Jerusalén

Cada tarde decenas de personas se congregan en la terraza del Taklit, uno de los bares más conocidos del centro de Jerusalén, para ver en su pantalla exterior los partidos de la Eurocopa. Israelíes y extranjeros consumen sobre todo cerveza durante la "hora feliz" que, en el caso de este local, se extiende desde las 4.30 hasta las 9 de la noche. Un "paraíso" para los bebedores en una ciudad cara, donde un tercio de cerveza no cuesta nunca menos de 5 euros. Más de sesenta minutos de esparcimiento dos por uno para unos clientes, sobre todo foráneos, que suelen desconocer que a apenas diez metros de distancia se encuentra la entrada, discreta, del Videopub, el único local gay de Jerusalén. 

“Aún estamos en estado de shock”, comentaba Aaron Lampert días después de la matanza en Orlando contra un pub de ambiente LGTB. Lampert es el gerente del bar, y, junto al Taklit (disco en hebreo) y al Cassette, forman la triada de locales sitos en la esquina entre las calles Heleni Hamalka y Yohanan Horkanos, en la entrada posterior del Migrash Harussim (la comisaría principal y conocido centro de detención jerosolimitano). “Yo mismo nací en Estados Unidos y aún tengo amigos allí. Si te digo la verdad, aún no sé ni cómo reaccionar¨, agrega este joven judío, de aire alternativo y gesto afable. 

A pesar de que según las últimas encuestas de opinión el grado de aceptación de los israelíes respecto de la homosexualidad, la bisexualidad y la transexualidad se acerca al 70% –un nivel similar al de la media europea– este porcentaje varía significativamente según la ciudad donde nos encontremos. Por ejemplo, en la singular Jerusalén (donde judíos, árabes y cristianos viven a pocos metros de distancia en distintos puntos del área metropolitana) también se celebra anualmente la marcha del Orgullo Gay, pero aquí desde la comunidad LGTB afirman asumir más riesgos. Por eso, quizás, mientras el Taklit y el Cassette tienen sendas terrazas exteriores, los clientes del Video suelen quedarse en el interior, donde también hay habilitado un patio de entrada y una amplia terraza en la parte trasera del local.

“Cuando trabajas en el único bar gay de Jerusalén sabes que los ataques pueden alcanzarte en cualquier momento”, señala Tali Ninyo, uno de los empleados del Videopub, mientras ya se prepara para iniciar su turno de trabajo en el local. “El año pasado un Haredi (judío ultraortodoxo) exaltado nos atacó mientras celebrábamos nuestro Día del Orgullo”, añade, en relación al apuñalamiento múltiple que tuvo lugar en el verano de 2015, que se saldó con la muerte a cuchillazos de la adolescente Shira Banki, de 16 años, y dejó a seis personas heridas. El perturbado, Yishai Schlissel, que ya había sido condenado por un ataque similiar años atrás y encarcelado durante más de una década, repitió el pasado verano su conducta criminal. Cuando el nuevo juicio está todavía pendiente de celebrarse, hace una semana la Fiscalía solicitaba condena perpetua para el religioso homófobo.

Siendo menos multitudinario que su gemelo en Tel Aviv -exportado al exterior como símbolo de tolerancia hacia la comunidad LGTB- el Día del Orgullo jerosolimitano cuenta con una dificultad añadida: la cercanía geográfica de los barrios judíos ultraortodoxos donde gran parte de su población practica una interpretación ortodoxa de la Torá, según la cual la homosexualidad es una manifestación pecaminosa y está expresamente prohibida en los textos sagrados -algo que no sucede con otras corrientes del judaísmo como la reformista, que sí la acepta. Según datos recientes de la Oficina Central de Estadísticas de Israel, uno de cada tres habitantes judíos de la ciudad (el 63% de la población jerosolimitana) se define como ultraortodoxo (haredim), el 19% se describe como religioso y solo un 20% sería laico. 

Aaron Lempert, gerente del Videoclub, Tali Ninyo, empleado del bar, y Tom Canning, representante de Open House en Jerusalén.

“La homofobia no solo proviene de los Haredim, en el mundo árabe está en todas partes", explica George (nombre ficticio porque prefiere mantenerse en el anonimato), un palestino cristiano de Jerusalén y cliente asiduo del Videopub, un bar donde "no importa lo que seas, todo el mundo viene a pasarlo bien", explica.  "Cuando escribí mis condolencias por lo de Orlando en mi página de Facebook recibí ataques de todo tipo", explica este estudiante de 24 años, que piensa ya en abandonar la ciudad cuando pronto contraiga matrimonio con un internacional al que conoció en Jerusalén. "Se lo presenté a mis padres y les cayó muy bien. Pero cuando les expliqué que era algo más que un amigo, ya no quieren ni verle", se lamenta.

George asegura que ya se prepara para "darle el último beso" a su familia porque no va renunciar a mostrarse como es. "No voy a hacer como otros palestinos árabes (cristianos y musulmanes) que conozco, es decir, casarme con una chica y después, en secreto, acostarme con un hombre", cuenta. Para él, la comunidad cristiana de la ciudad puede llegar a ser tan conservadora como la musulmana, aunque goce de un mayor grado de libertad. "Es verdad que en la Biblia no se habla de matar a los homosexuales como dicen muchos musulmanes que sale en el Corán, pero cuando lamenté públicamente mi pesar por lo de Orlando algunos de mis conocidos también me dijeron que no se puede ser gay y un auténtico cristiano", se queja. 

El palestino cuenta cómo a su amigo John, de la localidad palestina de Beit Jala (parte del gobernorado de Belén), su familia le encerró durante más de dos meses en casa, solo con agua y comida, para ver "si se le pasaba eso de ser homosexual". "Y no solo él, conozco a un chico musulmán al que su familia le hizo lo mismo. No sé qué ha sido de él", explica. 

En el Videopub la música suele inundarlo todo –normalmente a tal volumen que se escucha perfectamente desde la calle e incluso puede llegar a eclipsar la retransmisión de los partidos nocturnos que sus vecinos del Taklit gustan de ver estos días– repitiéndose los éxitos de iconos gay como Gloria Gaynor, Cher o Prince, entre otros. Con sus voces de fondo, entremezcladas con las que emergen del bar vecino, Tali Ninyo termina diciendo. "Jerusalén es muy complicado para todo. No solo está el posible conflicto que siempre está en el ambiente y nos afecta, también hay un microcosmos dentro de cada grupo, minoría. Estamos expuestos a todo eso", apostilla.

Si este bar es el lugar de encuentro nocturno para la comunidad LGBT, el conocido como Open House de Jerusalén es el diurno. Un centro comunitario cuyo programa de actividades dirige Tom Canning, también cliente habitual del Vídeo. “Cuando pasa algo como lo de Orlando no importa la distancia, o dónde haya sido, lo sentimos como un ataque personal”, asegura junto a Tali y Aaron. “Cuando vi por televisión lo ocurrido en Orlando me trasladó mentalmente a lo que pasó aquí en 2015 y cuando vi las fotos de la gente llorando en Estados Unidos, recordé a mis propios amigos que lloraban el apuñalamiento de sus conocidos en Jerusalén”, continúa el israelí. 

En el Open House de la ciudad también trabaja Hadash Blumental, quien espera que la muerte de Shira Banki no fuera en balde en un país "donde la minoría LGBT no tiene los mismos derechos que el resto de los ciudadanos", cuenta la joven que se define como bisexual. “Para empezar en Israel incluso siendo heterosexual no puedes casarte por lo civil, no existe el matrimonio civil legalmente, con lo que tienes que acudir a un rabino, un sacerdote o la autoridad religiosa que sea", dice Hadash. "Así que, ¡imagínate, si es difícil para ellos, cómo no será para nosotros. Imposible!", exclama la joven. 

Hadas trabaja en el Open House de Jerusalén.

No obstante, para Blumental lo más insoportable de la situación de la comunidad local no es el hecho de no poder formalizar una relación con alguien del mismo sexo, sino la imposibilidad de expresar con naturalidad su sexualidad en público.  “Si quiero caminar de la mano con mi novia por las calles de Jerusalén, algo que es importante para mostrarle lo que siento por ella, no puedo hacerlo. Puedes jugarte hasta la vida", concluye.

Esparta y Atenas

Este clima hostil hacia la homosexualidad que se respira en amplias áreas de Jerusalén poco tiene que ver con la apertura generalizada que se aprecia (al menos desde fuera), en Tel Aviv, urbe que fue declarada ciudad gay del año en 2011. La capital financiera y comercial de Israel se encuentra entre las metrópolis más tolerantes del mundo, congregando a más de 180.000 personas durante la última celebración del Día del Orgullo el pasado 3 de junio. Sin embargo, “aquí también vivimos nuestro propio drama, cuando hace 7 años tuvo lugar un tiroteo en nuestro centro juvenil, en el que murieron 2 personas y otra docena resultaron heridas. Un tipo armado entró (aún le sigue buscando la policía) y disparó contra todos los que estaban allí", relata Imri Kalmman, co-director de la red nacional de comunidades LGBT, conocida por el nombre de Agudá, la organización más antigua del país en la promoción de la igualdad de derechos de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales. 

Imri Kalmman, co-director de la red nacional de comunidades LGBT.

Esta entidad sin ánimo de lucro proporciona todo tipo de servicios a la comunidad. Entre otros, una guardería, asesoría jurídica, apoyo médico, y controles sanitarios, así como línea caliente telefónica y on-line que presta apoyo psicológico y recoge todo tipo de denuncias de vulneración de sus derechos. “El día después de lo que pasó en Orlando fui a algunos bares gays de Tel Aviv y una chica que trabaja en uno de ellos vino a mí y me preguntó: ¿crees que tenemos que traer a alguien de seguridad? Eso te da una idea del pánico que generó lo ocurrido en Estados Unidos”, comenta Imri en el exterior del Gay Center de la ciudad. Según explica, cualquier local israelí que tenga un aforo de cien personas está, por ley, obligado a tener un guardia de seguridad en la puerta. "Aquí estamos acostumbrados, vivimos con ello, las medidas son estrictas, pero aún así mucha gente se siente insegura", apostilla. 

Para el líder de Aguda, quien explica que ha estado viajando recientemente por Estados Unidos, sí existen diferencias considerables respecto de las medidas de seguridad a adoptar entre las comunidades de uno y otro país. "Es cierto que aquí también abundan las armas, empezando porque a los 18 años, chicos y chicas aprenden a disparar al entrar obligatoriamente (durante 3 años para los hombres y 2 para las mujeres) en el ejército", cuenta Kalmman. "No obstante, en Israel las armas se ven más como una cuestión de seguridad nacional, de defender la tierra. En Estados Unidos se enfoca más a lo personal, a lo privado. Si entras en mi casa, te puedo pegar un tiro", añade. Asimismo, 

Imri explica que en Israel los civiles no pueden (en teoría) portar armas sin una licencia y que son estrictos los controles para quienes sí pueden obtenerla, sobre todo ex agentes de seguridad o antiguos militares con un rango determinado. Una exigencia que demuestra ser más laxa en las colonias israelíes de Jerusalén Este o de la Cisjordania ocupada, viendo la cantidad de colonos que llevan un M-16 colgando del hombro o una pistola enfundada en el cinturón. 

Pero esta disponibilidad, sobre todo para los jóvenes que realizan el servicio militar, representa, según el líder de Aguda, un agravente para los alevines de la comunidad LGTB. ¨El número de suicidios está siendo preocupante", apunta. "Algunos jóvenes están confundidos, sufren porque no tienen clara su identidad sexual o de género, o porque se sienten discriminados. En estos casos, tener un arma cerca es muy peligroso", relata. 

Por su parte, en el Videopub de Jerusalén ya se preparan para celebrar el Gay Parade 2016. "Ojalá todos, judíos, musulmanes y cristianos podamos celebrarlo en libertad. Poder expresarte como eres o salir a la calle, tengas la orientación que tengas, no debería ser un riesgo para tu vida", termina Tom Canning. Son cerca de las 8 y es hora de abrir el local. 

Entrada al bar gay Videopub de Jerusalén.

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