La alcaldesa electa de Roma, Virginia Raggi.

La alcaldesa electa de Roma, Virginia Raggi. Remo Casilli Reuters

Mundo Italia

Las alcaldesas del cambio, también en Italia

Virginia Raggi y Chiara Appendino, del Movimiento 5 estrellas, serían el equivalente a Manuela Carmena y Ada Colau en Roma y Turín.

26 junio, 2016 02:37
Roma

Noticias relacionadas

La comparación no procede de ningún comentarista español tratando de acercar al público a las nuevas protagonistas de la política italiana. Quien traza la analogía es Concita De Gregorio, quien fuera directora del periódico fundado por el Partido Comunista Italiano, L’Unita, e histórica del periodismo en este país. Escribe ahora De Gregorio en La Repubblica: “como Madrid y Barcelona en España, ahora Roma y Turín en Italia”.

En el papel de la Carmena romana tendríamos a Virginia Raggi y en el de la Colau turinesa a Chiara Appendino. Ambas exponentes del Movimiento 5 Estrellas. “Los casos se repiten en la capital y la ciudad símbolo del trabajo. Son cuatro mujeres que han crecido al margen de la clase política dominante, ya sea en el gobierno o la oposición, y que a partir de ahora van a regir ciudades clave en dos importantes países europeos”, añade De Gregorio.

A Raggi será más sencillo ponerle rostro. Porque su esbelta figura y su bonita sonrisa han aparecido en los titulares de todo el mundo, que anunciaban la llegada de “la primera alcaldesa de la historia de Roma”. Tiene 37 años, es abogada y su carrera política se reduce a un par de años como concejala en el consistorio de la capital italiana, donde se fajó en asuntos de educación y medio ambiente.

Su primera promesa nada más conocer su victoria fue "devolver la dignidad y la transparencia· a una ciudad, azotada por la dejación, el mal gobierno y una corrupción rampante que ha llevado al banquillo a un centenar de personas entre los que hay desde empresarios hasta ediles, acusados de formar un entramado mafioso.

Su victoria se daba por descontada antes incluso de ir a las urnas. Pero lo que descompuso el estómago de más de uno en la sede del Partido Democrático (PD) del primer ministro, Matteo Renzi, fue que doblara en votos al candidato apoyado por su formación, Roberto Giachetti.

Al margen de la imagen de cambio que transmite en una capital consumida por problemas crónicos, el programa de Raggi lo componen una serie de vagas iniciativas. Durante la campaña ha caído en contrariedades, a sus discursos les falta firmeza y ni siquiera anunció la junta con la que pensaba gobernar.

Comparte con Carmena sus orígenes en el mundo del Derecho, trazas de buen talante y un discurso cercano con el que intenta llegar al vecino de al lado. Aunque si Carmena repite por activa y por pasiva que ella no pertenece a Podemos, Raggi sí que es una mujer de partido. Incluso en el último debate electoral ante su contrincante Giachetti, señaló que los ciudadanos podrán interpelarla siempre que quieran a través del blog de Beppe Grillo, el fundador del Movimiento 5 Estrellas.

Tendría mil coartadas el centroizquierda de Renzi para argumentar que la derrota en Roma, donde desde la Segunda Guerra Mundial sólo dejó de asumir el gobierno de una ciudad ingobernable desde 2008 a 2013. Pero en las oficinas del premier se acabaron las palabras para describir la debacle de Turín. Allí la izquierda ni siquiera se había permitido un pequeño lapso en todo este tiempo.

Turín es la envidia del país, históricamente a caballo entre la cultura industrial de la Fiat y los derechos laborales reivindicados por los comunistas. Modernizada tras las Olimpiadas de invierno de 2006, base de operaciones para la innovación italiana y bien administrada por sus últimos regidores, según un amplio consenso.

"Ya no es suficiente gobernar bien", reconoció el candidato del PD, Pietro Fassina, ante la victoria de Chiara Appendino. Más joven aún que Raggi, 32 años, ella empezó como no se puede empezar de otra forma en Turín, en el mundo de los negocios. Y qué mejor que en la Juventus, equipo para el que preparaba informes financieros. Heredó la gestión de una empresa familiar y desde 2011 trabaja para el 5 Estrellas como asesora en la comisión de presupuestos de Turín.

Chiara Appendino celebra su victoria en Turín

Chiara Appendino celebra su victoria en Turín Alessandro Di Marco EFE

Si Raggi tenía que contener las lágrimas ante los periodistas en sus primeras palabras ante los periodistas en la noche electoral, Appendino parecía inaugurar una línea de metro. Discurso puramente institucional, en el que dejaba claro que sus premisas se centrarían en una buena gestión económica de la ciudad.

Con este currículum, difícil confrontar su figura a la de Ada Colau, más allá de lo que pueda representar Turín para Italia o de la incorporación de un nuevopersonaje político. El triunfo de Appendino se gestó en la periferia de la ciudad, donde obtuvo casi el 70% de los sufragios de una parte de los turineses a los que la inmigración les ha cambiado los estándares de vida. 

“No es un voto de protesta, sino de cambio”, tuvo que admitir el propio Renzi, tras el resultado en Turín. Dando validez, curiosamente, al dirigente del 5 Estrellas Luigi Di Maio, quien se dirigió a las cámaras para expresar que la etiqueta de movimiento de protesta quedó caduca la noche del pasado domingo. 

El Movimiento 5 Estrellas, antaño estandarte de la “antipolítica”, se impuso en 19 alcaldías de las 20 en las que optaba en la segunda vuelta. Justo ahora que la figura de Grillo parece más difusa que nunca, como recordó Ilario Lombardo en el periódico turinés La Stampa.

La imagen del fundador del movimiento en la ventana de un hotel del lujo con vistas al Foro Romano mientras abría sus brazos al cielo como un nuevo mesías fue prácticamente su única contribución a la campaña. Entre el aparentemente ideario económico progresista, mensajes xenófobos y la oposición a leyes como la que regula las uniones civiles entre parejas del mismo sexo, su confusa amalgama ideológica ha terminado por despistar a su electorado. Y son ahora las nuevas figuras las que ganan elecciones.

El reciente fallecimiento del otro cofundador del movimiento, Gianroberto Cassaleggio, parece más bien alumbrar un segundo nacimiento del 5 Estrellas. El hijo de éste, Davide Cassaleggio, rechaza tomar el mando y es la segunda generación, apartada del histrionismo y la excentricidad de sus padres fundadores, la que está llamada a asumir el poder.

Los paralelismos aquí con Podemos y con el resultado que obtengan los herederos de Pablo Iglesias quedan para los 'futurólogos'. Lo cierto es que en el Movimiento 5 Estrellas no hay divisiones territoriales, sino que todo sigue fluyendo a través de una extraña forma de democracia selectiva, concentrada en los adscritos al blog de Grillo. Y que el recorrido ideológico de la formación italiana es mucho más ambiguo y sinuoso que el del partido de Iglesias, por más que éste se apropiara del término de la “casta” con el que Grillo se acercó al gran público.

El 5 Estrellas aún carece de un claro líder nacional que pueda desbancar a Renzi. Pero si han conseguido impulsar a dos desconocidas a la alcaldía de dos de las ciudades más importantes, aún tienen tiempo para preparar el asalto al Palacio Chigi. 

Pensando en el eje derecha-izquierda y con el objetivo de aislar a la “antipolítica”, paradójicamente, el primer ministro ideó una ley en la que se establece una segunda vuelta en caso de que ningún candidato consiga una mayoría clara en las elecciones. A tenor de los resultados, esa misma norma, a la que el 5 Estrellas se opuso –y sigue haciéndolo- podría provocar la definitiva derrota de Renzi ante un aspirante grillino.