La gente de Venezuela ha sufrido los cortes de energía eléctrica durante años. Habitantes del estado Bolívar, al sur, se han quejado porque a diario “se va la luz”, lo mismo pasa en el oriente, o al occidente. En Maracaibo, la segunda ciudad más grande del país, también hay inestabilidad en el servicio. Es así en buena parte del país desde el año 2009.
Caracas, la capital, hasta ahora se había salvado de sufrir los apagones, pero el ministro de Energía Eléctrica, Luis Motta Domínguez, ha anunciado que a partir del próximo lunes 25 de abril los ocho millones de caraqueños tendrán que adaptarse al nuevo esquema de “suspensiones temporales” previstas en el “plan de administración de carga”.
Motta Domínguez ha hecho oficial lo que horas atrás había asomado el presidente Nicolás Maduro: la crisis eléctrica es de tal magnitud que hay que racionar la electricidad en toda la nación y también se deben aumentar las tarifas. Para ello, desde el Gobierno se ha pedido a los venezolanos “ser patriotas y reducir el consumo eléctrico”.
Los cortes se prolongarán por cuatro horas al día, durante 40 días, en principio. Estas medidas de racionamiento pueden extenderse, según han advertido las autoridades.
La dieta eléctrica se ha dividido en bloques de cuatro horas cada uno y, según el ministro Motta, se garantiza el servicio entre las 20 horas y hasta la medianoche, aunque ha advertido que “puede haber interrupciones fortuitas, no programadas”.
Desde el Ejecutivo se han sacudido las responsabilidades ante la crisis eléctrica. El chavismo ha culpado al efecto climatológico “El Niño” por la prolongada sequía que ha afectado a El Guri, el embalse que sirve a la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar. Esa represa está en mínimos históricos y pone en peligro la generación hidroeléctrica de la central, que cubre el 60 por ciento de la demanda nacional. Pero expertos han dicho que el problema venezolano es estructural.
Wiston Cabas, presidente de la Comisión Eléctrica del Colegio de Ingenieros de Venezuela, ha denunciado falta de mantenimiento en el sistema eléctrico venezolano e improvisación por parte de los responsables del sector que en el país suramericano está en manos del Estado. “Ellos han dicho que Caracas estaba blindada y esto demuestra que no es así. El gobierno ha mentido al país”. Para el experto esta medida es insuficiente y no ayuda a resolver el problema. “El Gobierno cree que lo que pasa es coyuntural, y no es así. No es el impacto de ‘El Niño’ y sí la ausencia de planificación en el mantenimiento”.
En el Colegio de Ingenieros estiman que 68% de las plantas termoeléctricas del país no están operativas.
Siete años de crisis
La crisis eléctrica viene de largo en Venezuela. El país que llegó a exportar electricidad a Colombia o Brasil, se declaró en emergencia a finales del año 2009, por medio de un decreto firmado por el entonces presidente Hugo Chávez. Para enfrentar aquella situación, se dispuso de recursos extraordinarios por el orden de los 30 mil millones de dólares, que tenían que ser invertidos en la compra de plantas termoeléctricas y en el mejoramiento de la red de distribución, entre otros aspectos. En aquel momento se planteó el racionamiento eléctrico en Caracas, pero las protestas y el temor a que el malestar empeorara llevó al Gobierno a abortar la decisión.
Con el paso de los años la situación no ha mejorado y la oposición ha acusado al gobierno de malversar los fondos que debían ser destinados para atacar la crisis.
El diputado Julio Montoya, de la MUD, ha dicho que el Gobierno compró “sin licitación” plantas termoeléctricas. También se ha denunciado que muchas de ellas resultaron ser de segunda mano o nunca fueron instaladas. Víctor Poleo, exviceministro de Energía, incluso ha dicho a los medios locales que la crisis eléctrica “es intencional” y la utiliza el gobierno como mecanismo de “ingeniería social”.
Recientemente Maduro decretó los viernes como día no laborable para la administración pública y redujo la jornada de trabajo a seis horas, todo para tratar de ahorrar energía, a pesar de que también ha dicho que el sector que más consume es el residencial. “Ellos no han entendido que la gente cuando está en su casa consume más electricidad”, dice Cabas.
El gran temor de los especialistas es que el nivel del Guri siga disminuyendo y por eso recomiendan que se apaguen las seis turbinas que están operativas en la actualidad para evitar “males mayores”. Eso aumentaría las horas de racionamiento en las principales ciudades, pero garantizaría poder reactivar la central hidroeléctrica cuando se normalicen los niveles del agua.
La cota actual del embalse está en 241 metros y el punto crítico se sitúa en 239 metros. Se estima que cada día el nivel baja siete centímetros. El temor es que las turbinas se dañen si les entra aire. Repararlas puede tardar entre 10 y 12 meses y es probable que en ese escenario los venezolanos pasen la mayor parte del día sin electricidad.