Saad Hariri ha aguantado 13 días de intensas protestas antes de anunciar su dimisión como primer ministro de Líbano. El anuncio de su intención de imponer una tasa por hacer llamadas a través de aplicaciones de mensajería online como WhatsApp fue la gota que colmó el vaso para los libaneses, hartos de la corrupción y de las medidas de austeridad que no repercuten en mejoras para sus vidas.
El débil gobierno de Hariri no ha sido capaz de resolver los problemas más básicos del país que tiene 86.000 millones de dólares de deuda -alrededor del 150% del PIB-, una tasa de desempleo del 25% y cortes diarios de electricidad.
La población libanesa ha salido más veces a la calle para exigir cambios. En 2015 cuando se produjo la llamada "crisis de la basura", que supuso que en algo más de tres semanas se acumularan 3.500 toneladas de basura sólo en la capital. En 2018, también soportaron el proyecto del Gobierno por regular la "mafia de los generadores", un negocio ilegal que se encarga de dar electricidad a la población durante los cortes a precios asequibles.
Ese propósito de regulación consistía, según El País, en imponer un precio fijo de 439 libras libanesas (0,25 céntimos de euro) por kilovatio-hora, algo que muchas personas no se pueden permitir, ya que las tarifas mensuales habituales en el sector oscilan entre 29 y 58 euros.
La última intentona del Gobierno para cumplir las presiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial y así recibir apoyo financiero ha sido la tasa de 5,4 euros mensuales (20 céntimos de dólar al día) a las llamadas de WhatsApp.
"Todos significa, todos"
Tras su anuncio el pasado 17 de octubre, miles de libaneses comenzaron a manifestarse y esta vez, no solo contra el primer ministro o su gobierno, sino contra todos los políticos. "Todos significa todos" ha sido el lema más repetido en las masivas protestas llevadas a cabo en todo el país.
Otro rasgo simbólico de estas movilizaciones ha sido presencia únicamente de la bandera libanesa, un hecho casi inédito en un país donde los emblemas de las formaciones políticas dominan casi siempre las concentraciones.
A la vista de la magnitud del problema, Hariri rectificó y canceló su propuesta el mismo día del anuncio. Cuatro días después, el 24 de octubre, dio a conocer un paquete de medidas económicas para reducir el déficit sin implantar nuevos impuestos para calmar los ánimos de los manifestantes.
El Consejo de Ministros se reunió con urgencia y aprobó los presupuestos generales para 2020 con una previsión del 0,6% del déficit, muy por debajo del 7% previsto en el vigente ejercicio. Este paquete también incluía una reducción del 50% del salario a todos los ministros, diputados y otros altos cargos, y la ambición de redactar leyes para "recuperar los fondos saqueados de Líbano".
Sin embargo, las protestas no solo continuaron sino que se intensificaron, dejando varios heridos el sábado, su décima jornada consecutiva, e incluso el Ejército se posicionó a favor de la población.
Segunda dimisión en 2 años
Por todo ello, Saad Hariri ha decidido finalmente renunciar al cargo que ostenta desde 2016, algo que se ha recibido con vítores por parte de los manifestantes. El primer ministro ha advertido este martes que no puede "ocultar más" el hecho de que Líbano ha llegado a "un callejón sin salida". "Me dirijo al Palacio Baabda para presentar la dimisión del Gobierno al presidente, Michel Aoun, en respuesta a los muchos libaneses que salieron a las plazas para pedir el cambio".
Además, ha indicado a sus "socios" políticos que su responsabilidad es proteger el país y buscar formas de desarrollar la economía. "Las posiciones vienen y van, pero lo más importante es la dignidad y la seguridad de la patria. Nadie es más grande que mi país", ha concluido el breve discurso televisado a la nación.
Está previsto que Aoun decida si acepta su renuncia en las "próximas horas o días" y no es cien por cien seguro que vaya a consentirlo. En 2017 Hariri presentó su dimisión alegando que se preparaba un atentado contra su vida, y el presidente no lo aceptó.
Más tarde, en las elecciones de mayo de 2018, reeditó el mandato en la jefatura del Gobierno pero su partido, Corriente de Futuro, perdió un tercio de los escaños que había ganado en los comicios anteriores. Por lo que durante la presente legislatura ha tenido que contar con el apoyo del Hezbolá, que ha rechazado en varias ocasiones la dimisión de Hariri.