Estambul

A pesar de que el Estado Islámico (EI) ha perdido gran parte de su territorio, continúa siendo una amenaza. Así lo perciben la mayoría de los senadores republicanos, que el pasado 31 de enero votaron en contra de la decisión del presidente Donald Trump de retirar las tropas estadounidenses desplegadas en Siria.

Trump hizo el anuncio en diciembre a golpe de tuit, como ya viene siendo habitual. "Hemos derrotado al EI en Siria, el único motivo para estar ahí durante mi presidencia", dijo. Un mes más tarde, el EI mató a cuatro americanos en un ataque suicida en Siria.

Que el grupo haya perdido casi la totalidad de su territorio no significa que haya perdido el poder. Cuando el presidente Barack Obama anunció la retirada de tropas americanas de Irak en 2009, apenas quedaban unos setecientos militantes de al Qaeda, que se reagruparon hasta conquistar territorio del tamaño de Gran Bretaña. Actualmente, según Naciones Unidas (ONU), el Pentágono y el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CEEI), quedan entre 20 mil y 30 mil combatientes pertenecientes al EI.

La combinación de una decisión prematura y los intereses dispares entre los diferentes actores en Siria no sólo dañaría la imagen de Estados Unidos (EEUU), también daría rienda suelta a los aliados iraníes y a los remanentes del EI en Siria. Según varios analistas, no se puede contar ni con Damasco, ni con Rusia, ni con Irán, ni con Turquía en la lucha contra el EI. Vía libre para Ankara en la frontera.

Turquía ya tiene la mirada puesta en la frontera y las milicias kurdo-sirias, aliadas de los americanos en esta cruzada. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, nunca vio con buenos ojos la colaboración entre Washington y las milicias del YPG, que Ankara sostiene mantienen vínculos con el grupo terrorista kurdo PKK. Hace meses que Erdogan viene anunciando una operación "para limpiar el este del Éufrates de terroristas separatistas". La última vez fue hace escasamente unos días, cuando Erdogan anunció que Turquía "está preparada para luchar contra los grupos terroristas en las áreas actualmente controladas por EEUU". Según Soner Cagaptay, experto en las relaciones entre Turquía y Estados Unidos de The Washington Institute, "probablemente Erdogan no buscaba la salida de Estados Unidos de Siria, sólo quería que dejasen de cooperar con el YPG, pero creo que Trump vio esta oportunidad y la cogió porque es lo que siempre ha querido hacer". Cagaptay afirma que lo más probable es que en este momento se esté negociando a puerta cerrada un posible acuerdo para el este de Siria. "Si funciona, Turquía y los rebeldes apoyados por Turquía controlarían las zonas cercanas a la frontera turca. Principalmente aldeas, y no ciudades de mayoría kurda como Kobani. A cambio, el YPG se alejaría de la frontera y se adentraría más en territorio sirio", predice.

Pero el interés de Erdogan por deshacerse de las milicias kurdo-sirias podría ir más allá, y Cagaptay asegura que no sería descabellado pensar que Ankara iniciase negociaciones con Damasco. El régimen sirio podría presionar al YPG a cambio de que Turquía reconociese a Bashar al-Assad como presidente legítimo. Con el apoyo de los otros actores en el conflicto, Rusia e Irán, casi ocho años de guerra podrían terminar sin cambios de poder.

A nuevos problemas, viejas soluciones

Durante la reunión a principios de febrero entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y Erdogan, la conversación giró en torno a los acuerdos de colaboración de Adana de 1998 entre Ankara y Damasco. El pacto se firmó después de que Siria expulsara a Abdullah Ocalan, leader del PKK, e incluía el cierre de campos de entrenamiento y la detención de miembros del grupo terrorista. Putin espera que la reactivación de los acuerdos de Adana prevenga a Turquía de poner en marcha su operación contra los kurdos en el noreste de Siria.

El problema es que Ankara ha decidido interpretar el acuerdo a su manera. Durante una comparecencia frente al parlamento, Erdogan aseguró que el pacto "permitía a Turquía entrar en el país en caso de amenaza". El ministro de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, fue más allá y declaró que "si Siria no toma medidas contra la amenaza, Turquía tiene el derecho de intervenir. Creo que Putin reconoció el derecho de intervención de Turquía". Sin embargo, Moscú no considera que las milicias kurdo-sirias mantengan vínculos con el PKK, y se inclina a una negociación entre los grupos y Damasco.

Niños sirios desplazados que huyeron de Raqqa cerca de su tienda en la provincia de Ras al-Ain. Reuters

Las milicias kurdas en busca de nuevos aliados

Puede que Putin no vaya desencaminado. Según la prensa estadounidense, uno de los líderes políticos de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), el grupo que lucha junto a los americanos en Siria e integra a las milicias kurdas, aseguró durante una visita a Washington que el gobierno estadounidense no se oponía a que los kurdos negociasen con Damasco. "No se opusieron directamente. Siempre dicen que es un asunto sirio", declaró. En el supuesto planteado por Cagaptay, de un acuerdo entre Damasco y Ankara, el experto asegura que el YPG no desaparecería, sino que probablemente el régimen mantendría al grupo bajo control para utilizarlo contra Turquía cuando fuese necesario. Quizá al Assad termine jugando a dos bandas.

Lo que está claro es que el tema kurdo es de vital importancia para Ankara y la administración continuará actuando en base a las garantías que tenga sobre su seguridad nacional. La presencia de las milicias kurdas en el norte de Siria y la colaboración con EEUU ha sido el principal motivo de enfrentamiento con los americanos en los últimos tiempos. Washington ha tratado de ofrecer avales como desarmar a los combatientes, pero una posible retirada de los estadounidenses dejaría a sus hasta ahora aliados a merced de los turcos y acentuaría el riesgo de conflicto, que a su vez daría al EI la oportunidad de recuperarse.

Por su parte, Rusia ha comenzado a explotar las oportunidades que ofrece este nuevo "limbo". A finales de diciembre, fuerzas rusas y unidades militares del régimen sirio se reposicionaron para tomar el terreno actualmente controlado por EEUU y las FDS, rico en petróleo. Las hasta ahora buenas relaciones de Teherán con Moscú y Damasco también proporcionan a Irán una ventaja estratégica, que ya pone la mirada en Israel.

Tantos problemas como escenarios posibles y falta de acuerdo entre los principales actores de esta guerra que parece no acabar nunca. Este mismo miércoles, Irán, Turquía y Rusia se reunían en Sochi para una nueva cumbre del proceso de paz de Astaná en un intento por acelerar el fin del conflicto una vez que EEUU salga del mapa, algo que los tres se han apresurado a definir como "buenas noticias". Cómo o cuándo se llevará a cabo continúa siendo una incógnita debido a las "interferencias domésticas" con las que se está encontrado Trump, según apuntaron Putin y Erdogan.

Por otro lado, Ankara insiste en la creación de una zona libre de terroristas -entre los que incluye a miembros del YPG- en la frontera, controlada por su propio ejército. Por su parte, Moscú y Teherán siguen abogando por colaborar con Damasco en esta tarea, algo que por ahora Turquía se niega a aceptar, ya que supondría reconocer a al Assad como representante legítimo de Siria. En lo único que parecen ponerse de acuerdo es en la necesidad de resolver cuanto antes la situación en Idlib y crear una zona segura para que aquellos refugiados que lo deseen puedan volver a su país.