Las negociaciones de un tratado de paz entre Rusia y Japón se han complicado con las declaraciones del primer ministro japonés, Shinzo Abe, sobre el deseo de recuperar cuanto antes las islas Kuriles y por el malestar que una posible entrega a Tokio del archipiélago ha causado ya entre los rusos.
Los japoneses "han complicado el proceso de negociación. Eso seguro", declaró hoy Yuri Ushakov, asesor presidencial, a la televisión rusa.
Abe se reunirá el martes con el presidente ruso, Vladímir Putin, en un ambiente hostil, cuando a finales del pasado año todo apuntaba a que Moscú y Tokio estaban más cerca que nunca de normalizar sus relaciones enquistadas desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Un pacto "sin condiciones"
Tras poner en marcha un programa de desarrollo conjunto del territorio, Putin propuso a Abe firmar el acuerdo de paz "sin condiciones" para desatascar el problema, y ambas partes crearon un mecanismo de consultas al respecto.
Pero Abe irritó al Kremlin al dar ya por hecha a principios de este año la recuperación de los Territorios del Norte, como llaman las Kuriles en su país, y aludir incluso a que Tokio deseaba convencer a los rusos allí residentes de que aceptaran voluntariamente el dominio nipón.
Además, introdujo en la ecuación a EEUU, cuyo tratado militar con Japón (1960) y su presencia militar en Okinawa echó por tierra la firma del acuerdo de paz y la posible cesión de dos de las cuatro islas (Shikotan y Habomai), en virtud de la declaración soviético-japonesa de 1956.
Abe intentó calmar los ánimos: "Para aprovechar todo el potencial de las relaciones bilaterales y para impulsar nuestra cooperación es necesario solucionar lo antes posible el problema de la ausencia de un acuerdo de paz", declaró a la agencia rusa Interfax.
En pos de una "solución aceptable"
El dirigente japonés manifestó su intención de continuar las "estrechas consultas" con Putin para "alcanzar una solución mutuamente aceptable a los problemas", pero la reacción de Ushakov muestra que el daño ya está hecho y las negociaciones empiezan con mal pie.
El encuentro entre el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, y su homólogo nipón, Taro Kono, que debía preparar la cumbre, ya dejó claro esta semana que las posturas con irreconciliables.
"Es nuestra tierra. Nadie tiene intención de entregar ese territorio a nadie", afirmó Ushakov, quien consideró que "la condición clave" para la firma del tratado de paz es el reconocimiento por Tokio de la soberanía rusa sobre dichas islas, en poder ruso desde el fin de la contienda mundial.
Aunque el Kremlin lo haya descartado, la sola mención de las Kuriles en las negociaciones con Japón ha causado gran malestar en la zona y en círculos nacionalistas y comunistas, que temen que se repita un regateo entre bastidores como ocurriera con el primer presidente ruso, Borís Yeltsin, tras la caída de la URSS.
"Entregaremos a Putin antes que las Kuriles", rezaba una de las pancartas que se podían ver hoy en el mitin que tuvo lugar en la plaza moscovita de Suvórov, el legendario general ruso.
Un acto de "alta traición"
Los convocantes de la protesta advirtieron que "la entrega de las Kuriles sería como un acto de alta traición" y que, en todo caso, cualquier modificación del territorio nacional sólo puede ser adoptada en un referéndum.
"No necesitamos un tratado de paz con Japón. Tampoco lo firmamos con Alemania tras la Segunda Guerra Mundial y cooperamos de manera muy exitosa", aseguró uno de oradores.
El mayoritario Partido Comunista también celebró un acto similar en la ciudad de Jabárovsk, en el Lejano Oriente ruso, y lo mismo ocurrió el sábado en la isla de Sajalín, a la que pertenecen administrativamente las Kuriles del Sur.
Lavrov incluso tuvo que enviar un mensaje tranquilizador de que Moscú no cedería las Kuriles a los diputados de la Asamblea regional de Sajalín, donde los ánimos estaban ya muy caldeados.
La excepción a la regla es el antiguo alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, conocido por defender durante toda su carrera política que Crimea -anexionada por Rusia en 2014- es territorio ruso, pero que ahora considera acertado devolver a Japón dos de las cuatro islas, según lo acordado en 1956.