Vivimos en un mundo que sólo puede entenderse en clave populista. Hay populistas que anidan en los extremos y otros que lo hacen en el centro, pero al final del día son políticos diciéndole a la gente lo que quiere oír, no lo que debe oír. Lo importante en estos tiempos es ser tendencia en las redes sociales para ganar las próximas elecciones. Como vaya viniendo, vamos viendo. ¿Se imaginan a un dirigente actual ofreciendo solamente "sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas"?
El problema está cuando no puedes complacer a todo el mundo. En ese lío se ha metido Donald Trump. Toda su vida se ha jactado de que su presunto éxito es producto de su capacidad para llegar a acuerdos hasta en las situaciones más complicadas. Hasta escribió, o firmó, un libro al respecto. Vendiendo eso llegó a la Casa Blanca, asegurando que su país debía olvidarse de las aventuras militares y que él podía lograr acuerdos realmente beneficiosos para el pueblo estadounidense sin necesidad de arriesgar la vida de sus militares.
La estrategia de Trump para alcanzar esos acuerdos no es un misterio: endurecer su posición, amenazar con llegar hasta las últimas consecuencias para lograr su objetivo y luego encontrarse a mitad de camino con la contraparte. El problema es que cuando aplicas el bluff tantas veces, te terminan agarrando el paso. Eso lo saben China, Irán y Corea del Norte, que terminarán entendiéndose con Washington sólo porque es beneficioso para su economía. Aquí la vieja estratagema funcionará porque es beneficiosa para ambas partes. Pero, ¿y con Venezuela?
Una cosa es entenderse en términos económicos y otra en términos de supervivencia. En la mayoría de sus conflictos con regímenes autoritarios, Trump no busca remover a los gobernantes. Pero en el caso de Venezuela sí, con el agravante de que varios de los jerarcas del chavismo están perseguidos por narcotráfico y violaciones de Derechos Humanos. Para ellos no vale la pena entregar el poder salvo que la alternativa sea aún más fea. Volvemos al tema de la amenaza creíble, muy distinta al bluff.
Trump ve cómo se le complica un tema crucial para ganar el estado de la Florida, en donde el voto hispano es crucial
Trump removió la semana pasada a una de sus fichas más importantes en el tema Venezuela. John Bolton, el halcón que fue asesor de Seguridad Nacional, tenía como objetivo principal remover a Maduro del poder en Venezuela. Algo inédito para el cargo que ocupaba, usualmente preocupado por asuntos muy distintos a los regionales. Sin embargo, desde el comienzo Trump apartó a Bolton de temas como Irán y Corea del Norte, precisamente porque no confiaba en su capacidad de lograr acuerdos con esos regímenes.
Bolton le vendió a Trump la idea de que el chavismo podía abandonar el poder si se les arrinconaba lo suficiente mediante un cerco de sanciones que desembocarían en un resquebrajamiento interno. Este plan casi tuvo éxito el 30 de abril, pero la intentona de tomar el poder de la mano de militares venezolanos fracasó y eso desesperó a Trump, que ve cómo se le complica un tema crucial para ganar el estado de la Florida, en donde el voto hispano es crucial.
Florida es uno de los estados con mayor cantidad de votos electorales en Estados Unidos. Usualmente decide elecciones. Trump ganó por la mínima hace tres años en esta región y esto le permitió alcanzar la presidencia. Actualmente el panorama está muy cerrado en esta circunscripción y la decisión de los votantes en las principales zonas metropolitanas, en donde se concentra el voto hispano, será determinante.
Las elecciones presidenciales son en noviembre del 2020, así que Trump agota sus cartas. No puede darle protección temporal a los venezolanos, facilitando el proceso migratorio, porque eso enfurecería a sus votantes conservadores. Tampoco puede irse a una aventura militar por las mismas razones. ¿Entonces? Hay que forzar una negociación que sólo tendrá éxito si la misma ocurre con la pistola sobre la mesa. Para esa operación son buenos el secretario de Estado, Mike Pompeo, y su encargado para el tema de Venezuela, Elliot Abrams. El primero fue director de la CIA y el segundo estuvo implicado en la remoción de dictadores centroamericanos. Son una amenaza creíble.
Aunque Trump no quiera una solución militar también es cierto que es capaz de cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos
A este equipo del Departamento de Estado se debe sumar el nuevo subsecretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, cuyas funciones actuales básicamente son facilitar el cambio de régimen en Venezuela. El periodista Joshua Goodman, de Associated Press, recordó tras su nombramiento que "el nuevo jefe de la Oficina para el Hemisferio Occidental una vez sopesó ir a Chile para extraer al General de la era de Augusto Pinochet que estuvo tras el asesinato de una activista de izquierda en Washington DC".
El propio Trump, consciente de que no puede parecer débil ante el electorado de Florida, se apresuró a asegurar que la salida de Bolton más bien endurecería sus posiciones con respecto a Venezuela. Supuestamente, Bolton lo reprimía en este sentido. Excusas o no, deja claro que la Casa Blanca está consciente de que no puede permitirse no rematar esta faena.
Curiosamente, este panorama puede no ser malo para las negociaciones que promueve la Unión Europea. Bruselas tiene la habilidad negociadora y Washington la pistola. El policía bueno y el policía malo. Por otra parte, la necesidad imperiosa para Trump de alcanzar una solución ideal lo hará ser flexible en sus posiciones, permitiendo una escapatoria para los jerarcas del régimen chavista y facilitando el desenlace en unas elecciones presidenciales justas. Ahora bien, aunque Trump no quiera una solución militar también es cierto que es capaz de cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos, y en este momento el número uno en su agenda es ser reelecto.
Todo es un asunto electoral en este sistema perverso en donde las mejores cosas se hacen por las peores intenciones.