La retórica bélica envuelve algunos de los mensajes que salen de las altas instancias defensivas chinas en los últimos días tras dos incidentes que han elevado la tensión en Beijing. Por un lado, la intrusión de un buque de guerra estadounidense en aguas territoriales chinas; por otro, el ensayo de un misil con capacidad nuclear por parte de India que vuelve a dejar al aire la tensa relación entre los dos gigantes asiáticos.
Mientras el mundo mira con preocupación la escalada dialéctica entre Corea del Norte y Estados Unidos a medida que Pyongyang acelera en su carrera armamentística nuclear, la verdadera pugna por el control geopolítico de Asia se dilucida en otro teatro de operaciones: el ajedrez a gran escala entre China e India, los dos países llamados a ejercer el control del contiente a corto y medio plazo.
Los roces entre ambas potencias no son nada nuevo, aunque en los últimos meses se han intensificado los movimientos. El pasado mes de diciembre China movió ficha con el primer encuentro a tres bandas en el que se sentaba con Afganistán y con Pakistán, que es otro de los actores secundarios más importantes en este escenario porque mantiene un enfrentamiento bélico abierto con India en la región en disputa de Cachemira.
India exhibe músculo
Aunque el principal asunto sobre la mesa fue la amenaza del terrorismo y las cuestiones comerciales, ver a sus dos enemigos juntos motivó una contundente respuesta india. Mientras el interés chino se basa en lo económico, Nueva Delhi optó por exhibir músculo con la prueba, el pasado jueves, de la última versión de un misil balístico de alcance intercontinental.
El denominado Agni-V tiene un alcance de hasta 5.500 kilómetros, según informó el ministerio de Defensa indio, que calificó el lanzamiento -el primero de estas características desde diciembre de 2016- como una muestra del "incremento significativo de las capacidades defensivas" de su Ejército. Lo que no aparecía en ese tuit era el mensaje velado dirigido a sus vecinos, el mismo que han resaltado los expertos en geopolítica: el de que la distancia, más que en kilómetros, se mide en amenaza, ya que este misil capaz de portar una cabeza nuclear puede alcanzar cualquier punto de China y de Pakistán. Ese fue el verdadero mensaje.
Roces continuos desde verano
Así, al menos, se ha visto desde los medios chinos, que no han dudado en demandar a su Gobierno mayor presencia en el Índico para contrarrestar esta presión. Precisamente en esas aguas India y Japón llevaron a cabo ejercicios conjuntos esta misma semana, pero sin duda en la mente está el conato de enfrentamiento entre ambas potencias del pasado verano en Doklam Plateau, en el Himalaya. Se trata de un punto situado entre Bután y China y considerado estratégico por Beijing y Nueva Delhi, que también lo reclama para sí; de hecho, ya les llevó a las armas en 1962.
China decidió construir unas instalaciones militares en el lugar. Sin embargo, los accesos atravesaban territorio butanés. Nueva Delhi ha mantenido tradicionalmente muy buenas relaciones con el pequeño país fronterizo y le ha ofrecido recurrentemente ayuda militar. No es por tanto extraño que cuando Bután denunciara sin remilgos la "directa violación" de su territorio por parte de los chinos, el ejército indio reaccionara. El resultado, el enfado de Beijing, que acusó a India de "jugar con fuego" por entender que eran ellos los que se metieron ilegalmente en su terreno.
El episodio acabó con una acuerdo de retirada mutua en el momento que se refrendó con una reunión bilateral a finales de diciembre. En la misma, ambas potencias ensalzaron la "necesidad" de mantener la paz en sus fronteras y "mirar hacia delante", conscientes de que sus relaciones "trascienden" a sus propios territorios.
"Provocaciones" y "transgresiones"
Pero el futuro es incierto y lo primero que ha llegado tras esas palabras son más órdagos por parte de uno y otro. Tres días antes del ensayo balístico el jefe del Ejército indio volvió a reprender públicamente a China y Pakistán por sus "transgresiones" y "provocaciones"; y aunque las amenazas fueron explícitas a Pakistán -"continuaremos tomando represalias e incluso podemos ir más allá", dijo-, aprovechó para advertir a los chinos.
La pugna entre India y Pakistán ha acelerado la carrera armamentística de ambos, especialmente en el ámbito nuclear. Ambos poseen una cantidad semejante de cabezas nucleares (según la International campaign to abolish nuclear weapons la cifra podría alcanzar las 120), pero Nueva Delhi, amparado por otras potencias, es el país que más crece en este ámbito. No ha dudado de calificar de "farol" el potencial paquistaní y aunque los datos indican que aún está lejos de las 250 de China, Beijing es consciente de "la amenaza a medio plazo", según fuentes del Ejército de Liberación citadas por South China Morning Post.
... EEUU mete baza
Y en este agitado escenario, irrumpe también Estados Unidos. Uno de sus destructores de misiles guiados, el USS Hopper, irrumpió en las aguas que rodean la isla de Huangyan, en el mar Meriodional de China. El buque se adentró sin permiso dentro de las 12 millas náuticas entorno al territorio, tras lo que fue identificado e instado a abandonar inmediatamente la zona.
La injerencia fue vista desde Beijing como una provocación ante la que, anuncia, tomará "las medidas necesarias" para salvaguardar su soberanía nacional y proteger a su personal desplazado, al tiempo que insta "encarecidamente" a Washington a "rectificar de inmediato su error" para "no dañar las relaciones bilaterales y la paz y la estabilidad regionales".
La sensibilidad china en el tema de la autoridad de la isla Huangyan se justifica en la pugna territorial que mantiene con Manila y que en los últimos años se ha recrudecido espcialmente. Esta isla es la más grande de un pequeño arrecife en el que barcos chinos de la zona han pescado durante décadas aunque geográficamente esté más próxima a Filipinas. Actualmente China mantiene un destacamento de Defensa en el lugar que en opinión del ministro chino de Exteriores, Lu Kang, se han visto "gravemente amenazados" con esta acción estadounidense que ha "roto", según Beijing, los protocolos básicos de las relaciones internacionales.
Esta maniobra estadounidense, inocua en lo práctico, ha sido elevada a hecho significativo en lo simbólico. Un analista de la Universidad de Beijing citado por South China Morning Post, Shi Yinhong, dice que "está claro que el conflicto entre China y EEUU se está convirtiendo en algo más estratégico, más serio... y más entendible". Las autoridades chinas llegaron a calificar como una vuelta "a la mentalidad de la guerra fría" el cambio de timón de la política internacional de Trump y ese mismo argumento es el que ha esgrimido Rusia en sus críticas al suceso. Washington, entretanto, no se disculpa y lanza sus dardos: "China es una fuerza disruptiva en el Índico y el Pacífico".