María Butina, la ciudadana rusa detenida el pasado verano en Washington acusada de actuar como un agente extranjero, admite ahora ante un tribunal federal que fue partícipe de una conspiración contra Estados Unidos.
Butina, de 30 años y a quien EEUU vincula directamente con el Kremlin, confesó su culpabilidad en un delito que le podría acarrear una condena máxima de 5 años de prisión en el marco de un caso que ha generado una gran expectación y que provocó que la sala estuviera hoy repleta de periodistas.
La historia de película de esta espía rusa encubierta en los Estados Unidos de Trump empieza en 2015, cuando Butina entró en el país con un visado para estudiante en la American University de Washington. Pero nunca pisó las clases, sus planes eran otros: infiltrarse en el aparato político norteamericano y establecer canales de comunicación secretos entre Rusia y EEUU.
Butina trabajaba siempre bajo las órdenes de Alexander Torshin, un alto funcionario del banco central ruso. Ambos se sirvieron de una presunta pasión por las armas para entrar en contacto con los círculos de poder de la Asociación Nacional del Rifle, un poderoso lobby con vínculos con el partido republicano.
Durante la campaña electoral de 2016 que acabó con la victoria del republicano Donald Trump, Butina estuvo involucrada en varios eventos que ahora examina la Justicia de EEUU. En julio de 2015 tuvo un breve encuentro con Donald Trump en el que pudieron conversar sobre política exterior.
Desde su detención, el pasado 16 de julio, sus abogados habían rechazado las acusaciones y pedido que fuera dejada en libertad, y el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso llegó a poner en marcha una campaña para liberarla ya que la consideraban una "presa política"