Pocos en México entienden la visita de Donald Trump al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, con la polémica incluida sobre el muro que el republicano quiere construir en la frontera.

Peña Nieto sigue pagando las consecuencias y la última es la renuncia de Luis Videgaray al cargo de secretario de Hacienda de México que supone un "alto costo" para el presidente y un reconocimiento implícito de que se equivocó al invitar a Trump.



Y es que Videragay, quien ha acompañado a Peña Nieto desde su etapa como gobernador del Estado de México (2006-2011), fue al parecer el artífice del encuentro de la semana pasada entre el candidato republicano a la Casa Blanca y el mandatario que desató una ola de críticas dentro y fuera del país.



El criterio del hombre más fuerte del gabinete hasta hoy, considerado una suerte de vicepresidente -una figura que no existe en el país-, se impuso frente al de otras voces, como la de la propia secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, que se oponía a la reunión.



Tras la visita, en la que Trump reiteró su intención de construir un muro en la frontera común, Peña Nieto esgrimió la necesidad de abrir el diálogo con el magnate por la amenaza que supone para el país su posición sobre temas como la migración o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.



Según el analista José Antonio Crespo, el objetivo del encuentro era enviar el mensaje de que había una puerta de diálogo con el republicano para que, en caso de que triunfe en las elecciones de noviembre en Estados Unidos, los mercados en el país no colapsen.

Pero el entonces titular de Hacienda no ponderó las consecuencias políticas y diplomáticas del encuentro, que además se llevó a cabo en las condiciones que Trump impuso, en suelo mexicano y horas antes de su esperado discurso en Arizona sobre su política migratoria.



Línea dura de Trump en inmigración



En ese discurso, el candidato retomó la línea dura contra la inmigración al insistir en que alzará un muro pagado por México y deportará a todos los indocumentados, lo que provocó más críticas al presidente por haber servido a los intereses de Trump.



La situación empeoró cuando la candidata demócrata, Hillary Clinton, rechazó la invitación de Peña Nieto y calificó de "desafortunado" el viaje a México de su rival.



Carlos Elizondo, exembajador de México ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), consideró "sorpresiva" la renuncia de Videgaray, ya que era el "secretario más cercano al presidente y quien más poder había concentrado", y por la presentación este jueves al Congreso del presupuesto para 2017, particularmente complicado por el ajuste al gasto público que incorpora.



"Salió tan mal la visita de Trump" con el Gobierno de Barack Obama, Clinton y el propio Trump, que no parece haber resuelto nada de los temas bilaterales y generó una presión al interior del gabinete y una "crítica amplia y constante" que era muy difícil sostener, expuso.



Desde el punto de vista de la operación del Gobierno, dijo Elizondo a Efe, "el presidente pagó un costo muy alto por la reunión, porque tuvo que desprenderse de quien había sido su brazo derecho".



Pocos en México entienden la visita de Donald Trump al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, con la polémica incluida sobre el muro que el republicano quiere construir en la frontera.Peña Nieto sigue pagando las consecuencias y la última es la renuncia de Luis Videgaray al cargo de secretario de Hacienda de México que supone un "alto costo" para el presidente y un reconocimiento implícito de que se equivocó al invitar a Trump.



Y es que Videragay, quien ha acompañado a Peña Nieto desde su etapa como gobernador del Estado de México (2006-2011), fue al parecer el artífice del encuentro de la semana pasada entre el candidato republicano a la Casa Blanca y el mandatario que desató una ola de críticas dentro y fuera del país.



El criterio del hombre más fuerte del gabinete hasta hoy, considerado una suerte de vicepresidente -una figura que no existe en el país-, se impuso frente al de otras voces, como la de la propia secretaria de Relaciones Exteriores, Claudia Ruiz Massieu, que se oponía a la reunión.



Tras la visita, en la que Trump reiteró su intención de construir un muro en la frontera común, Peña Nieto esgrimió la necesidad de abrir el diálogo con el magnate por la amenaza que supone para el país su posición sobre temas como la migración o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.



Según el analista José Antonio Crespo, el objetivo del encuentro era enviar el mensaje de que había una puerta de diálogo con el republicano para que, en caso de que triunfe en las elecciones de noviembre en Estados Unidos, los mercados en el país no colapsen.



Pero el entonces titular de Hacienda no ponderó las consecuencias políticas y diplomáticas del encuentro, que además se llevó a cabo en las condiciones que Trump impuso, en suelo mexicano y horas antes de su esperado discurso en Arizona sobre su política migratoria.



Línea dura de Trump en inmigración



En ese discurso, el candidato retomó la línea dura contra la inmigración al insistir en que alzará un muro pagado por México y deportará a todos los indocumentados, lo que provocó más críticas al presidente por haber servido a los intereses de Trump.



La situación empeoró cuando la candidata demócrata, Hillary Clinton, rechazó la invitación de Peña Nieto y calificó de "desafortunado" el viaje a México de su rival.

Carlos Elizondo, exembajador de México ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), consideró "sorpresiva" la renuncia de Videgaray, ya que era el "secretario más cercano al presidente y quien más poder había concentrado", y por la presentación este jueves al Congreso del presupuesto para 2017, particularmente complicado por el ajuste al gasto público que incorpora.



"Salió tan mal la visita de Trump" con el Gobierno de Barack Obama, Clinton y el propio Trump, que no parece haber resuelto nada de los temas bilaterales y generó una presión al interior del gabinete y una "crítica amplia y constante" que era muy difícil sostener, expuso.



Desde el punto de vista de la operación del Gobierno, dijo Elizondo a Efe, "el presidente pagó un costo muy alto por la reunión, porque tuvo que desprenderse de quien había sido su brazo derecho".



El costo completo por "tan equivocada decisión", añadió, dependerá de varios factores, entre ellos si gana o no Clinton, qué tanto sigue la crítica interna o qué tan competente será el nuevo secretario de Hacienda, José Antonio Meade.



Sobre Meade, quien ya estuvo al frente de Hacienda en el mandato de Felipe Calderón (2006-2012), este catedrático del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) señaló que "tiene las calificaciones necesarias".



Además, tiene relación con actores importantes del conservador Partido Acción Nacional (PAN), algo que no tendría un secretario emanado del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), como Videgaray.



Entre sus retos está la reciente controversia generada en torno a la medición de la pobreza en su gestión como secretario de Desarrollo Social, que le restó puntos porque pareció, "quizá injustamente", que estaba tratando de manipular, comentó Elizondo.

Además, dijo, será "muy difícil conciliar las necesidades de austeridad" con la construcción de alianzas para convertirse en candidato presidencial.



Respecto a las aspiraciones en el mismo sentido de Videragay, consideró "muy complicado" que se recupere "después de una salida intempestiva como ésta" y que, en todo caso, quedará como "asesor cercano al presidente".



Quitar presión a Peña Nieto



La salida de quien sugirió invitar a Trump quita a Peña Nieto "un poco de presión", pero en el camino cometió un error "muy costoso", el nombramiento del subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, al frente de la cartera de Desarrollo Social, apuntó.



Miranda "representa la forma más desprestigiada de hacer política de esta Administración", dijo, tras señalar que sus estrategias de negociación y el éxito de las mismas han sido muy cuestionadas.



La llegada de Meade a esa cartera mandó una señal de que se iba a manejar el gasto social de "forma transparente, no partidista, mientras con Miranda logran exactamente lo opuesto" y el presidente "va a pagar un costo muy alto por esa decisión", consideró.