Mouna Mohmad lleva meses sin tener noticias de su hermana, Amani, que sigue en Adra, una de las cárceles del régimen sirio. Solo puede saber cómo se encuentra cuando alguno de los presos queda libre. “Los presos liberados se llevan anotados los nombres de los otros presos con los que han compartido la cárcel. Así es como las familias pueden saber algo sobre ellos”, explica Abu Tarek, cuyo nieto murió en 2014, tras dos años de detención y tortura en la prisión del régimen sirio en Tadmur. Había participado en las protestas pacíficas contra el régimen. Cuenta que les llamaron para recoger el cadáver y, aunque el cuerpo mostraba evidencias de tortura, le dijeron que había fallecido tras un infarto. “Si protestas contra el régimen, te detienen y te acusan de terrorismo. Durante algunos años no tienes ninguna noticia del familiar detenido. Solo te envían su carnet de identidad o te llaman para recoger el cuerpo cuando ha fallecido. Cuando vas allí, no puedes llorar o decir algo contra los que lo torturaron, debes mostrarte sereno. De lo contrario, te detienen.”
Mouna ha estado detenida dos veces. “La primera vez estaba protestando con un grupo de ocho personas, hombres y mujeres. La mayoría eran artistas e intelectuales. Uno de los chicos tenía un doctorado. Me llevaron a la sede de la Policía del régimen, la 215, famosa por las torturas y las agresiones sexuales, y luego a la prisión de Adra. En la 215 los policías nos tocaban con las manos y vi a una chica de quince años a la que no paraban de pegar.”
Los policías nos tocaban con las manos y vi a una chica de quince años a la que no paraban de pegar
Al salir de la cárcel un mes después, Mouna empezó a ayudar a los detenidos que se encontraban dentro, sobre todo a informar a los familiares sobre la vida de sus hijos que estaban en la cárcel, y escribió un libro sobre lo que ocurría en la prisión. Por ello la volvieron a detener. Por los textos que había escrito, torturaron a Mouna con electrochoques y su mano derecha quedó paralizada. “Me colgaron como si estuviera en una cruz. Mientras me pegaban me decían: '¡¿Volverás ahora a escribir sobre la cárcel?!” Cuenta que la segunda vez se sintió mejor en la prisión, porque no se encontraba sola, allí estaba también detenida su hermana, Amani.
“Es una mujer llena de energía que se dedicaba al trabajo humanitario. En su casa tenía una habitación que usaba como almacén para distribuir alimentos a las personas afectadas por los bombardeos del régimen”, explica en un texto de la exposición organizada en Gaziantep (en el sur de Turquía, junto a la frontera con Siria) por Rowaida Kannan, del Círculo por la Paz de Gaziantep, y otras mujeres que han estado en las prisiones del régimen sirio y que quieren contar la vida de las mujeres detenidas y desaparecidas.
Me colgaron como si estuviera en una cruz. Mientras me pegaban me decían: '¡¿Volverás ahora a escribir sobre la cárcel?!
La exposición ha sido organizada por asociaciones que forman parte de la red local ANA. Rowaida explica que no existe ningún tipo de apoyo para las mujeres que se encuentran en la cárcel y sólo las mujeres que han salido en libertad pueden recibir ayuda psicológica por parte de la organización UOSSM dedicada a atender a víctimas de la guerra en Siria independientemente de su afiliación política, etnia o religión.
“Mi hermana fue detenida en 2013, sufrió todo tipo de torturas y la condenaron a seis años de cárcel”, añade Mouna. Sólo sabe que en la cárcel adelgazó tanto que llegó a pesar 35 kilos. Ambas participaron en las protestas pacíficas del 2011. Aseguran que el régimen las detuvo, torturó y acusó de terrorismo. “Las mujeres en la cárcel de Adra no tienen acceso a ningún tipo de tratamiento médico, (a pesar de que) hay mujeres que tienen más de 50 años y padecen varias enfermedades”, explica.
Niños que sólo han vivido en la celda de su madre
Cuenta que conoce a mujeres como Fatma, detenida cuando estaba embarazada, cuyo niño nació en la prisión, la única realidad que conoce. “Su hijo sólo ha visto las caras de los detenidos y de los guardianes. No sabe que hay una vida fuera. El padre o la familia nunca han podido visitarle. Hay muchos niños que sólo han vivido tras las rejas”. Cuenta que en la prisión de Adra los niños están con sus madres. No hay leche para los bebés y los niños únicamente comen arroz.
Mouna asegura que en las cárceles del régimen hay miles de mujeres, muchas veces con sus hijos. La Red para la Defensa de los Derechos Humanos en Siria (SNHR, por sus siglas en inglés) con sede en Reino Unido, calcula que existen más de 8.400 mujeres en las cárceles sirias (incluidas 300 menores), “pero el número es mucho más elevado”, asegura. “Han pegado y torturado a las mujeres delante de sus hijos. Muchas mujeres han sido acusadas de terrorismo por el régimen sirio. Sólo habían participado en protestas pacíficas contra el régimen o habían ayudado con medicinas a las personas heridas en las protestas. Además, hay que saber que mujeres que ni siquiera han participado en las protestas están presas desde hace años”, mantiene Rowaida Kannan.
Su hijo sólo ha visto las caras de los detenidos y de los guardianes. No sabe que hay una vida fuera. El padre o la familia nunca han podido visitarle
Hiba tenía 20 años, la arrestaron los miembros de las milicias de defensa nacional, el 20 de mayo de 2013, por llevar 60.000 liras (alrededor de 600 euros de la época), en su bolso. Mouna explica que el dinero era para pagar la operación de su hermana pequeña. “Sin embargo, le acusaron de financiar el terrorismo. Ha sido violada durante los interrogatorios”. Hiba fue trasladada a la prisión de Sadnaya y a finales del año 2013 quedó en libertad, pero nadie conoce su paradero desde esa fecha. Mouna teme que haya sido detenida otra vez por las fuerzas del régimen sirio.
Amnistía Internacional, en un informe publicado en agosto de 2016, menciona que más de 17.723 personas han fallecido a causa de la tortura en las cárceles del régimen sirio. Abu Tarek cree que las cifras no son correctas, porque miles de personas están desaparecidas y los familiares no saben si estas personas han sido detenidas o ejecutadas. “Desde el momento en que son detenidos, muchos desaparecen. Hay que pagar a los funcionarios para obtener información u obtenerla a través de otros presos”. Rowaida aclara que “distintas organizaciones sirias recogen información sobre las mujeres detenidas, para presentar demandas ante los tribunales internacionales”.
Asegura que ella misma estuvo presa diez meses en la prisión de Adra y batalla por la liberación de los presos, lamenta que a pesar de las denuncias realizadas por las organizaciones de derechos humanos, Damasco no responda: “La puesta en libertad de los detenidos es una línea roja para el régimen. Ahora mismo hay miles de personas en las cárceles. Muchas están siendo torturadas. Ellos son los olvidados. Hay que llevar a juicio a los responsables de los crímenes cometidos en las cárceles”.