Durante 25 horas salir a la calle en una gran ciudad brasileña fue como volver unos años en el tiempo. Pocos, pero suficientes para entender el cambio de hábitos provocado por las aplicaciones telefónicas de mensajería instantánea, los chats.
Este martes en Río de Janeiro se veían personas con sus teléfonos en las orejas, con el cuello erguido y los dedos quietos. Y no por voluntad propia. El bloqueo del servicio de WhatsApp en Brasil por parte de un juez durante 72 horas –que al final se ha quedado en poco más de un tercio- ha condicionado la jornada de al menos la mitad de su población del país: 100 millones de personas usan la aplicación, gratuita en las redes de telefonía celular, una cifra y condición que la convierten en una de las más usadas en el gigante sudamericano, donde hay más líneas activas de móviles que personas.
A unos les provocó ansiedad, a otros un respiro, a todos un trastorno que afectó, de una manera u otra, su rutina diaria. Bob y Jean, turistas estadounidenses, salían de un hotel en la playa de Copacabana con el teléfono en la mano. Cuando se les preguntó si sabían lo ocurrido con WhatsApp, enseguida saltaron: “Lo han bloqueado, y no podemos hablar con la familia”. Consultados sobre el motivo de la medida cambiaron las caras: “No sabemos por qué es, pero no se puede dejar sin servicio a tanta gente”.
Al explicárseles que un juez del estado de Sergipe, al nordeste del país, había ordenado la suspensión del servicio a petición de la Policía Federal tras negarse Facebook, dueña de WhatsApp, a dar informaciones de varios usuarios en el marco de una investigación, continuaron poniendo gestos de desaprobación. Poseer líneas extranjeras no les salvó durante el castigo a la aplicación.
En el mismo barrio turístico de Río y de clase media, unos estudiantes de secundaria comentaban entre risas la ruedita girando y la palabra “conectando” al abrir la aplicación WhatsApp: “A nosotros nos han dejado sin poder hablar entre todos los de un grupo de clase”, comentó Luan, adolescente de mochila y gorra. “Es nuestro medio de comunicación”, dice su colega, a juego en atuendo. “Pero también hay alternativas”, remachó.
Alternativas de todo tipo
Desde poco después de entrar en vigor la suspensión del servicio de mensajería, otras aplicaciones fueron dejando avisos en las pantallas de los smartphones, incluida una del mismo dueño: “WhatsApp está temporalmente fuera de servicio. Use Messenger”.
Muchas otras personas prefirieron ingresar, o regresar, a Telegram, la aplicación que también recibió una avalancha de nuevos usuarios en diciembre, durante otro bloqueo judicial a WhatsApp. Como entonces, más de un millón de personas entró en Telegram, pero muchos se quedaron a las puertas esperando por un código de entrada debido a la saturación del sistema telefónico, como reconoció la propia compañía en su cuenta de Twitter: “¡Perdón, Brasil! Sus redes móviles no pueden procesar tantos mensajes de verificación mientras los mandamos”.
En el marasmo tecnológico, sin embargo, quienes reaparecieron con fuerza fueron el viejo SMS y también las llamadas de voz, que en 24 horas aumentaron casi un 50% respecto al día anterior.
En medio de la crisis política que tiene a la presidenta de Brasil al borde de la destitución, de la crisis económica galopante y de las continuas revelaciones de corrupción, la noticia durante 24 horas ha sido WhatsApp. Según entiende Bruno, dueño de un puesto callejero de venta de pequeños productos electrónicos, se debe a que es uno de los instrumentos más democráticos utilizados hoy en un país desigual como pocos. “¡Quién no usa WhatsApp!”, reflexiona. “Y más con los precios del teléfono”.
Se da la circunstancia de que en Brasil, con una superficie 17 veces más grande que España, se sigue cobrando tarifas de roaming interno para hablar de un estado a otro, por lo que WhatsApp se ha popularizado incluso como servicio de llamadas.
Por qué se impuso y levantó la sanción
Las ajetreadas 24 horas sin WhatsApp pillaron por sorpresa a muchos, pero era una decisión tomada con antelación. Todo comenzó cuando se hizo una incautación de cocaína en las afueras de la ciudad de Lagarto.
Con varios sospechosos a la fuga, la Policía pidió al juez Marcel Montalvão que solicitase a Facebook, dueña de WhatsApp, datos sobre esas personas, pero la empresa se negó. En marzo el juez ordenó el arresto del cargo más alto de Facebook en Latinoamérica, Diego Dzodan, liberado horas después. Y finalmente llegó el bloqueo, según dijo el gigante tecnológico en un comunicado, “para forzarnos a entregar información que no tenemos”.
Ésta es la segunda vez que WhatsApp se queda mudo en Brasil: en diciembre también fue sacado de circulación durante más de doce horas por decisión de una jueza de São Paulo en el marco de otra investigación.
Después de un recurso interpuesto por WhatsApp, la madrugada del lunes al martes el juez de guardia lo desestimó. Un segundo juez lo aceptó, pero después de 25 horas en el limbo muchos se preguntan en Brasil si los cien millones de usuarios de WhatsApp volverán a verse afectados por las diferencias entre la justicia y una empresa, igual que las compañías telefónicas, amenazadas con una multa de unos 125.000 euros diarios si no respetaban el castigo.
Los fundamentos jurídicos para la sanción existen dentro del Marco Civil de internet, la ley por la que se rige internet en Brasil, pero su interpretación está sujeta a críticas, incluso por parte de actores importantes en el ordenamiento de la comunicación en Brasil, como Anatel (Agencia Nacional de Telecomunicaciones), que calificó la suspensión de “desproporcionada”.
En el día de la libertad de expresión, varias asociaciones de prensa también criticaron el fallo del juez y dieron la razón a los usuarios quejosos por una situación que también dejó un efecto menos pernicioso: las baterías de los móviles, duraron, por un día, mucho más de lo habitual.