En la Venezuela de la revolución bolivariana, los controles y la inflación más alta del mundo ha surgido una nueva raza de “trabajadores”, en varios casos delincuentes, que ha encontrado en la crisis económica una oportunidad de conseguir dinero. Son los bachaqueros, personas que se aprovechan del precio regulado de los alimentos y productos de primera necesidad, que se consiguen con limitaciones en el mercado formal, para revenderlos más costosos en el mercado negro, donde el componente de escasez eleva aún más esos precios.
“Son un mal necesario porque si no consigues comida y tienes niños en casa, no los vas a dejar morir de hambre”, opina Cristina Castro. Ella es chef y tiene más de un año recurriendo a los bachaqueros. En su caso se trata de trabajadores de supermercados que le avisan cuando llega alguno de los productos regulados para venderle, con sobreprecio, bultos de arroz, pasta, harina de maíz y lo que necesite, que por la escasez existente en Venezuela suele ser todo, dice Castro.
Comprar alimentos básicos como arroz, harina de maíz precocida, pasta, margarina, harina de trigo, granos (judías), queso, huevos, leche líquida y en polvo, café, azúcar, aceite y cereales, por citar algunos de los alimentos regulados, es cada día más difícil. Y a esa lista se suman otros artículos esenciales como papel higiénico, jabón para bañarse, jabón para lavar los platos, enjuague para la ropa, desodorante, champú y enjuague para el cabello, pasta dental, toallas sanitarias, pañales para bebés y adultos, y afeitadoras.
Lo que no está en los establecimientos formales con regularidad se consigue en las redes de los bachaqueros, una práctica que se ha diversificado, masificado y tocado los bolsillos de las familias venezolanas.
De la frontera a los comercios
Bachaquero es una derivación de la palabra bachaco, nombre venezolano que se le da a una especie de hormigas de color rojizo o negro, de mayor tamaño, que igualmente transportan sus alimentos sobre ellas hasta sus nidos. Una analogía sobre lo que ocurre actualmente en Venezuela.
Desde hace años era usada para referirse a los contrabandistas de gasolina que pasaban bidones del combustible desde la frontera de Zulia (en el occidente de Venezuela) hasta Colombia, un negocio ilegal que se aprovechaba del precio congelado que mantuvo la gasolina venezolana durante 19 años y que también empezó a practicarse en el estado andino de Táchira. Pero en los últimos tres años la palabra bachaquero y su otra derivación como verbo (bachaquear) han ampliado su rango.
Ahora no describe únicamente el tráfico de gasolina en la frontera, ni el contrabando de bultos de alimentos subsidiados que igualmente comenzaron a ser desviados hacia Colombia desde Zulia y Táchira, sino primordialmente al fenómeno hasta entonces inexistente en ciudades y pueblos.
Los bachaqueros son las personas que hacen fila varias veces en un mismo día, en varios supermercados, para comprar productos regulados y luego revenderlos a un precio mayor, asegura el economista y director de la firma Datanálisis, Luis Vicente León. La encuestadora ha indagado sobre esta actividad de arbitraje en los últimos dos años y según sus datos cerca de 70% de las personas que hacen fila en los supermercados para comprar alimentos regulado son bachaqueros.
Precios distorsionados
En Venezuela la regulación del precio de los alimentos comenzó a aplicarse en 2003. La política del presidente Hugo Chávez, en ese momento, fue aplicarlo como medida temporal para combatir a la inflación, pero de temporal pasó a ser permanente y la inflación no se controló.
En paralelo, las fallas de productos básicos, sobre todo de alimentos, han aumentado. Hace 13 años las cifras oficiales hablaban de un 5% de fallas y actualmente, según el Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cendas), llega a 41,37%. La organización registró en marzo la escasez de 24 de los 58 alimentos básicos.
Lo que menos se consigue en el país son los artículos regulados y cuando están disponibles no se venden al precio que marcan. El Cendas hace esa medición mes a mes en sus reportes sobre el precio de la canasta básica alimentaria y en su último boletín de marzo precisa que la diferencia entre los precios controlados y los precios del mercado es de 1.892%.
En este contexto de controles y carencias, donde se suma una inflación disparada que pasó de 64,7% en 2014 a 180,9% en 2015, entran los bachaqueros. Víctor es uno de ellos. No quiere dar su nombre completo porque reconoce la ilegalidad de su trabajo. Era mensajero en un banco privado y ganaba sueldo mínimo. Ya no realiza esa labor porque con el bachaqueo asegura ganar cinco veces más de lo que cobraba antes en su trabajo formal.
“Somos un grupo, nos vamos a los supermercados, hacemos cola, compramos y nos vamos a otro. Como andamos en moto es más fácil”, relata. Asegura tener “contactos” que le avisan cuándo llegarán los productos a ciertos negocios y así se organiza. Con una inversión de 1.500 bolívares en varios productos regulados en un día, al revenderlos se gana hasta 12.000 bolívares. “Esto es un negocio, la vida no está fácil”, dice Víctor.
Nicolás Maduro ha aumentado el salario mínimo dos veces este año, 20% en febrero y 30% a partir del 1º de mayo, y junto a ellos el aumento de un bono de alimentación. Con el último ajuste el salario mínimo quedó en 15.051 bolívares (12 euros según la cotización en el mercado negro venezolano) y con el beneficio de alimentación el salario integral asciende a 33.636 bolívares (27 euros).
La canasta básica alimentaria registró un costo de 142.853 bolívares en marzo (113 euros), lo que demuestra la insuficiencia del ingreso mínimo de los trabajadores venezolanos.
Genny Zúñiga, socióloga del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello, ha explicado que el bachaqueo es visto como una oportunidad, donde hacer cola para comprar un producto a precio regulado significa obtener con su venta una ganancia mucho mayor a un sueldo en un trabajo formal. A su juicio se trata de un incentivo pero también de una distorsión del mercado de trabajo en el país.
Red con tentáculos
Antonio González es gerente en una agencia de publicidad y trabaja a tiempo completo. No tiene tiempo de ir a los supermercados a hacer una fila de cinco horas para comprar alimentos, por ello ha recurrido a una bachaquera. Ella le vende a varias personas en su oficina. Desde hace más de seis meses la llaman para darle la lista de lo que necesitan y ella acude con los productos. “La última vez pagamos 20.000 bolívares por todo, si comparas eso con el precio del dólar a mercado negro tienes que 20.000 bolívares son 20 dólares, no es nada, pero en la moneda venezolana es demasiado”, dice González.
La harina de maíz precocida que marca 19 bolívares es vendida por esta bachaquera en 400; el aceite vegetal regulado en 28 cuesta 800; el kilo de azúcar fijado en 26,50 lo revende en 1.000 y el arroz de 120 en 700. Y en el caso de productos de higiene, un jabón de baño regulado en 8 bolívares es vendido en 150 y hasta en 400.
De ella conocen poco, es una joven que sale a comprar con su mamá y juntas se llevan la cédula de identidad (DNI) de varios familiares. Esto porque desde el año pasado los alimentos regulados se venden según el último número de la cédula (el 0 y 1 los lunes, 2 y 3 los martes, y así). Pero la medida es burlada como lo demuestra este caso.
“Cuando la llamamos, ella nos va diciendo lo que tiene. Es como si tuviera un depósito en su casa donde revisa y nos avisa. Creemos que vive de eso porque nos cuenta que sale todos los días a hacer fila”, señala González. No está de acuerdo con el bachaqueo pero sostiene que la gente que trabaja no tiene opción. “Entras en ese sistema y ya”.
La Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras) estima que el ausentismo laboral en el sector privado, motivado a las filas en comercios para comprar alimentos y al bachaqueo, se ubica en 30%. En el caso de González refleja uno de varios tipos de bachaqueros existentes en Venezuela.
Cristina Castro, la chef, cuenta que sus bachaqueros son empleados de supermercados, a los que conoce desde hace años, cuando habituaba a acudir a los supermercados sin mayores problemas, en épocas de abundancia. Ahora, esos mismos trabajadores tienen clientes particulares a los que venden alimentos en bultos, en grandes cantidades, por supuesto con sobreprecio. Serían empleados de la red pública y privada que desvían la comida que les llega.
“No es uno solo, son varios. Me venden al doble y más del doble, ya no voy al mercado sino que me traen todo a la casa”, cuenta Castro. Como chef, hace tortas y vende almuerzos, lo que gana lo gasta de inmediato en los bachaqueros. “No puedo sacar cuentas de cuánto gasto porque no me conviene, ni por salud lo haría. El dinero no me alcanza”.
También están aquellos bachaqueros mayores, que compran con sobreprecio los productos a quienes hacen las filas para a su vez revenderlos, más caros aún, en sectores de clase más alta. Y están aquellos que ofrecen los productos en un puesto en la calle, como trabajadores informales o buhoneros, siendo los más famosos los ubicados en la populosa zona de Petare, al este de Caracas. Allí el sobreprecio puede llegar al 8.000%.
“Ese es el último eslabón de la cadena, ahí hay de todo, incluso lo que no tiene nuestra bachaquera, pero es exagerado”, dice González, quien tuvo que recurrir a ellos por falta de desodorante y pasta dental.
Las medicinas también
Del bachaqueo de alimentos se ha pasado al bachaqueo de aquellos fármacos escasos en el país, que según la Federación Farmacéutica de Venezuela ronda el 85%. En portales web es posible encontrar el ofrecimiento de medicinas altamente demandadas y casi en falla total en las farmacias como las píldoras anticonceptivas, medicinas para la diabetes, hipertensión arterial y para condiciones neurológicas como anticonvulsivantes.
De marcar entre 200 y 400 bolívares, las anticonceptivas son vendidas por bachaqueros en 1.300 o 2.000 bolívares, diez veces más. Y en el caso de la metformina para la diabetes, regulada en 3,25 bolívares, la ofrecen en 500. El precio de los medicamentos también está controlado en Venezuela.
Y para hacer más versátil el negocio del arbitraje, han surgido bachaqueros de billetes, sobre todo en la frontera con Colombia. Medios regionales han informado sobre este mercado ilícito, donde 100 bolívares son revendidos hasta en 160. La finalidad, en algunos casos, es conseguir más dinero para comprar los productos de la cesta básica.
Bandas delictivas
Así como se han afianzado en las grandes y pequeñas ciudades, los bachaqueros también han sembrado miedo en aquellos compradores que deben hacer filas con resignación porque el dinero no les alcanza, como es el caso de los pensionados y jubilados (ganan salario mínimo).
Se ha vuelto común el registro de violencia en las afueras de los supermercados, pues hay grupos de bachaqueros que ya no llegan de madrugada a hacer filas sino en pleno día y se colean, no respetan el orden y agraden a quienes les reclamen. Hay quienes sacan hojillas de afeitar y amenazan con cortar a la persona que no esté dispuesta a cederles su puesto, o exigen a los clientes comprar productos regulados de más y a la salida del negocio entregarles un paquete de cada artículo comprado. Así está ocurriendo en una de las franquicias de farmacias existentes en Venezuela.
Frente a esta realidad, las autoridades venezolanas han hecho poco. Se ha desplegado a la Guardia Nacional en las entradas y salidas de los locales comerciales que venden productos regulados pero no llegan a contener a los bachaqueros en general ni a los que agraden.
Eliminar controles
“Todo esto pasa con la anuencia del Gobierno, cómo es que no pueden controlar a los bachaqueros ni a esos malandros”, se pregunta Mónica Pérez, otra venezolana que se divide entre hacer fila y recurrir a estas personas en casos de emergencia. Es abuela y lo ha hecho para conseguir leche de fórmula para el bebé de la familia, que tampoco se consigue en el país. Desde 2013 el gobierno ha anunciado medidas contra el bachaqueo para los resultados sobre su control aún no se ven.
En Zulia comenzó a instalar puntos de control de la Guardia Nacional en zonas limítrofes para “frenar” el contrabando de alimentos y gasolina en 2013. Luego pasó bloquear la compra a aquellas personas que registraban altos volúmenes y continuó con la restricción de cierta cantidad de artículos por persona, por semana.
En 2014 se decidió instalar captahuellas en toda la red pública de supermercados y luego en la red privada, para evitar el acaparamiento y el bachaqueo, dijo en ese momento Nicolás Maduro. Luego optaron por la venta de comida según el terminal de la cédula de identidad pero una de las grandes medidas fue el cierre de las fronteras de Táchira y Zulia, en agosto de 2015, al reconocer que 30% de los productos se desviaban hacia el vecino país. Pero casi nueve meses después el desabastecimiento y escasez no han mejorado.
El Gobierno de Nicolás Maduro ha identificado al bachaqueo como la causa de la escasez, algo que para varios economistas y sectores productivos es errado pues se trataría de una consecuencia.
Para el economista Asdrúbal Oliveros, la única manera de corregir estas distorsiones y el problema del bachaqueo es eliminando los controles, pues de esa manera se puede nivelar la demanda. Y en esa misma línea responde Cipriana Ramos, presidenta de Consecomercio, sobre las medidas necesarias para controlar y sanear la economía. “Tienen que eliminar los controles, derogar la Ley de Costos y Precios Justos y el control cambiario. ¿De qué nos sirve el control cambiario si no hay dólares? Se debe recuperar el sector económico porque todos nos estamos rebuscando. El bachaqueo nos afecta a todos, sin distinción”.