En la familia conservadora alemana siguen pendientes de responder a una pregunta: ¿Quién será la nueva Angela Merkel?
Está previsto que el partido de la canciller, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), elija nuevo equipo al frente de la dirección del partido en el congreso de Hamburgo que se celebrará el próximo fin de semana. Se desconoce la identidad de la próxima persona responsable de la presidencia de un partido que ha estado casi dos décadas en manos de Merkel, aunque los expertos ven a Annegret Kramp-Karrenbauer con cierta ventaja en la carrera sucesoria.
La canciller alemana se ha desplazado este fin de semana a Buenos Aires para la cumbre del G20. Allí se perdió la tradicional foto de familia de los líderes porque un fallo técnico en su avión le obligó a realizar un aterrizaje de emergencia y retrasar hasta su salida.
De momento, la pregunta sobre quién será la nueva Angela Merkel sólo ofrece una única pero concluyente respuesta. La nueva Angela Merkel es la propia Angela Merkel. Porque desde que anunciara a finales de octubre su 'adiós' a seguir como líder de la CDU y a renovar como candidata a su propia sucesión como canciller, Merkel es otra Merkel.
"Para la gente en general existe una Merkel privada por descubrir detrás de la Merkel pública. La Merkel pública ha sido siempre muy poco comunicativa, pero ahora está dejando ver su personalidad, y ésta puede ser bastante aguda y divertida. Merkel está ahora un poco más relajada, se muestra más franca", reconoce a EL ESPAÑOL Judy Dempsey, autora del libro Das Phänomen Merkel o 'El fenómeno Merkel' (Ed. Körber, 2013). "Merkel sabe que en la CDU habrá otra persona que tomará las riendas del partido tras el congreso de Hamburgo", explica Dempsey.
Sin las ataduras de la CDU, se ha visto estos días en Alemania y en Europa a una canciller más emprendedora y más cercana. Basta con recordar, por ejemplo, su claro apoyo a la idea de crear un Ejército europeo o, sin ir más lejos, aquella escena de Merkel con una señora francesa de 100 años y el presidente galo, Emmanuel Macron, el pasado 12 de noviembre.
En los actos dedicados a la conmemoración en Francia de los cien años del fin de la Primera Guerra Mundial se vio a Merkel decirle insistentemente a una mujer centenaria que ella no era la Señora Macron, sino la canciller alemana. El divertido momento – la señora mayor preguntó en varias ocasiones a la canciller si era la primera dama francesa – ya sirvió para ver a una Merkel más espontánea y sonriente de lo habitual.
El politólogo Nils Diederich, de la Universidad Libre de Berlín, apunta a EL ESPAÑOL que él ve a esa "nueva Merkel" desde que la canciller anunciara que no seguiría en política más allá de lo que dure la presente legislatura. Ahora bien, los expertos convienen en señalar que donde más se deja ver esta otra Merkel es en la actividad parlamentaria. "Ahora Merkel tiene en sus discursos en el Bundestag un cierto brillo", según Dempsey.
Una Merkel más dura con la ultraderecha
Sus intervenciones en la Cámara Baja son, por ejemplo, mucho más firmes frente al partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). No en vano, ese partido es el que más daño ha hecho a la CDU políticamente hablando. En las elecciones generales del año pasado, AfD se llevó algo más de un millón de votos de electores que antes habían votado a los cristianodemócratas.
Así, hace unos días, Merkel dejaba ver en el Bundestag su lado más combativo frente a la ultraderecha. Señalando a la bancada de AfD, la canciller pronunció un discurso más apasionado de lo que acostumbra.
"Lo bonito ahora es que hay de nuevo verdaderos opuestos en política y que no hay lugar para los compromisos", comenzó. "Se pertenece o no se pertenece a los que creen que pueden resolverlo todo ellos solos y que sólo piensan en ellos mismos, lo que es nacionalismo galopante, que no patriotismo. El patriotismo es defender los intereses alemanes y aquellos con los que se relaciona el país, aceptando situaciones en las que todas las partes ganan", dijo Merkel, arrancando el aplauso de la mayoría de los presentes en la Cámara Baja.
Merkel también arrancó risas a costa de los dolores de cabeza de la lideresa de AfD, Alice Weidel. Ésta, en el primer debate parlamentario que protagonizaba después de conocerse la supuesta financiación ilegal de algunas campañas electorales de su partido, reconoció "errores en las donaciones de las campañas", algo "que puede pasar". "Quieren hablar de donaciones a partidos, pues bien, hablemos, pero hablemos también de la oscuras cuentas que hasta ahora no se han aclarado de Helmut Kohl", decía Weidel.
Aludía Weidel a un caso de corrupción de hace veinte años que manchó parte de la etapa del canciller Kohl en el poder. A Merkel, quien fue precisamente quien dio en su día la puntilla políticamente a Kohl, parecieron resbalarle los comentarios de la lideresa de AfD. "Lo bonito de los debates libres es que cada uno habla de lo que cree importante", dijo la canciller generando aplausos y risas a cuenta de los problemas de financiación de AfD. Hay en marcha una investigación de la Fiscalía de Constanza, donde está la circunscripción de Weidel, sobre las sospechosas donaciones hechas al partido de ultraderecha.
"Antes era aburrida, ahora habla con decisión"
"A medida que AfD ha ido creciendo, Merkel, que siempre se ha enfrentado a la ultraderecha, a la islamofobia y al antisemitismo, ha endurecido su tono", apunta Dempsey, quien también es investigadora en Berlín del Carnegie Europe, un prestigioso centro de estudios dedicado a Europa.
"Parece que ha habido una suerte de relajación de Merkel en el modo de comportarse en política", dice Diederich, el politólogo de la Universidad Libre de Berlín. "Merkel fue siempre muy aburrida, ahora habla con una mayor decisión", añade este experto.
Le costó a Merkel, por ejemplo, terminar visitando Chemnitz. Esta ciudad del este alemán fue escenario el pasado mes de agosto de incidentes desatados por extremistas de ultraderecha después de ser asesinado allí un ciudadano germano-cubano a manos, supuestamente, de dos inmigrantes. Casi tres meses después de aquello, la canciller se acercó recientemente a Chemnitz para, entre otras cosas, exponerse a las opiniones de los ciudadanos locales en un evento con lectores del diario local Freie Presse.
Allí, Merkel reconoció que su rostro "polariza" ante "personas que se preocupan, que piensan que tal vez hay demasiados refugiados", según los propios términos de la canciller. La cuestión de los demandantes de asilo, después de que el país recibiera cerca de 1,5 millones de refugiados entre 2015 y 2016, sigue siendo una cuestión espinosa para Merkel. Lo es especialmente en el este de Alemania, en lo que fue la Alemania comunista, donde AfD aparece en encuestas como el partido más fuerte en términos de intención de voto.
Ante los ciudadanos de Chemnitz, Merkel terminó dando la cara, según ha escrito hace unos días la periodista Livia Gerster, del diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, porque la canciller ha decidido asumir que "no puede haber un rostro que guste a todos por igual". "Merkel se ha decidido porque ya no tiene que ganarse los votos. Nunca fue tan libre", escribía Gerster. Con ella coincide Julian Zuber, investigador de la prestigiosa Hertie School of Governance de Berlin. "Si Merkel se muestra más libre ahora es porque ya no tiene que mirar más los resultados electorales", concluye Zuber en declaraciones a EL ESPAÑOL.
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