Un joven arranca, manos en alto, a cantar el himno nacional francés. Es la misma hora y el mismo lugar en el que, 24 horas antes, el terror resquebrajó la historia reciente de Niza. Más de ochenta muertos. Otro medio centenar entre la vida y la muerte. Los asistentes se contagian de su espíritu, se agarran las manos y entonan La Marsellesa:
Allons enfants de la Patrie / Le jour de gloire est arrivé! / Contre nous de la tyrannie / L'étendard sanglant est levé
[Marchemos, hijos de la patria, / Que ha llegado el día de la gloria / El sangriento estandarte de la tiranía / Está ya levantado contra nosotros]
Niza todavía asimila el ritmo de una jornada que lo ha cambiado todo. Son las once de la noche en el Paseo de los Ingleses. Centenares de personas retan al miedo. La mayoría lo hace en silencio. La emoción se contagia con la mirada y, aquellos que permanecen serenos, se echan a llorar al ver a otros hacerlo.
"Anoche nos escondimos en un restaurante. Cerramos puertas y ventanas, y apagamos la luz", cuentan Soraya, Sara y Salma. Las tres son de Marruecos. Las dos primeras habían viajado hasta Niza para visitar a la tercera, empleada en un hotel. "Vimos que la gente echaba a correr, que gritaban... Pero no supimos hasta una hora más tarde lo que había ocurrido", explican.
Ahora no hay más que quietud. Centenares de rostros son iluminados por las velas que, durante todo el día, la gente ha ido encendiendo para rendir homenaje a las víctimas. En las esquinas, la gente se sienta y se echa las manos a la cabeza. Lloran. No queda rastro de terror, sólo de desolación.
Jon Gamboa y Alba Nieto, dos jóvenes vascos, se aproximan al lugar para expresar su solidaridad con las víctimas. Explican que llevan unos días en Niza, pero que el 14 de julio, día de la masacre, decidieron irse a Cannes para ver los fuegos artificiales. "En el hotel nos decían que no lo hiciéramos, que aquí era más seguro verlo -explican-. Si les hubiéramos hecho caso...".
La Policía abre el tráfico en uno de los sentidos del Paseo de los Ingleses, que ha permanecido cerrado durante todo el día. Un autobús pasa por encima de una botella de plástico cerrada y la hace estallar. Por un momento, decenas de personas alzan la mirada, buscando la procedencia del ruido.
"¡Vive la France!", reza una pancarta colgada en uno de los laterales de la calle. Junto a ella, en un pequeño jardín, se amontonan las flores, los mensajes de condolencias y las velas. Un chico y una chica se aproximan y depositan sendas rosas. Uno de ellos se santigua, abraza a la otra y, entre lágrimas, se marchan del lugar.
A pocos metros, un grupo de muchachos repite:
Allons enfants de la Patrie / Le jour de gloire est arrivé!
[Marchemos, hijos de la patria, / Que ha llegado el día de la gloria]