Andrej Babis es el primer ministro de República Checa. Gobierna junto a su compañero Milos Zenam, el presidente del país de Kafka y Vaclav Havel. Me recibió en una oficina sin alma que apenas parece habitar, a unas horas de la presentación de Looking for Europe, y me preguntó: "¿Cómo es esto? ¿Va a repetir, usted también, las mentiras que propagan mis enemigos?"

Habla un francés perfecto, un poco popular.

-"Sí -insistió-, las mentiras de la secta Respekt, el periódico que financia su habitación y lleva del brazo al cabrón de Bakala".

-¿Bakala?

-"El hombre que es dueño de la mitad del país".

-¡Usted posee la otra mitad!

-"Con una diferencia: no poseo nada más desde que estoy en el poder. Me salí de los negocios".

Hay un tercer multimillonario checo, Daniel Kretinsky, que está en proceso de comprar la mitad de la prensa francesa: a él también lo fichará… pero, lamentablemente, off the record

Llegamos muy rápido al tema que obsesiona a ese Donald Trump delgado y sin Torre Babis: la inmigración.

-"¿Usted ha leído -me preguntó- Sumisión, de Michel Houellebecq?"

Es extraño escuchar ese nombre salir de la boca de alguien a quien voy a llamar el Laurel -como Laurel y Hardy- del populismo checo sobre del escenario en unas horas.

-Naturalmente, pero no me gusta que un político instrumentalice el texto de un escritor.

-"¡No tengo nada contra los musulmanes! La semana pasada, estaba de vacaciones en Marrakech. Sólo pienso que un país tiene derecho a elegir a los migrantes que quiere".

Andrej Babis está verdaderamente enfadado con "otro cabrón": el "eurócrata" Martin Selmayr, que "hace la ley" en Europa.

"Schengen. ¿Sabe lo que me ocurrió? Iba a Courchevel. Aterricé en Grenoble y la aduana me investigó como si fuera un contrabandista".

Reconduje la conversación a los migrantes y sus políticas, que juzgo vergonzosamente xenófobas y racistas. "¿Por qué? -me preguntó con pretendido asombro- Es normal que nos queramos proteger".

Y, como insistí: -"Veo a mis propios hijos. Ellos estudiaron en Estados Unidos, pero se les negó la green card. Es normal".

-Sus hijos no son migrantes ordinarios. No sería sólo porque usted pudiera intervenir".

-"No lo hice".

-Obviamente, miente.

-"Esto quiere decir que…"

Precisó, como si leyera mis pensamientos.

-"Tenemos un punto en común con Trump, es cierto: una esposa checa. Pero por el resto…"

Vaciló, calibrando su efecto.

-"¡Yo nunca me fui a la quiebra!"

Y soltó una carcajada canalla e infantil.

Andrej Babis, primer ministro de la República Checa.

Andrej Babis, primer ministro de la República Checa. Reuters

-"El que me gusta, por el contrario, es su Emmanuel. Pasamos una noche entera discutiendo sobre el 'brexit' en Bruselas, pero él no dijo nada. La mañana siguiente intervino, pero sólo para oponerse al indulto. ¡Me agrada su osadía!"

-Sé que Marine Le Pen también está en Praga y que tuvo ayer una reunión fallida: ¿la recibió como a mí?

"¡Por supuesto que no!"

-¿Por qué por supuesto?

-"Porque no me interesa. El futuro es su sobrina, Marion Maréchal…"

-¿Y Putin?

-"No veré a Putin tampoco. Es como Xi, el chino: es del área reservada al presidente. Mi sector es Estados Unidos y Europa".

-Pero Putin tiene una estrategia: destruir Europa.

-"¡Oh! Yo estaba en la fiesta por la paz en París del 11 de noviembre. Los vi a todos, a los mismos que se hacen los malos con sanciones, haciendo cola para estrecharle la mano".

-Insistí en el tema al recordarle que, por ahora, es él quien es miembro del Grupo Visegrád, caballo de Troya de Putin en Europa.

Se puso rígido. "¡Somos 100 millones!" ¿Qué tiene que ver? ¡Ustedes son la República Checa! ¡El país de Kundera! ¡El corazón latente de Europa!

-"Yo vi a Kundera en París -protestó-. Le ofrecí la nacionalidad checa. Solo tenía que firmar".

Me imaginé al gran escritor frente a la trampa grosera a la que lo pensaban atraer, y le repliqué:

-La patria de Kundera es Europa y su arte, la novela. ¿Por qué el Estado checo no se ocupa de cuidar sus archivos, crear fundaciones en su nombre o becas para estudiar su obra?

-"Eso también lo podemos hacer", respondió con el tono de un negociador que pone todas las fichas de su lado para asegurar la victoria del partido.

El encuentro durará casi dos horas. Volveré sobre mi indignación hacia el Grupo Visegrád.

Le sugeriré, cuando se jacte de ser el último europeo en tener una embajada en Damasco, que retome mi idea de los 27 reemplazantes, para sustituir en el Kurdistán sirio a las 2.000 fuerzas especiales que Trump quiere retirar.

Mostraré mi perplejidad cuando responda que sí, es una idea, pero "primero debemos ver qué sucede después de las elecciones. Quién está y quién ya no está".

¿Quién es este hombre?

¿Qué es este populismo sonriente de rostro oportunista? ¿De dónde viene? Nada parece hacerlo sentir más orgulloso -lo comentará tres veces- que las dos estrellas Michelin del restaurante que posee en Mougins.

¡Socorro, Vaclav Havel, regresa!