Nueva York

Hillary Clinton será la primera mujer en la historia de Estados Unidos en competir en las elecciones por la Casa Blanca, según el recuento de los apoyos de los delegados, indistintamente del resultado de las primarias de este martes en California y otros estados. Su rival será Donald Trump, quien será el primer candidato presidencial sin ninguna experiencia como funcionario público o miembro de las Fuerzas Armadas. 

Clinton y Trump aparecen en una contienda que se presenta muy ajustada, según las últimas encuestas sobre la intención de voto popular. Para enfrentarse a Trump, Hillary Clinton tendrá que terminar de pulir su candidatura en varios frentes: 

1.    Capacidad de comunicación 

Trump ha dado abundantes pruebas de ser un comunicador muy eficaz, ya sea en los actos de campaña o en Twitter o en la televisión, ante la cual se siente muy cómodo gracias a sus años como celebridad al frente del programa de televisión de telerealidad The Apprentice

Ha destrozado a sus rivales con sobrenombres despectivos, como “Pequeño Marco”, “Flojo Jeb” o “Mentiroso Ted” y logrado miles millones en publicidad gratuita con sus mediáticas intervenciones.

Por el contrario, Hillary Clinton carece de ese talento, y ella misma ha dicho que la campaña no le sale tan natural como a su marido, Bill Clinton, o el presidente, Barack Obama. “He visto a mi marido hacer campaña, he visto al presidente Obama hacer campaña. Es como poesía. No es necesariamente mi fortaleza”, confesó la ex secretaria de Estado en uno de los debates demócratas de las primarias.

2.    Unidad partidaria 

A pesar de todas las críticas, y más allá de que varias figuras jamás le darán su apoyo, Donald Trump ha logrado conseguir algunos respaldos cruciales dentro del Partido Republicano -como el del presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Paul Ryan, aunque a la vez le reprocha los comentarios "de manual de racistas" que hizo sobre un juez hispano- y ha conseguido que los republicanos cierren filas tras él. 

Hillary Clinton aún debe cerrar las heridas que han dejado las duras primarias demócratas que ha tenido con el senador socialista Bernie Sanders, quien además se ha negado a abandonar la pelea y ha prometido ir a la Convención Nacional del partido en busca de la nominación.

Las encuestas a pie de urna de las primarias muestran que Hillary ha tenido dificultades para atraer a los jóvenes demócratas, el núcleo de la coalición de Sanders. El martes, al reclamar la nominación de su partido, les envió un mensaje directo: “Recordemos lo que nos une. Todos queremos una economía con mas oportunidades y menos desigualdad”, dijo en su discurso.

3.    Movilizar a las minorías 

Una de las grandes incógnitas de cada elección presidencial es la participación que tendrán los latinos, la principal minoría de Estados Unidos y la de mayor crecimiento. Este año el Centro de Investigación Pew prevé que un 12% del electorado será hispano, otro 12%, afroamericano, y un 4%, asiático. 

Los demócratas han logrado importantes diferencias entre las minorías. Además, estados donde se decidirá la elección, como Nevada, Florida, Arizona o Colorado, tienen una proporción más alta que el promedio nacional de votantes hispanos.

Hillary Clinton ofrece medidas mucho más amistosas que Trump para los latinos y desde luego no ha convertido en su bandera levantar un muro aún mayor entre Estados Unidos y México ni ha propuesto que el país vecino costee su construcción, como sí hizo el multimillonario republicano.

Sin ir más lejos, ha formado parte como secretaria de Estado del Gobierno de Obama que entre sus reformas estrella ha luchado por la legalización de los once millones de sin papeles que se estima existen en Estados Unidos. Aunque el presidente no ha conseguido ese objetivo ni Clinton estaba en el Gobierno cuando aprobó dos decretos para regularizar a cinco millones de indocumentados, sí lo respaldó expresamente.

Sin embargo, esto no puede llevar a equívoco, pues Trump también cuenta con latinos que le apoyan e inmigrantes que defienden una política estricta para la inmigración.

4. Talento para debatir 

La capacidad para comunicar de Trump le ha permitido dominar los debates de las primarias del Partido Republicano. Hillary Clinton ha tenido también desempeños consistentes en los debates demócratas, pero no se ha enfrentado a nadie como Trump. 

Las elecciones tendrán tres debates presidenciales y la historia reciente, sobre todo desde que los debates comenzaron a transmitirse por televisión, demuestra que el desempeño en ellos influye en los resultados electorales.

Esos debates mostrarán, casi con certeza, el lado más oscuro de la campaña: los ataques que ya han comenzado a desplegar las dos campañas. Clinton y Trump tienen algo en común: son dos candidatos con una alta imagen negativa (57%, respectivamente, según la última encuesta del periódico The Washington Post y la cadena de noticias ABC), un caldo de cultivo ideal para una campaña de demolición.

5.    “Corrupta Hillary” 

Trump no ha ocultado cuál será su línea de ataque contra Hillary: ya la ha bautizado “Corrupta Hillary” en Twitter, una estrategia típica de sus ofensivas para aplastar rivales que aspira a explotar la desconfianza de los estadounidenses hacia Clinton. 

La demócrata deberá lidiar con esa ofensiva, además de intentar sepultar de una vez por todas escándalos como el uso de una dirección de correo electrónico personal cuando era secretaria de Estado para asuntos de trabajo, el error que más críticas le ha valido y que aún le persigue.

La dura campaña interna ha mostrado al descubierto que Clinton no se ha ganado aún la confianza de los estadounidenses: en la última encuesta del periódico The Washington Post y la cadena ABC sólo un 42% la considera honesta, un porcentaje similar al de Trump, que cosechaba un 40%.

6. EL AÑO DE LOS 'OUTSIDERS'

Hay un rasgo distintivo que ha puesto a esta campaña presidencial lejos de las últimas disputas por la Casa Blanca: la irrupción de los outsiders, las figuras que no son vistas como miembros del establishment político del país, del que suelen surgir los candidatos presidenciales. 

Donald Trump no ha tenido nunca un cargo de funcionario público o ha servido en las Fuerzas Armadas, mientras que el senador socialista Bernie Sanders, rival de Hillary Clinton, es una figura atípica para los círculos del poder de Washington.

Clinton, por el contrario, ha dedicado gran parte de su vida a la función pública, y desde que su marido, Bill Clinton, lanzó su campaña presidencial en 1992, ha estado bajo la atención nacional. Esa larga trayectoria este año es, en rigor, una debilidad, pues la mayoría de los norteamericanos están frustrados con Washington y creen que el país marcha en la dirección equivocada.

Dos datos de los sondeos marcan ese hastío: seis de cada diez estadounidenses creen que el país no va por donde debe, según un promedio de sondeos del sitio RealClearPolitics, y sólo dos de cada diez confían en el trabajo de Washington, según el Centro Pew, un nivel históricamente bajo.

Éste será, quizá, el mayor desafío de Clinton: demostrarle a la gente que, a pesar de ser un icono del establishment, puede cambiarlo, y devolver la confianza en el poder político del país.

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