En la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial se condenaron hasta 1994 más de 50.000 personas en base al artículo 175 del Código Penal. Eliminado definitivamente en 1998, ese artículo convertía en un crimen las relaciones homosexuales. Hubo que esperar a esta semana para que el Ministerio de Justicia alemán anunciara la creación de un mecanismo para reparar los daños causados a las víctimas de esa disposición.
Entre ellas figura Heinz Schmitz (Friburgo, 1943). Sobre este homosexual de 73 años llegó a pesar una condena de medio año de reclusión por haber mantenido relaciones con otros chicos durante su adolescencia. Schmitz, criado por una viuda que perdió a su marido en la Segunda Guerra Mundial, se pasó media vida siendo homosexual en secreto y negando su condición. Ello no le evitó acabar siendo condenado por culpa del artículo 175. La condena le llevó posteriormente a tratar de tapar su sexualidad, llegando incluso a casarse con una mujer y a tener dos hijas.
Divorciado desde los 35 años, este jubilado, ex vendedor, empleado de la hostelería y ex periodista radiofónico de Radio Regenbogen, es de las pocas personas que quedan con vida que pueden dar cuenta del daño que supuso el artículo 175 para los homosexuales germanos. Ahora el ser indemnizado económicamente no le interesa. “No espero ni quiero dinero”, dice en su conversación con EL ESPAÑOL. Sin embargo, lo que sí anhela es acabar con una injusticia que todavía le hace tener antecedentes penales por su condición sexual.
¿Cómo se dio cuenta usted de que era homosexual?
A los doce años me di cuenta de que me gustaban los hombres. Entones descubrí mi homosexualidad. Fue en los años 50. No había modo de saber qué significaba esa atracción por los hombres que sentía. No se sabía nada sobre la homosexualidad por aquel entonces. Sólo se sabía que eso era algo prohibido. Tener relaciones sexuales con hombres o con otros chicos estaba prohibido. Por eso había que ocultarlo.
¿Cuándo empezaron sus problemas con la Justicia alemana?
Cuando tenía 16 años, mi madre descubrió que sentía esa atracción por los hombres. Pero no hablamos de ello. Era un secreto que cada uno guardaba por su lado. Pero mi madre se preocupó. Se preguntaba qué podía pasarme, porque estaba cursando una formación para aprender un oficio como vendedor. En la escuela me empezó a ir mal, y por eso tuve que aprender un oficio.
A mi madre le inquietaba especialmente qué me podría pasar si mi condición se daba a conocer. Porque podía perder mi formación en el lugar donde estaba aprendiendo un oficio. Por eso se dirigió a los servicios sociales para jóvenes. Pidió ayuda, porque no sabía qué hacer con un hijo así, alguien que estaba “frecuentando malas compañías”. Así se aludía a la homosexualidad entonces.
¿Cómo ayudaron a su madre?
Aquella petición de ayuda a los servicios sociales desencadenó que éstos informaran a la policía de mi situación. La verdad que no lo sé a ciencia cierta. Pero tuvo que ser así, porque entonces tenía 17 años. Un día apareció la policía en la puerta de nuestra casa para llevarme a la comisaría. Allí me tomaron declaración para saber lo que hacía. Y aquello era sancionable, debido al artículo 175 del Código Penal. Me ficharon. Me hicieron de todo. Me tomaron las huellas dactilares, me hicieron las fotos de perfil y de frente, como a un criminal.
¿Cómo recuerda aquello?
Fue horrible. Tenía apenas 17 años. Hace ya medio siglo de todo esto. Ya soy viejo y lo he superado. Pero a través de esta última acción de la Fundación Magnus Hirschfeld -clave en que se haya iniciado el proceso para que haya una reparación a las víctimas del artículo 175 (ndlr.)- todos los recuerdos vuelven a despertarse.
¿Qué pasó después de que le ficharan?
Empezaron a llegar cartas y peticiones de información de la policía para aclarar aspectos de mi declaración inicial. Por ejemplo, querían saber con qué hombres había estado. Di algunos nombres, por miedo. Eran todos nombres de hombres mayores de edad. Es decir, que estaban por encima de los 21 años. Pero yo no, yo era un adolescente. Di los nombres porque la policía me amenazaba. Me decían: 'Si tu no cuentas y no nos dices lo que haces y con quién, informaremos a la empresa en la que te estás formando, y seguro que pierdes tu trabajo'".
“En 1971 la Fiscalía me denunciaba por homosexual”
Pero terminaron denunciándolo.
Así es. En diciembre 1971, cuando tenía 18 años, me llegó la primera notificación de la denuncia por incumplir ese artículo 175 del Código Penal.
¿Y de qué se le acusaba exactamente?
Ese texto indicaba la sanción para alguien que “abusaba de hombres”. Esos eran los términos del delito. Así se aludía a la homosexualidad. Por eso se me denunció, por “abusar de hombres”. Me llegaron las cartas de la Fiscalía en las que se especificaban hasta cinco delitos por mi homosexualidad. Pero estamos hablando del comportamiento sexual más sencillo, el propio de adolescentes de aquella época, gestos de afecto más que otra cosa. Pero aquello ya se consideraba “abuso”. En febrero de 1972 me enviaron delante del juez. Seguía siendo un adolescente por aquel entonces. Estaba muerto de miedo. Tenía un abogado de oficio, pero que hizo poco.
¿Cuál fue la sentencia del juez?
El juez era un hombre mayor, que ya había trabajado en la Justicia en el tiempo de los nazis. El artículo 175 del Código Penal venía de la época del Káiser, de finales del siglo XIX, pero con los nazis se endureció mucho. El juez tenía todo ese bagaje. Yo era un adolescente que no tenía ni idea de nada. A mi nadie me había hablado de homosexualidad ni nada por el estilo, ni mi madre. No me ayudó nadie. No tenía a nadie para hacerlo. En aquella época, no podía hablar de este problema. El Juez me condenó a seis meses en una prisión para adolescentes.
Sin embargo, luego atendió a mis preocupaciones sobre mi futuro. Le dije que podía perder mi trabajo y mi formación profesional con una condena así. Entonces consideró mi situación y me dijo, más o menos: 'Para que no pierdas tu trabajo, la condena estará condicionada a dos años sin incurrir en el mismo comportamiento'. Dos años sin caer en los “abusos” con hombres. Y así fue que durante dos años no tuve contacto con hombres.
Entonces, ¿Le dejaron en libertad condicional?
No del todo, porque tuve que cumplir tres fines de semana en la cárcel para adolescentes. Iba los sábados después del trabajo y pasaba allí dos noches. Luego, el lunes, me iba de allí a las seis de la mañana con el tren para que nadie supiera que estaba cumpliendo esa condena.
¿Dónde estaba esa cárcel?
En la pequeña ciudad de Müllheim (a unos 30 kilómetros al sur de Friburgo, ndlr.).
“Los funcionarios de prisiones me decían: 'Eres un cerdo'
¿Y cómo fue ese paso por cárcel?
Aquello fue horrible. Me trataron muy mal, me insultaron mucho. Los funcionarios de prisiones se dirigían a mi con la palabra 'cerdo'. 'Tú eres un cerdo', me decían. No me trataban como a una persona sino como a un animal, porque las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo era una 'cerdada', decían. En la cárcel me tenían sólo, porque decían que podría llevar a los otros jóvenes a tener comportamientos homosexuales. Estuve aislado. Fue realmente horrible.
¿No conoció allí a otras personas en su misma situación o parecida?
En mi situación sí que había en Alemania mucha gente. Pero yo no conocía a nadie. En mi entorno, tal vez hubiera más gente con este tipo de problemas con la justicia, estoy convencido. Pero yo no llegué a saber nada de nadie. Entonces no había una escena homosexual en la que moverse. Además, Friburgo es una ciudad pequeña. Había unos 50.000 habitantes en la época de la que estamos hablando.
¿Y no se supo que estuvo cumpliendo condena?
No, nadie lo llegó a saber.
¿Influyó aquella experiencia en su trabajo?
No, y esa fue mi suerte. Siempre mantuve en secreto mi sexualidad. Nunca dije nada a nadie. Cuando me preguntaban si era homosexual o 'diferente', yo decía: 'no, yo no soy eso'. Mentía. Lo hice hasta que, años después, habiendo rehecho mi vida, después de haber perdido mi trabajo en el sector textil, cambié por la hostelería. De cara al público, se me preguntaba, simplemente, si era marica, y yo ya decía que sí.
Y en su vida, ¿influyó de algún modo esa condena?
Pues con 22 años me casé con una novia que me había echado. No sé, se ve que era bisexual por aquel entonces. Hoy ni me lo planteo. Con mi novia me casé muy pronto, como para cubrir el pasado con una manta. Mi novia no supo nada hasta mucho después de casados. Se lo oculté.
¿Tuvo en ese tiempo relaciones con otros hombres?
Durante muchos años estuve sin tener contacto alguno con hombres. Estaba casado y tuve dos hijas. Una primera vino al poco de casarnos. La otra, seis años después. Pero la vida de casado era muy difícil para mí. Porque tenía ganas de estar con hombres. Me di cuenta de que lo necesitaba. Fue entonces cuando me abrí a mi mujer. Pero habían pasado diez años de matrimonio ya. Ocurrió entonces una guerra increíble dentro el matrimonio.
Nos dijimos que íbamos a seguir juntos, que lucharíamos juntos en esta dificultad. Pero cinco años después de haberme abierto a mi pareja, mi deseo por estar con un hombre era tan fuerte que nos separamos. Nos habíamos casado en 1975. Nos separamos en 1987 y logramos el divorcio un año después. Desde entonces, desde que tengo 35 años, vivo solo. Desde entonces me dije que no tendría más relaciones sexuales con una mujer. Sólo las tendría con hombres. En estas tres décadas he tenido tres novios.
¿Sabía usted que la pena que cumplió seguía registrada como antecedentes penales?
No. Yo pensaba que eso se acabaría borrando, y que estaba limpio. Pero, en realidad, no es así. Tengo antecedentes penales por aquello todavía. Pero ahora por fin se está trabajando en acabar con esta situación. Estamos luchando, con la Fundación Martin Hirschfeld y la Oficina Federal Antidiscriminación.
“Era lo que figuraba en las leyes”
¿Qué piensa usted de esta situación?
Es una injusticia. Siempre vi como algo injusto lo que me pasó, pero claro, era lo que figuraba en las leyes. No podía decir que era una injusticia porque la justicia era aquello precisamente. Gracias a Dios ya no es así. Estamos hablando de una situación que atenta contra los Derechos Humanos.
Se habla de que serán indemnizadas las personas como usted. ¿Qué opinión tiene de esta intención de las autoridades?
Efectivamente, la idea es abolir la condena, rehabilitar a las personas afectadas e indemnizarlas. Ha de hacerse a nivel global, porque no es posible técnicamente recurrir todos los casos. Muchas personas afectadas ya han fallecido. Pero todo esto tiene que aprobarlo el Bundestag.
¿Se puede reparar algo así?
Yo espero la abolición de las condenas y la rehabilitación. No espero ni quiero dinero. Si hay indemnización económica será para la fundación que ha iniciado todo este proceso. La abolición de las condenas, la rehabilitación e indemnización ya tuvieron las personas que fueron condenadas en el nazismo por ser homosexuales. Pero los de después de la Segunda Guerra Mundial no han tenido ese trato.
“Es demasiado tarde para rehabilitar e indemnizar”
¿No le parece un poco tarde que se hable de rehabilitar e indemnizar a personas como usted ahora?
Sí, por desgracia es demasiado tarde. La Fundación Magnus Hirschfeld sólo ha encontrado tres personas como afectados por ese artículo 175, pese a que en principio había 50.000 personas.
¿Qué piensa usted de la situación actual de los homosexuales en Alemania, comparándola con la que usted vivió?
Cuando veo lo que es posible hacer hoy como homosexual, pienso que es extraordinario. Hoy la gente celebra hasta bodas, para celebrar la unión de las parejas. Yo estuve en la cárcel. Muy a menudo me digo que estoy triste por haber nacido demasiado pronto para ser homosexual. Hoy día no es un secreto en mi ciudad que soy homosexual, y es perfectamente normal. Dicho esto, sigue habiendo agresiones homófobas. No podemos decir que no hay problemas. La homosexualidad no es plenamente aceptada. Hace unos días pegaron a una pareja de chicos en pleno centro de Friburgo por ir cogidos de la mano.
Pero, en Alemania, no hay matrimonio homosexual.
Así es. Pero para mí basta que se pueda formalizar la unión de una pareja homosexual, algo que vale como un matrimonio a efectos prácticos, aunque no sea exactamente lo mismo. Lo único es que no se puede emplear el término matrimonio. Por eso luchan algunos. Pero a mí me basta con lo que hay en ese sentido.