El incidente naval ruso-ucraniano en el mar Negro, que se saldó con el apresamiento por Rusia de tres buques de la Armada de Ucrania y sus 24 tripulantes, ha devenido en una minicrisis a la medida para Moscú y Kiev, que la han aprovechado para reforzarse de cara a sus respectivas situaciones internas.
La captura de los buques ucranianos el pasado 25 de noviembre por una supuesta violación de las aguas territoriales rusas ha permitido al Kremlin retomar el discurso invocador del patriotismo, que a más de cuatro años de la anexión de Crimea ha perdido fuerza de manera considerable.
El lema "Crimea es nuestra", que desde 2014 se había convertido en el mantra cohesionador en torno a la figura del presidente ruso, Vladímir Putin, había comenzado a deslavarse ante el creciente deterioro de la situación económica del país, sometido a sanciones occidentales por su involucramiento en la crisis ucraniana.
En pos de la popularidad
La reciente puesta en marcha de la impopular reforma del sistema pensiones, que aumenta la edad de jubilación de las mujeres en 8 años y en 5 la de los hombres, tuvo un gran impacto negativo en el nivel de aprobación de la gestión de Putin.
Según una encuesta realizada por el Centro de Estudios de Opinión Pública (VTsIOM, por sus siglas en ruso), si el 83% de los rusos aprobaba en enero la actuación de su presidente, a mediados del pasado noviembre este indicador había caído hasta el 62,4%.
El presidente de Ucrania, Petró Poroshenko, también ha resultado beneficiado con el incidente naval en las proximidades del estrecho de Kerch, que separa los mares Negro y de Azov, ya que le ha servido para reactivar la solidaridad de sus socios occidentales frente a lo que Kiev denomina la agresión rusa.
Poroshenko consiguió que el Parlamento aprobara la implantación del estado de excepción en varias regiones del país, que si bien no está acompañado de medidas extraordinarias, como la suspensión de algunos derechos ciudadanos o la movilización de reservistas, le ha permitido retomar la iniciativa en el panorama político interno.
El mandatario ucraniano, que aspira a la reelección en los comicios convocados para el 31 de marzo de 2019, pasa por horas bajas: los sondeos de intención voto lo sitúan en cuarto lugar, muy lejos de la ex primera ministra Yulia Timoshenko, que lidera las encuestas.
"Ganan los presidentes"
"Políticamente ganan los presidentes ruso y ucraniano", comentó el director de la radio Ejo Moskvy (Eco de Moscú)", Alexéi Vennedíktov, que advirtió de que Putin y Poroshenko podrían usar el incidente naval para recortar los derechos de sus respectivos ciudadanos.
La mayoría de los analistas coinciden en que el incidente naval entre los países más importantes surgidos de las ruinas de la URSS no pasará a mayores.
Moscú no teme un poco probable mayor endurecimiento de las sanciones occidentales, pese a los llamamientos en ese sentido que han hecho algunos países, como el Reino Unido. Sin embargo, el incremento de las tensiones ruso-ucranianas no está exento de riesgos.
En opinión del polítologo Vladímir Pastujov, la captura de los buques ucranianos por guardacostas rusos marca una "nueva etapa cualitativa de la guerra ruso-ucraniana: el paso a la confrontación directa entre unidades militares regulares".
"El Kremlin juega con fuego. La actual debilidad de Ucrania es engañosa, ya que se basa en la parálisis de la voluntad política de la nación, y no en la ausencia de recursos reales para resistir", escribió en su blog Pastujov.
Ucrania, ¿nación nuclear?
El politólogo recuerda que entre 1991 y 1994 Ucrania contaba con el tercer mayor arsenal nuclear del mundo, heredado de la Unión Soviética, que entregó a Rusia a cambio de garantías de su integridad territorial, la cual no se ha respetado.
"Ucrania tiene suficiente potencial científico e industrial para fabricar armas nucleares", subrayó, para añadir que ya en 2015 el expresidente ucraniano Leonid Kuchma planteó denunciar el Tratado de No Proliferación Nuclear que él mismo firmó en 1994.
Según Pastujov, Rusia comete un error al arrinconar a Ucrania con acciones que podrían, de darse determinadas condiciones, obligarla a recuperar su estatus de país nuclear.