclutar a gente. Sin embargo, cuando vinieron a Malinas [acudieron] a una asociación de jóvenes muy conocida en Bélgica que llega a más de mil jóvenes a los que ayuda a encontrar trabajo y forma. Es de origen marroquí pero multicultural en la actualidad.
Yo estuve allí de joven. Son de izquierdas, a veces de extrema izquierda, pero le dan a la gente una alternativa a un pensamiento totalitario basado en la religión. Les dicen: “si no estás contento con tu situación, puedes protestar -por supuesto- pero con instrumentos democráticos”. Y les dan otra salida a su momento de frustración.
Así que cuando Sharia4Belgium vino a Malinas, les echaron. Y entonces se fueron a Bruselas.
Otro ejemplo, es un club de boxeo que creó un antiguo traficante de drogas al salir de la cárcel. Puso toda su energía en ese club, con chicos y chicas y muchas personas de origen marroquí, porque es el grupo migrante mayoritario en mi ciudad.
Al final del mes pedía a todos: “Enseñadme vuestros boletines de notas y si no tenéis buenas notas, dos semanas sin boxear”. Y “si empleáis vuestros conocimientos de boxeo una sola vez en las calles, estáis fuera”. Cientos de personas están ahí. Crea un clima de respeto. Él mismo evitó que tres chicos fueran a Siria, porque tiene mucha credibilidad en la calle. Dice “no te hagas como yo, no cometas los mismos errores” y les convence.
Es una especie de mentalidad, una cultura que se crea a lo largo de los años. Si puedes crear ese ambiente y encontrar aliados para hacerlo, lo puedes parar. Tiene un efecto movilizador en nuestra sociedad, con un objetivo común de que ninguno de nuestros hijos se vaya a Siria.
Les está dando la identidad que los expertos en terrorismo siempre indican que les falta a las personas que se radicalizan, una con la que se sientan identificados.
Creo que tenemos muchas identidades. Yo soy alcalde de Malinas, soy belga, europeo, soy padre, marido, un político, liberal… pero el factor que nos une es la ciudadanía de Malinas.
Tengo que invertir en las cosas que nos unen, no en las que nos separan
No creo que haya una contradicción entre ser un musulmán y un europeo al mismo tiempo. Y yo tengo que invertir en las cosas que nos unen, no en las que nos separan. Y si lo puedes reforzar de un modo inclusivo, esa es la primera vía.
¿Y en qué se traduce la segunda a la que aludía sobre el Estado de derecho?
También es prevención en una sociedad muy diversa. Necesitas normas compartidas: de democracia, igualdad entre el hombre y la mujer, el imperio de la Ley… Lo que hemos visto en ciertos barrios de Bélgica es que los alcaldes no invirtieron suficientemente en ello, con lo que en esos sitios creas un clima de ausencia del Gobierno, donde los traficantes de drogas se hacen con las calles, donde hay tiendas donde se pueden vender bienes robados…
Han creado un clima de fracaso del Estado, un clima donde los extremistas tienen un montón de oportunidades para reclutar a gente, gente abandonada. E invertir en eso, también con policía, con la limpieza de las calles… La gente puede decir “estás alejado del terrorismo”. No. Empieza ahí.
Si la gente siente que la policía invierte ahí, que eres parte de la sociedad… Y a veces la gente dice: “¿No es demasiado represivo?”. No, porque las primera víctimas son los más débiles en esos débiles vecindarios. [Si no,] creas una imagen de la policía como enemigo. Hay que invertir en esos barrios, y lo hice [también] con monitores para los jóvenes, infraestructuras deportivas y la clase media quiere volver a esos barrios. Tienes un capital social para crear una red en esos barrios y levantarlo.
¿Cree que evitó algún tipo de Molenbeek o Schaerbeek en Malinas?
Es difícil decirlo, pero estoy seguro de que si no hubiéramos cambiado nuestra política 15 años atrás, estaríamos en el 'top 3' de gente yendo a Siria. De eso estoy realmente seguro.
Y hay una última cosa importante, la más difícil. De nuevo tiene que ver con la empatía: vivimos demasiado “junto” al otro y no “con” el otro. Todos decimos que la sociedad multicultural es positiva, pero no hay diversidad si vivimos en nuestro pequeño grupo. Es la base para una mayor libertad. Abre las puertas para alternativas y apertura para mí mismo.
Todos debemos integrarnos. No tenemos que preguntarnos qué deben hacer "ellos", sino qué podemos hacer todos nosotros
La primera reacción lógica tras atentados como los de Bruselas es: “Ellos tienen que cambiar. Ellos tiene que integrarse”. Pero todos debemos integrarnos. No tenemos que preguntarnos qué deben hacer "ellos", sino qué podemos hacer [todos] nosotros. La realidad de los jóvenes es la diversidad.
Y dicen que tenemos que defender nuestros valores occidentales. Uno de los valores occidentales más importantes es que no miramos a alguien por su proveniencia, sino por quién es.
Me ha dado varios ejemplos, pero no termino de ver cómo ha logrado el cambio.
Malinas no es un paraíso. También hay mucha gente radicalizada (…). Empecé siendo muy estricto [con cámaras en las calles, por ejemplo], pero nunca discriminatorio. Nunca contra un grupo. También empecé siendo muy abierto a la diversidad. Esa combinación a lo mejor es una respuesta a cómo construir una sociedad que esté empoderada contra ataques y esfuerzos por reclutar personas para hacerse extremistas.