La catedral de Coventry no tiene techo. Es una gran explanada de piedra rodeada de los restos de muros seculares. Queda un altar con una cruz hecha de clavos y lo que antes era una enorme nave está hoy poblado de recuerdos de guerra. Una escultura con figuras delgadas en un extremo se llama Coro de supervivientes y es una donación de Dresden.
Coventry, como Dresden, es la "ciudad de provincias" que sufrió los peores bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Su catedral fue destruida la noche del 14 de noviembre de 1940 en el ataque más intenso hasta entonces. Se decidió dejarla en ruinas para recordar el horror de la guerra.
Éste ha sido ahora el lugar elegido por Gordon Brown para grabar el mensaje más popular de la campaña a favor de que su país se quede en la Unión Europea.
“Tenemos una Europa donde las decisiones se toman con diálogo y con debate. Una Europa en paz por lo que hizo el Reino Unido”, dice Brown mientras camina entre las ruinas.
El alcalde de Dresden, ciudad hermana desde 1959, ha pedido ahora en una carta a los residentes de Coventry que voten “remain” este jueves por lo que les une a Europa como “símbolo de la libertad, la democracia y la coexistencia pacífica”.
UNA NOCHE DE NOVIEMBRE
Aquella marca de guerra todavía se honra en la ciudad. Sigue produciendo discusiones y literatura, con obras de teatro como One Night in November, que sostiene que Churchill sabía lo que se avecinaba gracias a los códigos de la máquina alemana Enigma y que no quiso hacer nada para que los nazis no supieran que los aliados tenían la clave y podían leer sus mensajes.
Los alemanes llamaron a la operación “Sonata a la luz de la luna”. Los bombarderos no pararon en toda la noche de una luna llena. Eligieron Coventry porque las fábricas de relojes, bicicletas y coches se dedicaban entonces también a la producción de piezas para aviones y armamento. Además, el lugar era uno de los símbolos de la clase obrera que el Gobierno nazi creía podía erosionar.
En menos de 12 horas, en Coventry hubo al menos 554 muertos y un millar de heridos. El centro medieval de la ciudad quedó casi completamente destruido: 2.300 casas desaparecieron, 5.600 quedaron inhabitables y más de 29.000, muy tocadas.
Las casas estaban pintadas de colores oscuros y algunas fábricas de color camuflaje para que se fundieran con el campo, pero el ejército alemán tenía un mapa muy detallado de sus objetivos. Y ante la duda bombardeó también viviendas, pubs, tiendas e iglesias. Un piloto alemán contó después cómo a él y a algunos de sus compañeros les pesó cumplir órdenes de un ataque feroz: “La tripulación sólo miraba al mar de llamas en silencio. ¿Era de verdad esto un objetivo militar?”
Ésa fue la noche más dramática, pero Coventry sufrió 41 bombardeos en la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes utilizaban el nombre de la ciudad como verbo, para indicar la destrucción casi total de una ciudad.
CIUDAD DE INDECISOS
La reconstrucción de la ciudad se hizo con lo que entonces tenía más apariencia de modernidad: edificios altos de ladrillo y un centro comercial de cemento donde no pudieran entrar los coches.
La ciudad, de ahora más de 300.000 habitantes, tiene más jóvenes universitarios que la media británica, pero también ha sufrido más la crisis que otras zonas. Hay más familias con niños en riesgo de pobreza y más personas con poca formación.
West Midlands es una zona considerada "mixta", que suele votar laborista, pero donde los indecisos son habituales también en las elecciones generales. Es una región donde los conservadores se pasaron al laborismo de Tony Blair: un cruce de caminos entre los dos grandes partidos.
Para el referéndum de este jueves, Coventry está entre los indecisos pero que tienden al euroescepticismo, según las encuestas de YouGov, una empresa de sondeos por internet que publica información detallada por regiones.
El referéndum se puede jugar aquí, pero por las calles de Coventry cuesta ver propaganda a favor o en contra de la UE.
“La campaña es nacional. Se hace en las televisiones”, se queja Rob Wheway, un activista de 66 años que trabaja para una ONG dedicada a los derechos de los niños y que ahora hace campaña para que el Reino Unido se quede en la Unión Europea.
Él me cuenta que el periódico local hace poco caso de sus comunicados de prensa. Su grupo se reúne para organizar el reparto de octavillas y organizarse para participar en debates de radio.
Su organización no está ligada a ningún partido político. Aun así, les gustó que Gordon Brown fuera a las ruinas de la catedral a grabar su vídeo. “Enfatiza la importancia de trabajar juntos en paz”, dice Wheway. Lo que más le gusta del mensaje de Brown es el lema de que el Reino Unido debería “liderar en Europa”: “lead, not leave”. “Éste ha sido el papel histórico del Reino Unido”. De hecho, él lamenta que otros políticos de la campaña no hayan subrayado más ese lema. “Debería haber sido una parte integral de nuestro mensaje”.
Wheway fue hace dos décadas concejal de los liberaldemócratas, pero no había vuelto a entrar en política. Se interesó por esta campaña porque se dio cuenta de que los políticos locales de Coventry no se atrevían a defender a la UE por miedo a perder las elecciones. “Los laboristas tampoco. Nadie quería hablar de ello, no sabían en qué dirección iría”, explica.
Está decepcionado por la campaña nacional y el mensaje de “división” y teme lo que pueda pasar ahora: “Estoy preocupado. Estamos tirando nuestra herencia por un miedo cortoplacista a los inmigrantes”.
Dice que siempre ha sido un “internacionalista”, pero que no votó en el referéndum de 1975. Ni siquiera recuerda haberse fijado en la votación. “Entonces estaba trabajando en Irlanda del Norte. Estaba más en la religión que en la política”, cuenta.
Como a muchos en Coventry, a Wheway le gusta hablar de la paz y de la superación del pasado. Junto a las ruinas de la catedral, el museo de la ciudad tiene un espacio dedicado a los mensajes conciliadores. En el lateral de la antigua nave, delante de una escultura de dos figuras que se abrazan una profesora pregunta a sus escolares adolescentes “¿qué significa reconciliación?” Nadie contesta.
Coventry fue la primera ciudad del mundo que se hermanó con otra. La primera con la que firmó un pacto de “amistad” fue con Stalingrado (hoy Volgogrado) en 1944. Fue sólo el primer paso para intentar superar el trauma de la guerra.
Poco después de la destrucción de su catedral, la ciudad empezó a regalar cruces hechas con clavos. Tres clavos medievales sobrevivieron a los bombardeos y desde entonces su copia es un símbolo.
EL DESENCANTO
James Carver, eurodiputado del UKIP y elegido por esta región al noroeste de Londres, dice que los mensajes de paz y diversidad son compatibles con estar fuera de la UE.
“Me encanta Europa. La belleza de Europa es su diversidad. Mi mujer es irlandesa. Mi abuelo era polaco”, me cuenta.
Carver se define como “el político más de izquierdas del UKIP” y cree que el principal problema es que la UE no es un mercado común como el que querían los británicos en los 70, sino un intento de hacer un Gobierno federal.
Tenía cinco años cuando se celebró el primer referéndum, en 1975, pero su madre votó que "sí" a quedarse en la Comunidad Económica Europea y dice que él habría hecho lo mismo entonces si hubiera podido participar.
Su desencanto con la UE, según él, empezó cuando un día le dio por leer el Tratado de Maastricht. “Era un joven curioso y quería tener mi propia opinión. Entonces me di cuenta de que esto no iba del mercado único”, cuenta.
Se unió en 1996 al UKIP, cuando era un partido naciente y con poca influencia. Se presentó sin éxito a varias elecciones. Consiguió ganar en los últimos comicios europeos, en 2014.
Desde hace años lleva el negocio familiar, de paraguas, mientras se dedica en paralelo a la política. “Ahora he tenido que desatender un poco los paraguas para la campaña”, comenta.
El eurodiputado también ha hecho varios actos en Coventry y no critica que sus rivales lo hayan utilizado.
“Gordon Brown puede hacer lo que quiera. Está claro que Coventry es un lugar simbólico. Esto es una democracia”, dice. “Pero aquí hay mucha industria y no dejamos de crecer”.
La primera esposa de Carver murió con sólo 40 años. “Aprendí entonces a no dar nunca nada por sentado”, dice.
El eurodiputado cree que el resultado estará ajustado y que en ningún caso será tan dramático. “Pase lo que pase, el sol saldrá al día siguiente”, dice.