El primer reto de Margaret Thatcher como nueva líder de la oposición fue un referéndum sobre la pertenencia del Reino Unido a la Comunidad Económica Europea. Fue el 5 de junio de 1975, cuando el país llevaba poco más de dos años dentro del club comunitario y la jefa de los tories todavía no había afianzado su poder.
El primer ministro, el laborista Harold Wilson, había convocado la consulta por la presión de los suyos, entonces euroescépticos frente a los más europeístas conservadores. Tras una renegociación con franceses y alemanes, sometía al voto el tratado de adhesión.
En sus memorias, Thatcher cuenta que habría preferido que ésa no fuera su primera prueba. El defensor más convencido de la Comunidad Europea era Edward Heath, el tory que había firmado la entrada del Reino Unido y que no se llevaba bien con su sucesora. “Era un asunto de Ted”, escribió Thatcher. Aun así, ella tenía también claro que el voto bueno era el “sí” a la Comunidad Europea.
“Creía genuinamente que hubiera sido una locura marcharse de la Comunidad. Creía que aportaría un lazo económico con otros países de Europa Occidental, que tenía una estrategia significativa y sobre todo me gustaban las oportunidades para el comercio que la pertenencia a la UE daba”, escribió la líder tory.
No tenía muchas ganas de hacer campaña entonces, pero sabía que era arriesgado quedarse quieta por “el apetito de Ted de volver al poder” y porque “fuerzas dentro y fuera del partido conservador” iban a aprovechar la oportunidad para intentar apartarla.
Así que ella también se lanzó a pedir el “sí”, aunque no pareciera tan enérgica como otros. El Sun, entonces más europeísta, la criticó por hacer “dejación de sus responsabilidades” y no participar más en la campaña del “sí”.
No le gustaba especialmente la idea de un referéndum pero reconocía que podía hacer falta otro “en algún momento en el futuro cuando un solo asunto dividiera a la nación y no a los partidos”. “Lo que tenía peor gusto para mí era el aparente oportunismo del liderazgo laborista”, decía Thatcher, que se quejaba de la mala renegociación.
LA CIA A FAVOR DE LA CEE
La guerra entre argumentos de los dos lados se parece a la de 2016. Los detractores de la Comunidad Europea decían que, si se quedaban, los británicos acabarían comiendo “europan” y “eurocerveza”. Las empresas presionaban para que los votantes apoyaran la permanencia en el club europeo y alertaban de los peligros económicos.
La incertidumbre política no gustaba en plena Guerra Fría tampoco a Estados Unidos.
Ya entonces corrieron las acusaciones de que la CIA estaba ayudando al campo del “sí” y varios documentos y testigos años después apuntan a que la agencia de inteligencia respaldó, como solía hacer, con dinero e ideas a sus favoritos. El Gobierno de Estados Unidos veía entonces con buenos ojos que los europeos intentaran unirse para pacificar el continente y ayudarse mutuamente.
El New York Times definía en un editorial el referéndum como “uno de los experimentos más extraños en la larga historia de la política británica”.
EL GESTO QUE NO LLEGÓ
Tal y como esperaba Thatcher, el ex primer ministro Edward Heath se volcó en la campaña. “Los antieuropeos quieren congelar el pasado. Su defensa de la soberanía sólo tendría sentido si la Marina Real reinara en los mares y pudiera mandar sus barcos de guerra a cualquier sitio del mundo”, escribió el político tory en el Times de Londres tres días antes de la votación.
El 67% de los votantes británicos votaron a favor de quedarse en la Comunidad Europea y el 33% en contra.
Heath y otros fieles tories lo celebraron durante todo el día en el hotel Waldorf, en el centro de Londres. El ex primer ministro pensó que tal vez la victoria era también el comienzo de su regreso al poder. No calculó bien.
En la Cámara de los Comunes, el lunes después del referéndum, Thatcher hizo un homenaje generoso a Heath por la calidad en la campaña. El ex primer ministro no hizo el más mínimo gesto de aceptar sus cumplidos.
“Con la cabeza sobre la mano, como una piedra, no hizo ningún reconocimiento”, escribía el Times con cierto tono indignado. Muchos tories se enfadaron y Thatcher filtró como venganza detalles sobre una reunión incómoda para su rival conservador.
Del referéndum europeo, Thatcher salió reforzada y, sobre todo, los laboristas debilitados, dividos entre la izquierda más euroescéptica y los centristas partidarios de la Comunidad Europea. “El resultado del referéndum no fue sorprendente... Lo que era menos previsible era el impacto en la escena política”, escribió Thatcher en sus memorias.
Norman Tebbit, su fiel ministro, me dijo esta semana que cree que ahora Thatcher habría hecho campaña por el “no” a la Unión Europea. Él también respaldó el “sí” en el primer referéndum, pero dice que cuantas más reuniones tuvieron en Bruselas Thatcher y él, más se convencieron de que no se podía reformar la Comunidad y que aquello pretendía ser mucho más que un mercado común.
Pero aquel referéndum de 1975 hizo mucho por los comienzos de una política que tenía que hacerse respetar y superar el machismo de muchos de sus colegas. En 1979, ganó sus primeras elecciones.