El autobús de la línea 94 carraspea antes de frenar en Hyde Park. Uno puede intuir la urgencia en las calles de Londres escuchando los sonidos guturales que emite el autobús y observando cómo se balancean los cuerpos de los pasajeros. Junto a la vivienda, el transporte es uno de los temas que más preocupa a los londinenses. Son los puntos estratégicos en los que los candidatos a la alcaldía han basado su campaña. Pero el laborista Sadiq Khan se ha llevado la victoria con un 44% de los votos frente al 35% del conservador Zack Goldsmith.
Hamir, uno de los conductores de la línea 94, asegura que conducir por Londres es “una auténtica locura”. “Tienes que tener paciencia, paciencia y paciencia”. Es bangladesí, llegó hace doce años a la ciudad y tiene dos hijos. “¿Crees que uno de ellos podría llegar a ser alcalde de Londres?”, pregunto. “No, no. Espero que ellos puedan estudiar en la universidad. Pero para ser político o algo así se necesita mucho dinero”, dice riendo.
Quizá el padre de Sadiq Khan, inmigrante pakistaní y conductor de autobús en Londres, habría contestado algo similar si hace unas décadas le hubiesen formulado la misma pregunta. Sin embargo, su hijo, ha sido elegido el próximo sustituto del tory Boris Johnson.
Desde que en septiembre de 2015 los principales partidos propusiesen a sus candidatos, la batalla por la alcaldía se había convertido casi en una cuestión religiosa y en una lucha de clases. Por un lado, el laborista Sadiq Khan (Londres, 1970), musulmán, hijo de inmigrantes pakistaníes y la voz autoproclamada de la working-class (clase trabajadora). Por otro, el tory Zac Goldsmith (Londres, 1975), de origen judío, hijo del empresario millonario James Goldsmith y educado en el aristócrata Eton College.
Infancia y orígenes
Hasta los 24 años, Sadiq durmió en una litera. La casa en la que vivía tenía tres habitaciones y eran ocho hermanos —siete niños y una niña—. Parte del dinero que sus padres ganaban lo enviaban a sus familiares en Pakistán. Todavía hoy lo hacen. Cuando sus progenitores, Amanullah y Sehrun, emigraron a Londres, Sadiq aún no había nacido. Fue en el hospital St George —en Tooting, al sur de la ciudad— donde su madre dio a luz. Por aquel entonces, el orgullo nacionalista y el racismo comenzaban a florecer en Inglaterra. Según ha contado el político en diversas ocasiones, el padre de Sadiq, conductor de autobús durante 25 años, recibía constantes insultos por ser extranjero. Los pasajeros le llamaban “paki Santa” —por la barba al estilo Santa Claus— y “paki bastard” —“pakistaní bastardo”, que a menudo se abreviaba como “pakiba”—. También él y sus hermanos experimentaron la discriminación: “Lo sufríamos en el fútbol. Yo en el Wimbledon y mis hermanos en el Chelsea. El Frente Nacional usaba botas [en referencia a las clásicas Dr Martens que llevaban los skinheads] y chaquetas bomber verdes. Perseguían a la gente como nosotros. Yo era fan del Wimbledon, pero fui a ver un partido contra los Spurs y cuando terminó fui víctima de abusos raciales. Algunos fans usaban the P-word [forma peyorativa de nombrar a un pakistaní] contra mí”, explica.
Según él, las instituciones políticas británicas deberían incrementar la presencia de las minorías étnicas y religiosas. Para ilustrar su argumento, contó esta anécdota en una entrevista para BuzzFeed: “En mi primer día en el parlamento me confundieron con Shahid Malik y Keith Vaz [dos diputados laboristas]. Keith Vaz, por cierto, no tiene pelo. Las únicas personas allí que se parecían a mí eran aquellos que trabajaban en la cafetería o limpiando”.
Criado en Tooting —circunscripción electoral de la que actualmente es parlamentario desde 2005—, fue a un colegio público. Aunque Khan ha convertido el empleo de su padre en emblema político para destacar sus orígenes de clase baja, su madre también trabajaba: era ama de casa y costurera. “Ellos se pasaban el día trabajando, así que tan pronto como pude hice lo mismo. Algunos veranos estuve en la construcción”.
Sadiq Khan está casado con Saadiya Ahmed desde 1994 y tiene dos hijas —Anisah y Ammarah, de 16 y 14 años respectivamente—. A su esposa, dice, le debe su actual “adicción” por correr maratones: “Nunca entendí cuánto cambia tu vida ir a correr. Ahora estoy obsesionado. Hay una calma y una concentración que no he experimentado con nada más”, escribía Khan en el The Guardian en abril de 2014.
El candidato asegura que conquistó a su mujer invitándola a cenar una hamburguesa de pescado en el McDonald’s. Después fueron al cine. “Por aquel entonces tenía veintitantos años y esa era mi idea de una cita romántica”. Este tipo de detalles son los que le confieren a Khan el carisma: a veces es más fácil para el ciudadano de a pie identificarse con alguien que come hamburguesas baratas que con aquel que lo hace en restaurantes de lujos inalcanzables para la mayoría.
Cuando era pequeño quería ser dentista, pero un profesor le animó a estudiar Derecho: “Siempre estás discutiendo, ¿por qué no te haces abogado en vez de dentista?, me dijo. Y así lo hice. Después decidí especializarme en derechos humanos”. Todos sus hermanos fueron a la universidad, excepto uno que decidió ser mecánico. Sadiq estudió en la University of North London —ahora conocida como London Metropolitan University—, considerada una de las peores universidades en el Reino Unido, sólo por delante de la Buck News University.
Su carrera como abogado le ha supuesto ciertos problemas durante la campaña electoral. Sadiq, expresidente de Liberty —grupo defensor de las libertades civiles—, ha sido acusado de dar oxígeno al terrorismo islamista al representar a clientes como Ali Dizaei o Babar Ahmad. Precisamente por este último caso, la brigada antiterrorista de Scotland Yard fue acusada en 2008 de espiarle. Según publicó el diario The Sunday Times, la policía ocultó un dispositivo electrónico bajo una mesa para grabar las conversaciones que mantuvieron Sadiq Khan y Babar Ahmad entre 2005 y 2006. Las autoridades estadounidenses habían acusado a Ahmad de recaudar fondos para los talibanes afganos a través de una página web. El Reino Unido había autorizado su extradición a Estados Unidos, por lo que estaba a la espera de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se pronunciase sobre su recurso de apelación contra dicha decisión.
Sadiq Khan también ha llegado a transformar su religión, el islam, en un asunto de campaña. Asegura que simplemente es una parte más de su identidad: “Soy londinense, soy británico, soy inglés, soy de origen asiático, tengo herencia pakistaní, soy padre, soy esposo, soy fan sufridor del Liverpool, soy laborista, soy fabianista y soy musulmán”. Su victoria en las elecciones de Londres es un termómetro del progresismo y la tolerancia hacia el islam en la capital británica. Una declaración de intenciones por parte de los ciudadanos.
Londres y el islam
Tres meses después de ser propuesto candidato a la alcaldía, Khan escribía en The Guardian que debido al “aumento de islamofobia, temía por sus amigos y su familia”. “Debemos hacer más para desafiar la islamofobia. Como alcalde de Londres, haré que se aborden los crímenes de odio —incluyendo la islamofobia, el antisemitismo y la homofobia— como una prioridad para la policía metropolitana”, añadía en el artículo.
Sadiq Khan ha “islamizado” su discurso desde el principio. Esto es, focalizar parte de su campaña en la religión. También se ha visto obligado a ello: los ataques recibidos por parte de Zac Goldsmith, que calificaba de “peligroso” que un candidato a alcalde defienda que los terroristas también tengan representación legal, le han obligado a condenar una y otra vez a los grupos islamistas radicales. En los últimos meses, Khan ha asegurado que elegir a un alcalde musulmán es ganar el pulso a la islamofobia. Una forma, quizá, de exigir a los ciudadanos que demuestren a través de las urnas que no tienen prejuicios.
Hay una diferencia entre la percepción que los británicos tienen sobre el aumento de población musulmana y los datos reales de este fenómeno. Algunos sectores conservadores aseguran que ciudades como Londres están cada vez más islamizadas; sin embargo, según los últimos estudios realizados, el islam todavía es una minoría en el Reino Unido. Una investigación realizada por el Muslim Council of Britain (MCB) apunta que en 2011 vivían 2,7 millones de musulmanes en Inglaterra y Gales. En 2001 eran 1,5 millones. El porcentaje real de musulmanes es del 5%, pero según una encuesta realizada por Ipsos Mori, los británicos tienen la sensación de que se acercaría al 21%.
En Londres, según un mapeado realizado por Muslims in Britain, hay 415 mezquitas y centros de estudio del islam. La población musulmana en la capital inglesa es del 12,4% —datos aportados por el Muslim Council of Britain según el último censo realizado, el de 2011—. En los últimos diez años, el incremento de musulmanes en es del 35%.
Hana Benbrahim pasea por Whitechapel Road mientras escucha música. Le gusta Londres porque se siente extranjera. El anonimato como punto a favor. “Nadie es de aquí, todos somos de diferentes lugares. Londres es eso. No te sientes inmigrante porque en realidad todos lo somos”, dice. Tiene 23 años y estudia una ingeniería. Su acento es británico, pero su origen, pakistaní. Sus padres emigraron a la capital cuando ella era un bebé aún. “Me gusta Sadiq Khan, aunque no creo que represente a la mayoría de musulmanes. Su estilo de vida es muy occidental, y yo puedo sentirme identificada, pero sé que gente como mis padres u otros musulmanes no lo harán”, explica.
Una encuesta realizada por YouGov en marzo situó a Sadiq ya como ganador de las elecciones londinenses con un 31% de los votos, muy por debajo del 44% obtenido finalmente. Zac Goldsmith le seguiría con el 24% (al final ha sido un 35%). Sin embargo, otro estudio realizado por YouGov establecía que un 31% de los londinenses blancos se sentirían incómodos con un alcalde musulmán. “Ese dato salió durante la campaña. Cuando lo vi me deprimí mucho”, comentó al respecto.
Londres y el brexit
“No me gusta nada Sadiq Khan”, dice Sabina Vankova, una abogada búlgara de 32 años que reside en Londres desde hace dos. “No es porque sea musulmán, eso es irrelevante, sino porque es del Partido Laborista, y el líder de este partido es Jeremy Corbyn, que es de izquierda radical. El Reino Unido tiene una democracia asentada, el laborismo no encaja aquí”, añade.
Sabina ha formado parte de la campaña del conservador Zac Goldsmith, a quien consideraba el candidato idóneo para continuar con el legado de Boris Johnson: “Zac proviene de una familia en la que se habla y se discute de política cada tarde. Además, tanto él como su padre defienden la salida del país de la Unión Europea [brexit]. Se ha mantenido fiel a esta idea sabiendo que por ello podría perder las elecciones: los londinenses son en su mayoría pro UE. Eso demuestra que Zac tiene integridad”.
La votación en la capital inglesa es significativa para tomar el pulso de la ciudadanía sobre su postura ante el referéndum del 23 junio, en el que se decidirá la permanencia o no del Reino Unido en la Unión Europea. Khan es europeísta, pero además una de las claves del brexit es el tema de la inmigración. El voto musulmán, por tanto, podría ser determinante tanto en las elecciones municipales como en el referéndum. No así el voto de los residentes extranjeros, que sí pueden pronunciarse en la elección del alcalde pero no en la consulta popular.
Los pakis ya no están relegados a ser ofensivas pintadas en las paredes de los suburbios de la ciudad, sino que van conquistando las instituciones. Los paki bastards ahora pueden ser alcaldes en Europa. Sadiq Khan ha sentado el precedente.