La Policía italiana ha acabado con la vida del presunto terrorista de Berlín, el tunecino Anis Amri, en un tiroteo producido esta madrugada en Milán. El presunto asesino acababa de llegar en tren al norte de Italia procedente de Francia. El ministro del Interior italiano, Marco Minniti, ha confirmado que se trata “sin duda” del fugitivo.
En un control rutinario en el barrio milanés de Sesto San Giovanni, la Policía le solicitó los documentos y éste, que estaba armado, inició un tiroteo al grito de “Alá es grande”, según relatan los medios locales. Un agente resultó herido en el fuego cruzado, mientras que el principal sospechoso del atentado de Berlín cayó muerto.
Los expertos de la unidad antiterrorista Digos se encargaron del caso. Le tomaron las huellas dactilares al fallecido y comprobaron que coinciden con las del prófugo. La búsqueda del tunecino había puesto en alerta a los sistemas de seguridad de toda Europa y se temía que pudiera buscar asilo en Italia.
El titular de Interior no ha querido dar más detalles porque la “investigación está en curso”, aunque ha defendido que el nivel de alerta implantado en Italia “funciona”. Minniti ha agradecido el trabajo de las fuerzas de seguridad y reivindicado que la intervención de los dos agentes que le solicitaron los documentos a Amis fue fundamental para “neutralizar” al presunto terrorista.
Los agentes son Christian Movio, de 36 años, que fue herido en la espalda pero no se teme por su vida y Luca Scatà, de 29, quien disparó al atacante.
El primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, ha hecho lo propio y aseverado que Italia está preparada para hacer frente a las amenazas terroristas. También ha ofrecido su pesar por las víctimas del ataque de Berlín, entre ellas, una ciudadana italiana.
Paradójicamente fue a través de Italia como el presunto terrorista pisó por primera vez suelo europeo en 2011, al desembarcar en Lampedusa. Nada más llegar provocó un incendió que dejó varios heridos en un centro para refugiados en la isla, pero entonces se libró de ser detenido porque alegó –no se sabe si era cierto- que era menor de edad.
Algo de lo que no se libró pocos meses después, cuando ingresó en prisión en la ciudad siciliana de Catania –y después transferido a Palermo- por una serie de pequeños delitos. Los servicios de seguridad lo consideraban altamente peligroso, pero en mayo de 2015 salió de la cárcel al cumplir la pena.
Así fue como llegó a Alemania, presumiblemente con un pasaporte falso. Gracias al uso de diferentes identidades logró evitar que lo deportaran a su país. La Policía italiana lo consideraba un hombre violento, de hecho había provocado problemas en prisión, pero no atisbó signos de radicalización.
Esto se produjo ya en territorio germano, al ponerse en contacto con el iraquí Abu Walaa, de 32 años, arrestado en noviembre del año pasado en Alemania por instigar a la violencia en sus sermones. Amri, que se había convertido en uno de sus fieles, pasó entonces a la clandestinidad, por lo que la policía alemana no lo tenía fichado.
Las autoridades alemanas habían ofrecido 100.000 euros a todo aquel que facilitara información sobre el principal sospechoso del atentado de Berlín, ya que se presupone que había falsificado su identidad en varias ocasiones y que podía estar armado, como se comprobó tras el tiroteo en Milán.
Amri, nacido en Túnez hace 24 años, llevaba un arma del calibre 22 en una mochila cuando fue interceptado en la capital lombarda. En las afueras de las estaciones milanesas se concentran una gran cantidad de migrantes, deseosos de continuar con la travesía a Europa que normalmente han iniciado meses antes.
Cuando los agentes le pidieron la documentación, se encontraba junto a otro hombre magrebí. Amri reaccionó disparando contra los policías y estos finalmente acabaron con su vida.
La canciller alemana, Angela Merkel, ha agradecido a las autoridades y fuerzas de seguridad italianas su actuación. Alemania ha aseverado, sin embargo, que las pesquisas continúan para esclarecer si Amri actuó con cómplices.
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