“Sadiq Khan es una buena persona”, dice un hombre de unos treinta años, de origen indio, que está repartiendo panfletos en la puerta de una zapatería de Whitechapel, un barrio obrero de Londres con una importante comunidad musulmana. “Tener un alcalde musulmán es lo mejor que le podía pasar a esta ciudad”, comenta mientras sigue entregando los panfletos que anuncian una tienda de electrodomésticos escondida en una de las calles que huyen de esta gran avenida. Los entrega en la mano de manera compulsiva, sin mirar a quien los da.
Por la calle hay paradas de fruta, de hortalizas, de ropa, de música étnica. Los colores y los olores se mezclan con el caminar lento y tranquilo de mujeres que pasan cubiertas con niqab y con hijab de llamativos colores, la mayoría empujando carritos con niños, o carritos de la compra, o con los hombres con la túnica, sandalias y largas barbas, e ingleses y extranjeros que pasan con camiseta corta porque es un día soleado, algunos de ellos mostrando sus tatuajes. Por todas partes se forman corrillos de gente y se oyen conversaciones.
Cada día se levanta este mercadillo callejero en una amplia acera derecha de Whitechapel, en el lado opuesto del hospital Royal London. Es sábado, el día con más afluencia de gente. Las carpas dejan apenas un espacio de dos metros para transitar. “Yo creo que el hecho de que el alcalde sea musulmán no es importante porque si un terrorista quiere cometer un atentado lo hará sea cual sea la religión del que gobierne”, argumenta otro joven de origen albano-kosovar musulmán que hace ya diez años que vive en Londres y que trabaja como vigilante nocturno en un edificio.
Sentado en un banco de madera, junto a unos palés de madera, donde termina el mercadillo, como respirando, hay un hombre con una túnica que le llega hasta los pies de color marrón y un kufi en la cabeza. Está cuidando el carrito con una niña de un año que se ha quedado dormida. Es su hija. El hombre está comiendo unos jalebis, un dulce de color naranja con forma de espiral que elabora friendo una masa como de harina que se mezcla con sirope. Lo ha comprado en el pequeño puesto de enfrente donde hacen cola cinco o seis persona y escapa un fuerte olor de aceite frito. Parece un dulce muy popular. “Es típico de Bangladesh, de donde yo soy”, dice.
Su nombre es Abul, vive en Elephant and Castle, un barrio al sur de Londres, pero cada sábado viene con su mujer a comprar a Whitechapel. Señala la tienda de enfrente, cubierta con decenas de exóticos y preciosos salwar kameez y saris de todos los colores. Hace como una mueca de resignación simpática. “A mí me da más tranquilidad que el alcalde de Londres sea musulmán, aunque no creo que sea lo más importante, creo que la religión debe estar separada de la política, si no, este sería un estado islámico”. Y añade: “Goldsmith es hijo de multimillonarios desconectado de la gente trabajadora, mientras que Khan es hijo de un conductor de autobuses y creció en un barrio humilde y creo que es más fácil que sepa lo que quiere la gente”.
Al igual que Sadiq Khan, Abul, de 47 años, creció en un bloque de protección oficial en un suburbio de Londres. Sus padres también emigraron a Londres en los años 60 “en busca de una vida mejor, por esto emigra la gente”. Abul tenía seis años cuando sus padres realizaron el largo viaje sin retorno de un pequeño pueblo en Bangladesh con sus cuatro hijos en brazos. “Mi hija es de aquí ahora y yo tengo el corazón dividido”, confiesa. Muestra algunas fotos de la casa familiar que aún conserva allí. Está en medio de la montaña, llena de árboles de frutas. Los colores de aquel paisaje se parecen a los de la tienda de saris donde se ha perdido su esposa.
”Me molestó la campaña que hizo Zac Goldsmith (el oponente de Khan) tratando de relacionar a Khan con el extremismo islámico”, lamenta Abul, mientras parte un trozo de jalebi de los dedos y se lo lleva a la boca. “Me sorprendió porque su hermana está casada con un musulmán”, dice. Se refiere a Jamima Khan, la hermana de Zac Goldsmith, casada con un famoso exjugador de criquet y político paquistaní. Jamima ha criticado públicamente la campaña negativa que ha hecho su hermano en contra de los musulmanes. Cree que por esto perdió la campaña. Mucha gente no votó a Goldsmith por sus ataques a la comunidad musulmana”, dice.
Whitechapel es un barrio con un importante comunidad musulmana que supera el 40 por ciento de la población, principalmente bengalí, que llegó en los años sesenta en busca de fortuna asentándose en este barrio que entonces era un suburbio. En los sesenta este era un barrio de emigrantes judíos que, cuando empezaron a hacer dinero, se trasladaron a otros barrios al norte de Londres como Golders Green o Stamford Hill. Las sinagogas se convirtieron en mezquitas.
A lo lejos, por la acera derecha, se aprecian la torre Gherkin y los rascacielos de Liverpool Street y del barrio financiero de Londres que se confunden con las casas humildes del barrio y las siluetas con túnica y hijab. Un poco más allá del mercadillo callejero está la Gran Mezquita de Londres, el centro religioso musulmán más grande de Europa, con capacidad para cinco mil personas. Sus dos altos minaretes están encajados entre un moderno edificio en construcción y los codiciosos rascacielos de la City.