Cracovia

Tras revalidar su victoria electoral, la primera ley que el Gobierno polaco va a enviar al Parlamento servirá para enviar a la cárcel a quienes proporcionen educación sexual a menores de 18 años, aunque se trate de educadores profesionales o profesores. Los ultraconservadores del PiS (siglas de Ley y Justicia en polaco) continúan así con su particular cruzada contra los derechos sexuales en que basaron gran parte de su campaña electoral. La ley, redactada por un grupo antiabortista, eleva de 3 a 5 años la pena de cárcel por explicar a un menor de edad cómo usar un condón o cómo masturbarse, y equipara enseñar educación sexual a menores con la pedofilia.

Actualmente, en las escuelas públicas polacas no hay educación sexual. En su lugar existe la llamada “preparación para la vida familiar”, materia en cuyo currículo aparece la palabra “familia” 173 veces y “sexo” solo dos: una para describir el cibersexo y otra para referirse a la adicción al sexo. En sintonía con la Iglesia polaca, el Gobierno ultraconservador de Morawiecki mantiene una furibunda campaña contra los homosexuales, a quienes considera miembros de un “lobby ideológico” que pretende socavar los cimientos del Estado introduciendo en este país “costumbres extranjeras” que atentan “contra la familia y la naturaleza”. Con esta nueva ley, el Gobierno se arroga autoridad para extender el control de la vida sexual de sus ciudadanos heterosexuales menores de edad y su acceso a la educación.

La obsesión por restringir todo lo relacionado con el sexo deja a los jóvenes polacos con pocas alternativas, y una de ellas es internet. Con sus vídeos en YouTube, la supermodelo Anja Rubik se ha convertido en una de las abanderadas de la campaña que desafía al Gobierno con vídeos de educación sexual. Antes de ello, publicó junto a un equipo de sexólogos, médicos y maestros un libro de educación sexual para jóvenes que aclaraba, con un lenguaje sencillo pero riguroso, las principales dudas que habían recogido durante sus visitas a escuelas y centros de educación polacos durante meses. El libro vendió 150.000 copias, y ello le animó a continuar su tarea divulgativa en internet.

Foto de Instagram de Anja Rubik con el mensaje "el amor no tiene género". @anja_rubik

En un país donde el aborto legal es casi imposible, no se vende libremente la “píldora del día después” y hay un 88% más de casos de SIDA que en 2010, la educación sexual para jóvenes es, además de un derecho, una necesidad urgente.

En este contexto, llama la atención la postura del Gobierno, reflejada en manifestaciones como la del Defensor de los Derechos del Niño. Mikołaj Pawlak, un abogado eclesiástico que acaba de ser elegido para ese puesto, dijo hace poco que los niños nacidos in vitro son “producto de un método perverso”. El curso pasado, una escuela primaria de Olsztyn que contaba en su biblioteca con un libro sobre un caracol hermafrodita recibió diez visitas del inspector de Educación hasta que finalmente retiraron de sus estanterías el libro titulado Sam el caracol.

Además, hace unos meses, una ONG llamada Instituto para la Prevención, supervisada por el Gobierno, publicó y difundió un libro en el que se advertía a las jóvenes polacas que vestir ropa “provocativa” es "una invitación a algo más". "Te hace pasar por una chica frívola, disponible. Si te asaltan, es culpa tuya. Estás tentando a la suerte". En dicho libro se aconsejaba también que “si un maestro, un superior o una persona mayor te acosa, debes tratarle con respeto y ser educada”.

La Iglesia enseña educación sexual

A pesar de que, como recuerda Amnistía Internacional Polonia, este país ha ratificado acuerdos internacionales como el Tratado de Estambul y la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer de la ONU, que obligan al Estado a facilitar educación sexual a sus ciudadanos, es habitual que el Gobierno adopte al pie de la letra los postulados de la facción más conservadora de la Iglesia en materia de educación sexual o que simplemente delegue en ella para estas cuestiones.

Con frecuencia, la única fuente de información que los estudiantes tienen en el ámbito académico es la del profesor de religión, generalmente un sacerdote o una monja sin cualificación pedagógica ni médica. Hace unas semanas, el arzobispo de Cracovia despidió a tres mujeres de su departamento de prensa: dos de ellas lo fueron por tener hijos adoptados y no estar casadas, y otra por estar soltera y no tener hijos.

Ultras polacos enfrentándose a una manifestación LGBT en Czestochowa hace un mes. Jan Silar

En sus homilías, el polémico arzobispo acostumbra a arremeter contra los homosexuales, a los que ha llamado “la plaga LGBT” y “la enfermedad del arco iris”. Por su parte, el ministerio de Educación ha advertido a las escuelas públicas que deben abstenerse de celebrar actos de integración o apoyo a los gais por considerarlo “adoctrinamiento”.

El Kamasutra del Este

Poco han cambiado las cosas desde que se publicó en 1976 el Kamasutra del Este, de la doctora Michalina Wisłocka, una especie de manual de sexología práctica que tardó más de 10 años en llegar a los escaparates polacos debido a la censura y que vendió “solo” siete millones de libros. Solo, porque se dice que muchos hogares contaban ya con una fotocopia encuadernada desde hacía años. Para permitir su publicación, la censura obligó a limitar el tamaño de las ilustraciones al tamaño de un sello de correos. Entonces el editor las sustituyó por siluetas blancas y negras. Fue peor: ¿por qué iba una polaca a acostarse con un negro?

La curiosa historia del libro de Wisłocka, que fue llevada al cine, habla de una sociedad reprimida, inexperta, descontenta, desorientada y frustrada. Entrevistando a cientos de pacientes, aquella ginecóloga de Varsovia fue dándose cuenta de que todos estos problemas tenían el mismo origen: la ignorancia. Con un lenguaje más práctico que anatómico y más prosaico que romántico, elaboró una obra que, junto a la Biblia, no faltaba en ningún hogar polaco y que seguramente hojeaban todos los miembros de la familia a escondidas de los demás. Algunos aún lo hacen.

Durante la pasada legislatura, los ultraconservadores polacos ya intentaron ilegalizar el aborto completamente. El líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, pidió que se dejase nacer incluso a los fetos con malformaciones graves y corta esperanza de vida para “al menos darles un nombre, bautizarles y enterrarlos”. La oleada de protestas que se desató en todo el país, llamada “protestas negras”, sacó a la calle a cientos de miles de mujeres polacas que, vestidas de negro, pidieron derogar el proyecto de ley. Tal legislación permitía, entre otras cosas, denunciar a la Policía a una mujer embarazada que fuera vista fumando, bebiendo alcohol o practicando actividades que pusieran en riesgo la integridad del feto.

Finalmente las “protestas negras” consiguieron parar la ley, pero con su renovada mayoría en el Parlamento, el PiS ya ha anunciado su intención de retomar el asunto. El papel de la mujer como madre, sostén de la familia y depositaria de las tradiciones es continuamente ensalzado a través de campañas institucionales y declaraciones de los miembros del partido en el poder. Convertida a la vez en escudo y diana, la mujer polaca tiene, a ojos del Gobierno, menos derechos y más deberes que la mayoría de las europeas.

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