En Vox, Rocío Monasterio, la presidenta de ese partido en Madrid, habla del “camelo climático” para referirse a la amenaza del cambio climático. En la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), la prominente diputada del Bundestag Beatrix von Storch habla de lo “verdaderamente insoportable” que se le hacen los “gritos de crisis climática de los nazis del clima”. Heinz-Christian Strache, vicecanciller austriaco y líder del ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ), ha tratado de quitar hierro a la amenaza del calentamiento global asegurando que, en el pasado, Groenlandia, región danesa situada en el océano Glacial Ártico, ya fue “tierra verde con viñedos”.
Estas opiniones pueden atentar contra el consenso científico sobre la amenaza que supone el calentamiento global, un fenómeno contra el que se lucha con políticas públicas. Pero eso no impide pensar que estas ideas se estén popularizando. Es más, de cara a las elecciones europeas de mayo, el auge de los partidos de ultraderecha significa también el auge de formaciones que niegan la responsabilidad del ser humano en el cambio climático o que, si no lo niegan, se muestran escépticas. A falta de negacionismo climático, otros partidos optan directamente por no decir nada del tema. Actualmente se atribuye a las formaciones de ultraderecha europeas cerca del 20% de los escaños de la Eurocámara tras la próxima cita europea con las urnas.
Según escriben en su último informe Stella Schaller y Alexander Carius, expertos del 'Think Tank Adelphi', una organización especializada en cuestiones climáticas, medioambientales y de desarrollo, son minoría los partidos de ultraderecha en Europa que “aceptan el consenso científico y reconocen el peligro que el cambio climático plantea al mundo y a sus propios países”. A saber, los Verdaderos Finlandeses, el partido de la coalición gubernamental letona Alianza Nacional y Fidesz-Unión Cívica Húngara, partido del primer ministro Viktor Orbán.
Esos ejemplos, en realidad, son las excepciones que confirman la regla. Porque los partidos de ultraderecha en Europa, en general, se oponen a la lucha contra el calentamiento global y a las políticas que promueven transiciones energéticas que favorezcan una atenuación del cambio climático.
Negacionismo, discreción o aceptación
Dadas las previsiones favorables en materia de intención de voto de las que gozan estas formaciones, que actualmente representan un 13% de los escaños de la Eurocámara, Schaller y Carius anticipan un “ligero crecimiento de las posiciones contra las políticas climáticas tras 2019”. Aunque “ligero”, ese crecimiento resulta amenazante para las intenciones climáticas de instituciones y gobiernos europeos. “A medida que el porcentaje de escépticos climáticos crece en las instituciones europeas, el progreso y las ambiciones respecto a las políticas climáticas están también en un riesgo creciente”, escriben Schaller y Carius.
En su estudio para Adelphi, presentado hace unos días en Berlín bajo el título "Convenient Truths: mapping climate agendas of right-wing populist parties in Europe" o “Verdades incómodas: haciendo el mapa de las agendas de los partidos de ultraderecha en Europa”, estos expertos estudian las posiciones de los principales 21 partidos políticos más derechistas del viejo continente. Los más combativos en materia climática se encuentran en Alemania, Austria, Dinamarca, Estonia, Holanda, Reino Unido y Suecia.
A la Agrupación Nacional (AN) francesa de Marine Le Pen y a las gubernamentales Liga Norte italiana y Ley y Justicia de Polonia, entre otros, Schaller y Carius los sitúan en el grupo de partidos ultras donde hay una falta de posición clara o ambigüedades. Son partidos que “o no tienen posición sobre el cambio climático o le atribuyen poca importancia al problema”, según los expertos de Adelphi.
Vox se queda fuera del estudio de Schaller y Carius porque aún no figura entre “los más fuertes” partidos ultraderechistas del espectro político europeo, algo que cambiaría si la formación de Santiago Abascal consigue el 11,1% que se le atribuye de cara a los comicios continentales. Pero Schaller parece ver a Vox más cerca del negacionismo de AfD alemán en términos medioambientales que de la cautela del AN francés. Esta circunstancia recuerda los no pocos factores que acercan a Vox y a AfD.
“Algunos líderes como Monasterio han destacado por su negación del cambio climático, algo por lo que ataca otro prerrequisito para la acción política para el clima, que no es otro que el reconocimiento de las evidencias científicas”, dice Schaller a EL ESPAÑOL. Ella ve en Vox una amenaza más contra “la cooperación necesaria para las políticas climáticas”.
Vox pasa del cambio climático
Oficialmente, Vox parece ignorar en su programa la problemática del calentamiento global. El partido sabe de la “concienciación cada vez mayor en la demanda de energías limpias y una preocupación por el impacto de la acción humana sobre la sostenibilidad del medio ambiente”, según los términos de la formación de Abascal.
En Vox ven que “esta preocupación es manipulada intencionadamente por partidos políticos que pretenden arrogarse la exclusividad en la defensa de medidas que redunden en una mejora de la calidad de vida de los ciudadanos”, pero parecen no proponer nada en relación al calentamiento global. Contactado por EL ESPAÑOL, el partido de Abascal hace llegar una serie de propuestas relativas a un “modelo energético, sostenible, limpio y libre” donde se obvia el cambio climático.
El Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Climático (IPCC), creado en 1988 para dar voz a la comunidad científica, apuntaba el año pasado en uno de sus informes que la actividad humana es responsable del calentamiento de entre 0,8 y 1,2 grados centígrados desde antes de la revolución industrial. Los científicos asumen que ese calentamiento se ha producido mayormente en la segunda mitad del Siglo XX.
Para mantener muy por debajo de 2 grados centígrados el calentamiento del planeta y evitar así mayores riesgos del calentamiento global, en 2015 se comprometieron hasta 195 países a respetar un plan de actuación en materia climática a través del llamado Acuerdo de París. El cambio climático amenaza Europa con sequías, incendios forestales y olas de calor, en el sur, y con recurrentes inundaciones, entre otras cosas, en el norte del viejo continente.
El “peligro para las generaciones futuras”
Los avisos del IPCC no parecen, sin embargo, importantes para las ultraderechas europeas, tampoco para Vox. “El clima no es todavía para los partidos populistas de ultraderecha un tema que les una o que les dote de identidad. Matteo Salvini no habla de cambio climático con Orban o Le Pen o Geert Wilders. Pero existe el peligro de que esto cambie y que su discurso cambie”, señala Schaller.
Con todo, entre 2009 y 2018, “la mayoría de los diputados de ultraderecha populista del Parlamento Europeo votaron contra políticas climáticas”, añade la investigadora, aludiendo a resultados presentados en el estudio de Adelphi. Los votos en contra de los eurodiputados ultraderechistas en esos nueve años incluyeron, entre otras cosas, rechazo a medidas sobre eficiencia energética o regulaciones sobre emisiones de gases, incluidos los de efecto invernadero, señalados como principales responsables del calentamiento global.
Sobre Vox, Schaller subraya que el partido de Abascal “no nombra la palabra clima, medioambiente o energía en su programa, pese a que éste propone 100 objetivos para el futuro de España”. Alude la experta a las 'Medidas para la España Viva' del partido de Abascal. “Es irónico, porque España –al igual que toda la región del mar Mediterráneo– es un auténtico y futuro punto caliente del cambio climático. La sequía y desertización no sólo es algo que vaya afectar al medio ambiente, sino también, al final, a los españoles”, abunda la investigadora de Adelphi, conocedora de que Vox habla de un Plan de la Energía en su programa.
“En lugar de discutir sobre las consecuencias del cambio climático y discutir posibles soluciones, el partido argumenta a favor de una energía barata, con menos impuestos, por ejemplo, en la electricidad”, Schaller. En esto, ella ve “en peligro el bienestar, la justicia social para las generaciones actuales y futuras”.