Heike no salía de su asombro cuando se topó hace unos años con un documento que contaba mucho más sobre la historia de los suyos que lo que había oído hablar antes a sus padres, tíos y abuelos. Entre recuerdos familiares, en casa de su madre, Heike desempolvó un Ahnenpass.
Se trata de una especie de libro de familia que informa sobre la raza de quien lo posee. En sus casi medio centenar de páginas hay un árbol genealógico que da cuenta de los orígenes de la persona que lo tiene a su nombre. El documento data de los tiempos del III Reich. En él, la familia de Heike figura como "aria".
"Mi abuelo consiguió ser considerado como ario", cuenta a EL ESPAÑOL Heike, vecina desde hace casi 40 años de la población gaditana de Jimena de la Frontera. El "pasaporte genealógico" emitido por el régimen nacionalsocialista no engaña. Su abuelo figura como ario en él. "Era el certificado de pertenecer a la raza aria", dice Heike sobre el Ahnenpass que muestra a este periódico.
Sin embargo, ella ahora tiene pocas dudas de que entre sus antepasados hubo judíos, miembros de una comunidad que la funesta "Solución Final" del III Reich acabaría convirtiendo en víctimas de uno de los peores crímenes que ha visto la humanidad. "Se supone que este documento dejaba claro el linaje de la familia, pero en realidad no estaba nada claro. Mire, mis antepasados se llamaban Rebeca, Jakob, David, Ana, por decir sólo algunos", comenta Heike, aludiendo a nombres típicamente utilizados entre la población judía alemana.
"De hecho, mi abuelo se llamaba Jakob Rudolf Heinzmann, pero en el Ahnenpass pone que sólo se llamaba Rudolf Heinzmann, sin el Jakob. Supongo que lo hizo para parecer más alemán", abunda esta mujer nacida en 1945 cerca de Cuxhaven, no lejos de Hamburgo (norte germano). Ella vino al mundo cuando todavía caían las bombas aliadas sobre Alemania. Su familia acabaría echando raíces en Coblenza, en el oeste alemán. Su infancia, según cuenta, la pasó jugando entre ruinas de la Segunda Guerra Mundial. "En mi calle sólo había dos casas que no habían sido destruidas", recuerda Heike.
Miedo a los nazis por tener miembros judíos en la familia
A sus familiares más cercanos, "los nazis los dejaron tranquilos", según Heike. Otros antepasados suyos emigraron a lo que hoy es Lituania y se instalaron allí. Su familia escapó de la persecución nazi porque ya había algunos de sus miembros que, aunque eran judíos, fueron bautizados en iglesias protestantes a finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Eso no quiere decir, sin embargo, que en los días del nacionalsocialismo no hubiera miedo en su casa. Los padres de Heike, "que no fueron nazis aunque tampoco tenían una conciencia política muy formada" , sabían de la arbitrariedad represiva del régimen de Adolf Hitler. "Mi madre me contó que había cierto temor en parte de la familia", recuerda Heike.
Sin embargo, ellos tenían un Ahnenpass, un documento "indispensable para vivir en la Alemania nazi", según el historiador Peter Fritszche, de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos. Tras hacerse con el poder en 1933, los nazis obligaron a todos los alemanes a documentar su genealogía. Así se obtenía, de acuerdo con el historiador Eric Ehrenreich, "la prueba ancestral nazi" que permitía vivir con los derechos del III Reich.
Ehrenreich es el autor del libro The Nazi Ancestral Proof: Genealogy, Racial Science and the Final Solution (Ed. Indiana University Press, 2007), o "La prueba ancestral nazi: genealogía, ciencia racial y la Solución Final". Es uno de los primeros libros que han abordado artefactos administrativos del III Reich como los Ahnenpass.
Falta de coherencia de los nazis en su agenda racista
"El Ahnenpass es un absurdo. ¡¿Cómo va a demostrar un documento así la pureza de la sangre?! Además, Alemania siempre ha sido una mezcla de todo, con inmigrantes de todos lados. En Alemania no se puede hablar de pureza porque siempre hubo mezcla", exclama Heike.
Con todo, ella reconoce, la importancia que ha tenido el Ahnenpass para ella y la continuidad de su familia. "Es verdad que si ese documento no existiera, igual no estaríamos hablando", conviene en afirmar en el momento de hablar con este periódico esta alemana que ha hecho de Cádiz su tierra de adopción.
Sus comentarios ponen de relieve algo en lo que los historiadores hacen hincapié desde no hace tanto. Gracias a la publicación de libros como el de Ehrenreich parece que no pueden quedar más claras las insuficiencias del nacionalsocialismo a la hora de determinar, especialmente sirviéndose supuestos criterios "científicos", quién pertenecía a qué raza en la sociedad alemana.
En último término, la única herramienta que tenían para hacerlo eran los principios de descendencia y afiliación religiosa, según apuntan los historiadores. Precisamente porque los antepasados de Heike –aunque judíos– venían siendo bautizados, pasaron el criminal filtro del III Reich. "La falta de coherencia conceptual permitió a muchos alemanes el alinearse con las políticas raciales de los nazis", según ha resumido el trabajo de Ehrenreich el también historiador Lars Fischer, de la University College de Londres.
Un documento de una época pasada
A Heike le sorprende escuchar que todavía en la Alemania actual hay quien hace por tener un Ahnenpass. Éste es un documento muy querido y que se mantiene actualizado en las comunidades de neo-nazis germanas. Heidi Benneckenstein, quien se crió en una de estas familias neonazis antes de escapar de su influencia, ha contado cómo entre sus recuerdos familiares figura un Ahnenpass.
"Eso es un documento de una época pasada. Yo ni me siento aria ni nada", dice Heike, que ha vivido más tiempo en España que en Alemania. En 1967 conoció en La Coruña a su marido, Manu, con quien se casó dos años más tarde. Vivieron primero en Bilbao, pero en 1979 decidieron mudarse a Andalucía.
"Se nos ocurrió la idea de ser pobres pero felices en el campo. Vendimos la casa que teníamos en Bilbao, compramos un tractor y algo logística para empezar la vida en el campo", sostiene Heike."Empezamos con trece vacas, y no teníamos ni idea de cómo ocuparnos de ellas", asegura.
No les fue del todo mal en esa iniciativa. Heike y Manu pudieron formar una familia. Son padres de tres hijos, que tienen la doble nacionalidad: española y alemana. Sus nombres, por su puesto, no figuran en el Ahnenpass. "Es el documento de mi abuelo y de mi abuela, pero en él no figura ni mi madre", apunta Heike. A los nazis les dolería reconocerlo: se puede vivir sin dar importancia a lo de ser "ario".